Todavía en la ciudad de Almansa, le tocó el turno a este restaurante, que lleva más de sesenta años abierto. Su nombre se debe al apodo que tenía su fundador por lo bien vestido que iba siempre, como un “pincel” de ahí lo de Pincelín.
En esta tierra son muy dados a utilizar los diminutivos, sobre todo los acabados en –ico/-ica (¿una copica, un vasico de vino, un vinico…?) No hay frase en la que no aparezca un diminutivo de estos.
El local es bastante grande, decorado en estilo castellano y con las mesas bien vestidas, aunque demasiado cercanas unas a otras. Si a eso le añadimos que la acústica no es muy buena, se pierde mucho en confort. La vajilla y cristalería bien elegida.
La materia prima es de calidad y hay una atención especial por el marisco, de Santa Pola y Cambados. Aún estando a cien kilómetros de la costa hay buena oferta. Todo es cuestión de proponérselo.
La atención es correcta, aunque me pareció algo distante. Tal vez la cámara de fotos no gusta en todas partes. O tal vez tener el local lleno habitualmente provoca cierta relajación. Aunque nada es eterno. Tampoco nos preguntaron si teníamos alguna alergia, no es que estén obligados, pero es un detalle habitual en sitios de este nivel.
El camarero que nos atendió estaba un poco acelerado, seguramente ha confundido la efectividad en el servicio con una rapidez descontrolada. Mi camisa peligró en varias ocasiones, el mantel no se salvó. Pero esa no era la tónica general, el que se encargó de abrir el vino es un modelo a imitar. Cordial, atento y muy correcto.
Hay dos amplias salas, en dos plantas y varios comedores semiprivados.
La carta es bastante extensa, pero la rotación de la materia prima supongo que no será un problema, visto el aforo del restaurante y la alta ocupación. Era el día de San José. Como he dicho es destacable el apartado del marisco
Y el de los platos de la cocina manchega (gazpacho, gachamiga, caldo con relleno,…)
Los snacks, que ya nos estaban esperando en la mesa (¿), los típicos que habíamos probado en otros restaurantes de la zona.
El pan es bastante surtido.
La primera entrada, anchoa del cantábrico sobre queso fresco, pimiento asado y piparras. La anchoa destacaba sobre los otros ingredientes.
Alcachofa del “Pincho de Castilla” rellena y gratinada. No se me ocurrió preguntar que clase de alcachofa era.
Patata, rellena de una espuma de puré de patata y gratinada al horno.
Gazpacho marinero con rape, atún, gamba y almejas. Bien de sabor, también las almejas y las gambas, pero el rape y el atún eran difíciles de encontrar. Estaban, pero en dados minúsculos. El plato resulta original, está bueno, sabroso y sacia mucho.
La carta de vinos bastante extensa y representativa, además de equilibrada y con buenos precios. Para beber elegí un vino de Pago del Vicario, el 50/50. Una combinación a partes iguales de tempranillo y cabernet sauvignon. Ligero, aterciopelado y equilibrado, con notas perfumadas de frutas y un fondo de crianza en madera muy bien ensamblado. Acompañó perfectamente a la comida.
Mesón de Pincelín. Calle Norias 10. Almansa. Albacete. Teléfono 967 340 007.