Hoy he comido en La Alquería El Brosquil, pero no tenía intención de contar nada sobre su comida, ya está bastante explicado aquí y aquí. He comido bien, como siempre, comida casera elaborada al momento. Pero después de los postres, o sea de mi flan de naranja, me han invitado a una porción de tiramisú, evidentemente con toda la intención, ya sabían lo que me estaban ofreciendo, lo habían probado antes que yo.

He hecho la foto con el móvil y no ha salido muy bien, es solo un testimonio. Tengo que reconocer que es el tiramisú más bueno que he probado nunca. Y eso que mi hermano Enrique lo borda. No se por donde empezar. Había equilibrio de sabores, todos bien conjuntados, sin que uno destaque sobre los otros, como una sinfonía en la que todas las notas suenan a la vez armónicamente sin impedir que las demás se hagan oír. Cada uno de esos sabores haciéndose notar, dejando su impronta en la boca, pero sin desafinar. Había suavidad. El tiramisú está elaborado con elementos de carácter. A saber, café, chocolate, nata, amaretto, etc. Sin embargo era como si unos a otros se acariciasen para sacar lo mejor de ellos mismos. El bizcocho se fundía en la boca, el mascarpone estaba muy cremoso, sublime, había una nota de café y amaretto en el fondo de cada bocado, cuando todas las papilas se habían impregnado de los sabores grasos y apenas dulces de los otros elementos aparecían ellos despertando en el paladar la sensibilidad a los amargos sutiles y ponderados, pero manteniendo la armonía. Tal vez este haya sido un día de suerte, no se si volveré a probar otro tiramisú tan bien hecho, lo seguiré intentando cuando vaya, si no está igual seguro que estará muy bueno. Puede sonar exagerado, pero me da igual,  eso es lo que he sentido.