Estar en la brecha durante muchos años y haciéndolo bien, siendo además un referente en Galicia, es algo muy complicado. Ese es el caso de Pepe Solla.
Esta es mi segunda visita a Casa Solla. Tal como dije en mi anterior comentario sobre este restaurante, he vuelto lo antes posible.
En el año 1965 fue el primer restaurante español recomendado en la Guía Michelín y en 1980 fue el primer establecimiento gallego que recibió una primera estrella. Dicen que actualmente está nominado para la segunda.
El restaurante como tal cumplirá medio siglo en noviembre.
Se encuentra ubicado en una casona solariega situada a las afueras de Pontevedra. Me remito a lo dicho al respecto del local y las instalaciones en la anterior visita.
El comedor mantiene la misma estructura de dos años antes.
Las mesas amplias y con generosos espacios entre ellas, lo que da una sensación de desahogo a la sala que transmite confort al comensal. Las copas son de la marca Schott.
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Ofrece dos menús, el gastronómico y el degustación. Como se puede observar en la carta hay un equilibrio muy meditado entre el producto, la técnica y las raíces de la cocina gallega.
Elegí el menú gastronómico.
Para acompañar a la mayor parte del menú, Pepe Solla, que también ejerce las funciones de sumiller, nos sugirió este albariño.
Un vino con fermentación y crianza en depósitos durante 30 meses. Muy elegante, con un potencial aromático excelente y un sabor muy agradable.
Los snacks, a base de pan de aceite y ajada gallega desecada.
Mojito helado y cebolla encurtida crujiente.
Ceviche de pez mantequilla y nori y niguiri crujiente de lubina.
Croqueta cremosa de jamón ibérico.
Navaja y trigueros con un fondo cítrico.
Boloñesa de calamar.
Patatas a la gallega.
Tortilla de camarones (homenaje a los 50 años de existencia del restaurante)
Las cabezas crujientes de los camarones de la tortilla se sirven aparte.
Capuchino de guisantes con jamón.
Lubina en un fondo marino.
Bogavante, espinacas, garbanzos y su caldo.
Tartar de solomillo a las tres mostazas. Las mostazas eran la clásica antigua, de violetas con uva y a la trufa, muy sabrosas.
El vino que acompañó al tartar, Goliardo caiño 2009, resultó para mi gusto un poco ácido, lo que acentuaba la acidez de las mostazas, en detrimento del sabor del solomillo. Es muy difícil combinar un vino con una mostaza. Es un gran vino pero no acompañó bien al plato.
Vino tinto elaborado con la variedad autóctona caiño.
Queso de vaca gallego, del que no se ve por aquí.
Piña colada.
Melocotón rojo en almíbar de hierba luisa.
Torrija con helado de caramelo.
Buen café, que no es poco.
Petit fours de chocolate: Bizcocho cremoso, bizcocho crujiente, polvo de chocolate, macarrón, almendra, trufa, de licor, choco-coco.
Buen producto, técnica impecable y servicio de sala perfecto, solamente empañado por los largos periodos de tiempo que transcurrieron entre plato y plato. Algo que no sucedió en la anterior visita.