Calidad del producto y tratamiento ligero en la cocina, resultado excelente
Cuando se trabaja con buena materia prima el éxito está casi asegurado, ya que lo único que hay que hacer es procurar mantener esas características en el resultado de lo que sale a la mesa. Ese me ha parecido el caso de este sitio en el que se aprecia que tienen claro este principio y lo llevan a la práctica. La carta es orientativa, ya que al trabajar según mercado no hay existencias de todo lo que figura en ella, y por eso prefieren cantar lo que tienen del día, sobre todo en el caso del marisco, ya que lo tienen si alguien lo encarga.
Las mesas del local están bien montadas y manteniendo unas distancias adecuadas. No obstante la cristalería es susceptible de una buena mejora. La mía tenía demasiado peso y llevaba la publicidad de una bodega en el pie. El servicio es correcto y atento, aunque el ritmo de salida de los platos fue algo rápido, en algún momento tenía dos platos para comer a la vez. Es preferible esperar a los platos y no que los platos me esperen a mí.
La carta de vinos tiene suficientes referencias y con unos precios bien ajustados. El vino que tomé todavía no figuraba en la carta. Este Fillaboa es un vino de Rías Baixas, por lo tanto elaborado con la variedad albariño. Es un vino con una acidez muy ajustada, que resulta fresco, fragante, con notas de frutas tropicales y cítricas. Me supo muy bueno.
Un clásico aperitivo mientras llega el primer plato. El pan es de calidad, un detalle que se va cuidando cada vez más en los restaurantes.
Para empezar unos chipirones tocados ligeramente por la plancha, acompañados de unas habitas con jamón. Estaban muy sabrosos y tiernos, no necesitaban siquiera el acompañamiento que llevaban, ya que no los podía mejorar. Unos chipirones magníficos.
Almejas abiertas a cuchillo sin más. Frescura y calidad eran sus señas de identidad. Buen tamaño y sabor a mar.
Después de las almejas un buen lavamanos, agua y toalla deshidratada. Afortunadamente no eran las toallitas perfumadas que contaminan de olor de ambientador a limón el resto de la comida, tan frecuentes en muchos otros sitios.
Puntillas con habitas y puerro. La culpa fue mía por pedir dos platos casi idénticos. Este también estaba bueno, casi tanto como los chipirones anteriores, aunque con un exceso de aceite en el plato.
Fuera de la comanda me ofrecieron probar el atún. Estaba en la línea de todo lo anterior, buena calidad y buen punto. Se aprecia el color interior de la carne. Estupendo. Buena opción para la próxima vez.
Para finalizar, aunque ya resultaba difícil poder comer algo más, ya que las raciones que han salido eran todas individuales, un buen pedazo de lubina salvaje (la pieza entera pesaba más de tres kilos, según me dijeron) El trozo servido era una cuarta parte de la pieza. Sabrosa y en su punto también.
Después de esto ya solo pude tomar un café, desconozco por lo tanto como son los postres.
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