Cocina de altura a precios populares!!!
Es obvio que lo importante cuando uno va a comer a un restaurante es que la comida sea de calidad y además esté bien elaborada. Pero hay otras muchas cosas que la hacen aún más agradable. Son todas aquellas que sin estar en el plato crean un ambiente de confort que nos hace disfrutar mejor de la comida. Empezando por el mantel sobre el que se apoya el plato, las copas que lo acompañan, la propia mesa y las sillas, la temperatura ambiente, incluso la música. Y no digamos ya el personal que nos presenta el plato y nos sirve el vino. Todo eso cuesta dinero, cuesta de mantener y cada día hay menos gente dispuesta a pagar por ello. Por eso los grandes cocineros de está ciudad tienen que estar inventando continuamente fórmulas que les permitan salir adelante. De ahí el trasiego de cocineros y restaurantes en este último año.
Uno de los que han cambiado de ubicación y entorno es Josep Quintana, ex chef del Restaurante Torrijos. Ahora está en un modesto y pequeño local desde el que sigue ofreciéndonos todo su oficio.
He dicho pequeño y modesto local sobre todo por las dimensiones, 60 metros cuadrados aproximadamente. A este espacio se han tenido que adaptar las mesas, que son realmente pequeñas. Y aunque las telas se han cambiado por el papel, las copas de la casa Spiegelau aportan un toque de distinción.
La decoración está inspirada en un ambiente rural. Hay apenas unas ocho o diez mesas, lo que permite al personal desenvolverse con sosiego, pero con eficiencia. El nivel de preparación es muy bueno y el trato cordial.
La carta está escrita en una pizarra a la vista de los comensales, aunque quien atiende la mesa canta los platos y explica como funciona. Hay tres menús, con unos platos principales a elegir y las entradas también se eligen. El primer menú es el de mediodía y se compone de tres entradas, un plato de arroz y postre. Su precio 24,50 euros. El siguiente menú llamado “Mercat de Russafa” lleva tres entradas, un plato principal de carne o pescado, a elegir, y postre. También por 24,50 euros. El tercer menú, de 34,50 euros tiene cuatro entradas, un plato principal a elegir, como en el anterior, una selección de quesos y el postre.
La carta de vinos es muy corta, como corresponde al tamaño del local, pero con referencias interesantes y buenos precios. Es conveniente dejarse aconsejar.
Se me recomendó este Matanegra, un tempranillo del 2011, procedente de viñedos de más de 80 años de la Ribera del Duero, con siete meses de crianza en barrica francesa, elaborado por la Bodega Pagos de Matanegra. Es muy agradable de tomar, con un paso de boca muy equilibrado y buen aroma.
El pan es un detalle que se cuida cada día más. En este caso se elabora en un horno cercano al restaurante según una receta propia de Josep Quintana. Estaba realmente bueno.
Empezó la comida con éste aperitivo de rúcula, cecina, parmesano y muesli, con una reducción de vino cabernet sauvignon, coronado por un tomate cherry glaseado. Un principio prometedor, aunque con unos sabores muy ligeros.
La primera entrada un excelente steak tartar con un punzante toque de mostaza. Me sorprendió que se sirviera en primer lugar, ya que después había platos más suaves y ligeros. La explicación es que el orden del servicio que ellos siguen es empezar por los platos fríos para acabar con los calientes. Es un criterio y yo estoy casi siempre abierto a nuevas experiencias.
Le siguió una falsa morcilla de sepia con sus huevas, con una base de puré de alcachofas y unos corazones de alcachofa fritos. A la vista parecía talmente una morcilla, pero en lugar de sangre estaba elaborada con la tinta de la sepia, arroz y cebolla. Las texturas de alcachofa muy bien.
Luego unas navajas con patatas, morcilla y yema de huevo tostada con soplete y corteza de pan. Las navajas llegaron un poco frías y el resto no sobresale.
La última entrada un espeto de salmonetes con berenjena ahumada y pimiento asado casero. Una variante del espeto que se elabora con sardinas y brasas. Plato sencillo que hace destacar a la materia prima.
De plato principal solomillo de ternera con texturas de calabaza (asada, praliné de las pipas y cruda) acompañado de brotes de remolacha.
Una selección de quesos antes del postre. De izquierda a derecha: Benasqués de leche de vaca de Huesca. Estrel, de leche de cabra, elaborado en Teruel. Blau de l’avi, de leche de cabra de Lleida. Peña Blanca, de leche de oveja de la quesería Los Corrales de Almedijar, Castellón. El que más me gustó el Estrel y luego el Peña Blanca, aunque los demás también estaban muy buenos. Iban acompañados de confitura de manzana, galletas y frutos secos. Se sirvieron a buena temperatura, un detalle importante y que pocos tienen en cuenta.
Para acompañar a los quesos, sobre todo los cremosos, he descubierto que me gusta el vino blanco. Hay muchas otras opciones, pero ésta es la que me resulta más apetecible. Un Rueda verdejo cien por cien, del 2012. Joven, fresco y aromático.
De postre torrija de jengibre con chocolate blanco Falso huevo frito de merengue y mango, con strudel al fondo. Crema de capuchino, con helado de turrón, galletas de poso de café y tejas de naranja, canela y sésamo. Excelentes.
Para acompañar el postre una copa de Tokay, tres putonios. Un broche excelente para ésta comida.
Restaurante Anerea. Calle Dr. Serrano 4. Teléfono 963 812 438.