Cómo catar muchos y buenos quesos sin gastarse una fortuna.
El actual mercado de Colón, transformado en centro lúdico en torno a la gastronomía, es uno de tantos edificios modernistas de los que hay en Valencia. Para descubrir una buena representación de ello ver este enlace.
La moda de transformar estos edificios se ha extendido por todas las grandes ciudades de nuestra geografía, uno de los más conocidos es el mercado de San Miguel en Madrid. Aunque creo que en el Mercado de Colón de Valencia no se han sabido aprovechar bien todas sus posibilidades. Tratándose de un edificio magnífico no acaban de cuajar la mayoría de las iniciativas interesantes que se han intentado. Estoy pensando, como ejemplo, en el restaurante El Alto de Colón, recientemente cerrado, y otros negocios que le precedieron.
No obstante aún queda algo que nos puede despertar el interés para acercarnos hasta allí. Para mi gusto, lo mejor se encuentra en la planta baja. Un Osterbar, para degustar ostras frescas de la pescadería de Martín y Marí. ¡Y como no! El espectáculo de quesos, salazones y fiambres de José Manglano. El cual, también al lado de la tienda ha abierto un local donde degustar todos sus productos y algunos más.
En la carta existen casi todas las posibilidades para probar lo que hay en el mostrador de Manglano y algunas cosas más, en forma de ensaladas, platos calientes o fríos y conservas.
La carta de vinos es tan extensa como las existencias que tiene en la tienda. Lo que no está en la carta, si está en la tienda te lo sirven. La única limitación es que esté a la temperatura adecuada, si no es así ellos mismos te invitan a que elijas otra cosa. En mi caso opté por un Mas de Leda, un vino fantástico para mi gusto, con una excelente RCP. Aunque sé que no era el más adecuado para acompañar a la mayoría de quesos. Hubiera sido mejor un blanco con algo de cuerpo, que armonizan mejor con los quesos, pero pudo más mi impulso que mi raciocinio. El resultado es que el vino, a veces, anulaban los matices y aromas de algunos quesos. Pero de todo se aprende.
El local está montado de forma muy sencilla, es un espacio abierto en el sótano del mercado, con mesas sin vestir y sin ninguna pretensión al respecto. El servicio estaba un poco desbordado, sábado a mediodía, y tuve que esperar más de lo aconsejable.
Como el motivo de mi visita eran los quesos me centré en ello. Empecé con una tosta de gorgonzola. Fantástico queso italiano con el que me hizo reconciliarme José Manglano en una de mis visitas a la tienda del Mercado Central. Le comenté en aquella ocasión que no me entusiasmaba el gorgonzola (de los supermercados) y me dijo que no tenían nada que ver con el que él vendía. Desde entonces he vuelto a comer este queso.
Un cambio en el menú, para darle colorido y preparar el paladar. Una tabla de salazones. Mojama, hueva de Maruca y hueva de atún. Nada que comentar.
La tabla de quesos era mi razón fundamental para venir. Te sacan un carro lleno de quesos y tu eliges cinco. La tabla es para dos, pero no me importó. Los quesos elegidos, de derecha a izquierda, fueron: Camembert de pasta blanda con corteza enmohecida, elaborado con leche de vaca. Livarot pasta blanda semiprensada, corteza lavada y leche de vaca, origen Normandía. Torta del Casar de leche cruda de oveja. Munster pasta blanda, corteza lavada, leche de vaca, origen Alsacia. Stilton queso azul, leche de vaca, origen Inglaterra.
Todos extraordinarios. La tabla cuesta 13,50 euros, pero esta llevaba ración extra y costó 19,50 euros.
Para tomarlos se acompaña esta ración de pan tostado, presentado sencilla pero originalmente.
Me reitero en lo dicho al principio, una buena forma de probar quesos, para saber cual nos gusta más y poder a continuación comprarlo en la tienda que está allí mismo.