Esta es la despedida de mi viaje por tierras de Cádiz. El regreso lo he realizado pasando por Barbate, la tierra del atún de almadraba. Además en plena temporada. Después de hacer una visita al mercado municipal, viendo las excelentes piezas de atún rojo que había en los puestos. Cuando ya había hecho boca, me he dirigido al restaurante recomendado por varios amigos, gracias a todos.
"El Campero", en la Avenida Constitución número 5 de Barbate, teléfono 956432300. Os aconsejo que reservéis mesa, pues, aunque el local no es nada pequeño, ya que tiene tres comedores interiores, una terraza exterior y una zona intermedia, como una especie de galería, donde me colocaron a mí, se pone a tope, incluida la barra. La verdad es que he tenido suerte todos los días, nunca me he quedado sin mesa, y eso que algunos sitios se llenaban.
El local tiene buenas instalaciones, incluidos los aseos, yo considero que es una pieza importante para saber como estará la cocina. La barra es espectacular, con muestras de pescados de medio metro de tamaño. Estuve un buen rato salivando en la vitrina. Es un establecimiento luminoso, como corresponde a una localidad costera. Las mesas amplias, bien vestidas, con buena vajilla, cubertería y cristalería adecuada.
El servicio muy eficiente, y abundante. Con buena preparación y ayudando en la elección del menú, con buen criterio. Me voy a detener un poco en este aspecto.
Yo iba dispuesto a ponerme hasta las cejas de atún rojo, pero me dijo la persona que me atendía que el atún es un pescado muy graso y podía resultar un poco pesado si tomaba mucho. Me recomendó medias raciones y que acabase con un pescado diferente. Reconozco que estuvo muy acertado. Acabé satisfecho, complacido y bien comido.
Al principio me sirvieron de aperitivo, detalle de la casa, un aliño de atún. Una especie de salpicón con unos pequeños taquitos de atún, muy ligero y refrescante.
Había varios platos de atún en la carta de inspiración japonesa, con diferentes grados de hechura, es decir, crudo, macerado y medio hecho. Elegí el crudo, media ración de sashimi de ventresca de atún, del auténtico (¿) que los japoneses llaman toro, según me aseguró. Acompañado de una salsa de soja con wasabi. Excelente. Estaba cortado en piezas rectangulares de dos por tres, y medio centímetro de grosor. En la foto se aprecia la infiltración de la grasa en la carne. Como el jamón ibérico, ni más ni menos.
Le siguió otra media ración de la pieza mas codiciada del atún rojo, el morrillo. Después de probarlo lo entiendo. Corresponde a las dos partes superiores de la cabeza. Es una pieza jugosa, muy tierna, que no requiere casi ser masticada. Se hace a la plancha, sin aceite ni nada, solo sal, ponerle algo más sería una barbaridad. ¡Qué lejos está Barbate!
Para finalizar me había recomendado un pescado diferente, acordamos que fuese salmonete. Me sorprendió cuando vino a enseñarme la pieza que habían elegido antes de cocinarlo, por si me parecía bien o prefería dos más pequeños, me pareció bien. También me pregunto si lo quería desviscerado y desescamado o tal cual. En este punto ya estaba alucinando.
Con algo de escepticismo me dispuse a comerme el salmonete de 225 gramos que me sirvieron, ya que después del atún pensaba que no me iba a decir nada. ¡Pues te equivocaste Paco! Me estuvo exquisito. Suave y sabroso. Diferente pero muy bueno.
Estos platos los acompañe de un albariño Granbazán etiqueta verde, muy buen compañero, aunque el atún hubiera resistido perfectamente cualquier tinto joven, pero en atención al salmonete me quedé con el blanco.
De postre, uno de chocolate. Lingote con sopa de menta y helado de regaliz. ¡A que suena bien! Pues estaba mejor. El lingote era una especie de turrón, con algo de frutos secos y toffe o café. Pero el helado de regaliz era algo impresionante.
Todo por 49,40 euros, por persona claro.
Si alguna vez me pierdo buscarme en Barbate.