Es lo que tiene esto de salir a comer por ahí, que de vez en cuando te llevas una grata sorpresa y una estupenda gratificación para tu paladar.
El sábado recalé en Casa Manolo, en Daimuz, Paseo Marítimo número 5, Playa de Daimuz. Teléfono 962.818.568.
No es que fuese a ciegas, ya tenía alguna referencia, pero no conocía el lugar.
El edificio está en la misma línea de playa, con lo que ya te augura unas vistas privilegiadas del mar mediterráneo, como así es. El interior tiene a la entrada una barra que promete, la próxima vez pasaré primero por ella, después te encuentras un comedor amplio, luminoso, con grandes ventanales a la playa, mesas de dimensiones más que generosas, vestidas impecablemente y suficientemente distanciadas entre ellas, sin que ninguna conversación ajena interfiera con la tuya y por supuesto nada de sonoridad molesta.
Una cristalera que contiene una bodega con muchas referencias de vinos, reflejadas en una carta extensa y muy completa, con vinos nacionales e internacionales, cavas y champagnes. Los precios son los habituales de este tipo de establecimientos, pero el servicio del vino y la atención justifican sobradamente lo que se paga. Todas las copas son Riedel, incluso las del café y el agua.
También hay oferta de puros, con una buena selección y a unos precios muy ajustados.
La carta de inspiración marinera contiene suculentos platos, por lo que lamentas no tener capacidad para comer más de lo que sensatamente es recomendable.
Empezamos tomando unos aperitivos invitación de la casa, una crema de coliflor, suave y gustosa, y después una delicia de caramelo de kiko relleno de guacamole, espectacular, esto lo acompañamos de una vermú "Perucchi" y dos copas de fino"Gutiérrez Colosia".
De primeros pedimos unos buñuelos de brandada de bacalao, cocochas de bacalao en tempura, ensalada de bogavante con huevas de salmón y ravioli de marisco con boletus y puré de patata, a cual de ellos mejor. Solo una pega, la tempura de las cocochas salió un poco aceitosa, fácilmente solucionable, desde mi punto de vista.
El ravioli me pareció un plato impresionante, el puré de patatas que le acompañaba con el sabor del boletus algo excepcional. Me impresionó tanto que me olvidé de fotografiarlo.
Con estas entradas nos tomamos un Guitian fermentado en barrica 2005, espléndido y bien servido.
De principal pedimos unos fideos melosos de marisco. Para repetir las veces que hiciera falta. La presentación espectacular, te sirven un plato con unos fideos fritos, una almeja de carril pasada por la plancha y una gamba roja, en un plato con una pincelada de tinta de calamar (ver foto). Sobre este fondo te sirven los fideos melosos con puntilla y marisco. Hubo repeticiones y trirepeticiones.
Para acompañarlo un blanco de Marqués de Murrieta, Capellanía 2003. Blanco de reserva con 18 meses de barrica, que siempre sorprende por su frescura y complejidad tras el paso por la madera.
De postres tomamos, de una parte un bizcocho caliente de chocolate y por otro dos raciones de quesos curados, acompañamos de un oloroso "Gutiérrez Colosia".
Nos fumamos dos Trinidad, vitola reyes, en un punto perfecto de humedad, un tiro muy bueno, que caracteriza a esta marca, y un aroma típico amaderado y de frutos secos. Un final de comida redondo.
El café, servido en tazas Riedel, muy correcto, nada de torrefactos ni cosas por el estilo, café natural bien infusionado.
Una comida que recordaré. La atención en la sala impecable, el servicio del vino casi perfecto, nos envinaron el decantador para el Capellanía y lo mantuvieron en cubitera mientras se oxigenaba. Digo casi perfecto por que solo faltó el envinado de las copas.
Salimos a las ocho de la tarde, después de una amena y agradable sobremesa con Manolo, actual jefe de sala.