Epicuro decía que la felicidad consiste en vivir en continuo placer. Pues exactamente eso es lo que sentí durante tres horas al menos, en compañía de unos buenos aficionados a la mesa, a los cuales, en su mayoría, conocí en ese momento.
Auspiciado por el bloguero Enrique Ballester nos reunimos seis aficionados a la buena mesa en el restaurante La Mozaira, en el que ejerce como maestro de la cocina (hasta abril de 2014) nuestro amigo Luis Ernesto Yuste de Miguel, cántabro de adopción y natural y vecino de Chulilla, donde tiene un proyecto aparcado que espero que reactive pronto. L’entiscar.
Ernesto, como le conocemos los amigos, tiene tal modestia que se define como un aficionado a la cocina, pero ya no engaña a nadie, es un artista de los fogones y un buen creativo.
Estos fueron los vinos que acompañaron a la comida que nos sirvió. Primero un fino "Jarana" de Lustau, blanco Ossian 2009, champagne Pommery, cava Gramona Allegro, tinto Sentencia y para el postre Tokaji 5 putonios. El riesling hubo que devolverlo por TCA
Y estos los platos que disfrutamos, desde el primero hasta el último.
Tres aperitivos:
Calabaza y ortiguilla encebollada. Unas ortiguillas finas y crujientes como no las había probado antes.
Bacalao con tinta y morcilla. El bacalao en lascas y en croqueta recubierta de polvo de oro comestible. Un plato para recordar.
Ostra, apio, tomate granizado y manzana ¡Una ostra siempre es una ostra!
Dos entradas:
Carajillo de gin y floie. Una de sus creaciones clásicas, nunca falla. El foie cremoso y sabroso. Espectacular.
Alcachofa, espuma de hierbasana y sepieta. Un conjunto muy bien avenido, la crema de espinacas una gozada y la sepia gustosa.
Dos primeros:
Yuca, vieira, sopa de tomate y sardina a la andaluza. Fue visto y no visto. El punto de todos los ingredientes exacto. Hay que resaltar el contraste del punto ácido del tomate con el resto de los elementos.
Bonito caramelizado en teriyaki, fondo oscuro de sus espinas y tomate frito de miel de romero. Muy bueno, para los amantes del pescado poco hecho.
Pongo una foto del punto interior del bonito. Mucha técnica para conseguir esto en todos los platos, aunque el autor le quitase importancia.
De plato principal, paletilla de cordero con crema de patata ahumada, menta y reducción de sus huesos. Un cordero cocido a muy baja temperatura, durante muchas horas. Llevaba desde el día anterior en el horno.
Un postre espectacular por lo bueno que estaba, Cremoso de chocolate blanco y fruta de la pasión con sus semillas.
Me reafirmo en lo dicho, una velada especial por la compañía y por los platos que disfrutamos. Compartir mesa con unas personas que disfrutan con lo mismo que uno es un lujo, ojalá que podamos pronto volver a encontrarnos "atrapados" en una situación como ésta.
Gracias a Juan Gimeno, Rafa Viguer, José Fuster, Path Brow y por supuesto Enrique Ballester.
Y mi reconocimiento al buen hacer de Luis Ernesto.