El edificio de éste restaurante es una preciosidad, es un palacete en pleno barrio de Russafa, en la calle de Pedro III el Grande número 11, en 46005 Valencia, teléfono 963 334 749. Tiene dos plantas y una terraza. Curiosamente la planta de arriba, que es la mejor decorada y mas deseada para comer, no la habilitan en tanto no han llenado la planta baja. Al menos siempre dicen que no está abierto y abajo sí hay sitio. A nosotros no nos dejaron comer arriba.
Otra curiosidad de este restaurante es que en la terraza no puedes comer lo mismo que dentro, tienen cartas distintas. En la terraza predomina la comida más informal.
El interior tiene una decoración característica del principio del siglo XX. Como se trata de una vivienda de esa época la distribución es clásica, planta en cruz con comedores distribuidos en todos los espacios útiles, excepto el destinado para la cocina y una barra que hay en el centro de la estancia nada más entrar.
El espacio entre las mesas es adecuado, están bien vestidas con manteles de tela y su equipamiento es correcto en cuando a cubertería y vajilla, ésta de la marca que lleva suministrando a la hostelería valenciana durante muchos años, Cris-Adam. La excepción son las copas que necesitan mejorar.
La iluminación natural está reforzada por luz artificial, ya que las ventanas del comedor en el que estábamos las tenía cerradas. La vista desde ellas se limita a ver las fachadas interiores de unas enormes fincas que han construido muy cerca de éste edificio. Más vale que permanezcan cerradas.
La carta de vinos no es muy extensa pero te puedes apañar bien, hay suficiente donde elegir. Nosotros tomamos primero un blanco José Pariente 2008, variedad verdejo de la DO Rueda, de la Bodega del mismo nombre, anteriormente se llamaba Dos Victorias, aún lleva en las etiquetas el antiguo anagrama. En ésta se aprecia. Un vino que me encanta y que siempre que puedo lo recomiendo. En el restaurante Europa de Pamplona también me lo ofrecieron como sugerencia, recomendándolo por su calidad. Precio pagado 18 euros.
Después tomamos un tinto Tobía selección 2005 de Bodegas Tobía de la DO Rioja, con un 85% de tempranillo y un 15% de otras variedades. Aquí tenéis la hoja de cata oficial. Ésta botella era de 50 cl. Precio 13 euros.
Los dos vinos estaban muy buenos, con la práctica se empieza a fallar menos a la hora de elegir. El primero acompañó a las entradas y un plato de pescado y el segundo a un plato de carne.
La carta de platos es atractiva, sin ser muy extensa. De entrada nos pedimos una ensalada de vieira que resultó bastante rica, abundante y bien presentada. Incluso con unos fideos de puerro frito encima. Precio 12 euros.
Cuando apenas habíamos empezado con la ensalada ya teníamos en la mesa los berberechos. No entiendo por qué cuando pides dos entradas para compartir te las tienen que servir las dos a la vez. Hay restaurantes que éste detalle lo tienen muy en cuenta y hasta que no has acabado la primera entrada no te sirven la siguiente. Hubo que decidir dejar la ensalada de vieiras y comer los berberechos antes de que se enfriasen. Incongruencia, el plato frío después del caliente. Yo lo prefiero al revés. Los berberechos, son unos moluscos muy sabrosos y delicados, que requieren un punto de cocción muy justo, porque si se hacen más de lo debido se vuelven gomosos. Éstos no llegaban a eso pero estuvieron cerca. Viendo la foto me pregunto ¿dónde fue a parar la piel del limón? Les hubiera aportado un exquisito aroma a los berberechos. Precio 14 euros.
El plato de cogote de merluza, que iba acompañado de un milhojas de patata y unos pimientos del piquillo, estaba correcto, sin entusiasmar. Avisé que la quería poco hecha pero salió un poco más de lo que yo pedí. Precio pagado 20 euros.
El magret de pato bien hecho, acompañado de la misma guarnición que la merluza y una abundante salsa. Estaba bueno. Precio 16 euros.
De postres pedimos una tarta tatín y un sorbete de frutas tropicales. Estaban bastante buenos, aunque nos pareció que el precio era alto, seis euros cada uno.
El detalle final fue memorable. Estábamos solos en el restaurante desde el principio, era un domingo de agosto a mediodía y no había entrado nadie más. A las 16 horas y 20 minutos vinieron a decirnos que en 15 minutos cerraban. Era esa hora porque la miré, ya que me sorprendió bastante. Es la primera vez que me echan de un restaurante a una hora tan temprana. Así que nos acabamos los postres y el café rápido, pedimos la cuenta y nos fuimos. Menos mal que cumplimos con el horario, la factura está marcada con la hora 16:25:15. ¡Uf!