El lunes 25 de mayo, con motivo de la visita a la fábrica de elaboración de la cerveza Rosita, en Alcover (Tarragona), por imponderables ajenos a nuestra voluntad nos vimos haciendo una parada en la localidad de Montblanc, capital de la comarca de La Conca de Barberá, Tarragona. La población conserva sus murallas casi íntegras, hay una pequeña parte que está restaurada, pero tiene un atractivo y un aire de población medieval que a mí me encanta.
Buscamos asesoramiento para comer y, tras algunas orientaciones que consideramos fallidas, decidimos buscar un sitio conocido por uno de los miembros de la expedición. Fuimos a El Molí del Mallol. Es un antiguo molino de yeso muy bien restaurado que se encuentra en el exterior de las murallas de la ciudad, concretamente en la carretera de entrada a MontBlanc, en la dirección Muralla de Santa Anna, 2, teléfono 977.860.591.
Tiene un amplio aparcamiento a las puertas del restaurante, el edificio es muy visible y amplio. Tiene varios salones y capacidad para 500 personas.
El interior del comedor que conocimos esta atravesado por grandes arcos que le dan un aspecto impresionante. Es luminoso, pero lo encontré un poco recargado de objetos ajenos a la restauración, hay una colección de radios antiguas y algunas otras cosas que para mi gusto sobran.
Las mesas están muy bien, además de ser espaciosas, se encuentran bastante separadas entre sí. Como los techos son bastante altos y están atravesados por los arcos citados, la rumorosidad es muy baja, no se perciben conversaciones ajenas, aunque es cierto que no había mucha gente.
Las mesas tienen buenos manteles, y están bien equipadas. La cristalería puede mejorar bastante.
El servicio es suficiente, eficiente y oportuno. Nos cambiaron el servicio con cada nuevo plato y nos describían el contenido de cada uno al presentarlo en la mesa.
La carta está estructurada de forma clásica, apartados de entradas, especialidades locales, carnes a la brasa, carnes, pescados y postres. Entre las especialidades destacan los caracoles, "a la llauna", a la pimienta, etc.
La carta de vinos es extensa, con una amplia representación de vinos de la comarca de la Conca de Barberá y de las colindantes denominaciones de origen, Montsant, Priorato, Costers del Segre, Penedés, Pla de Bagés, etc. Después una buena representación de las denominaciones de origen españolas más conocidas. Me pareció una carta de vinos bien estructurada y muy completa, además con predominio de vinos poco conocidos, hasta el punto que tuvimos que pedir asesoramiento, el cual resultó bastante acertado. Nos aconsejaron un Carlania 2007, de la D.O. Conca de Barberá, vino elaborado por la bodega del mismo nombre, con las variedades "ull de llebre" (tempranillo en Cataluña) y trepat. La ficha de la bodega indica que lleva también un 20% de merlot, pero las etiquetas de la botella no lo indicaban. La variedad trepat es autóctona de las zonas de la D.O. Costers del Segre y de la D.O. Conca de Barberá. El vino de vivo color rojo cereza, era afrutado en nariz, y amable de tomar. Mostraba las características propias de un vino joven de hechura interesante y cuidada.
Después de estudiar la carta decidimos encargar de primeros, por una parte canelones de setas con bechamel trufada, que estaban realmente buenos y suaves, además de abundantes, pues nos pusieron cuatro canelones en cada plato. El otro encargo de primer plato fueron los típicos caracoles "a la llauna". También una ración abundante, acompañados de una tarrina de ajoaceite, bien condimentados y sabrosos.
Los segundos platos fueron unas manitas de cerdo deshuesadas y rellenas de botifarra negra, envueltas en un atillo de pasta crujiente, bien aderezadas de canela y otras especias. Otro de los segundos platos que pedimos fue cabritillo a la brasa. Para nuestra sorpresa nos sirvieron chuletas de cabritillo, pensábamos que iba a ser otra cosa, paletilla o pierna, pero aquello era cabritillo claro, acompañado de verduras como guarnición. Este plato no estuvo bien. Algunas de las chuletas estaban muy quemadas. Es cierto que la carne de cordero se toma más bien crujiente que poco hecha, pero nunca quemada, Las verduras de la guarnición estaban resecas. Estuvimos comentando estos detalles del plato y llegamos a la conclusión de que lo habían elaborado demasiado pronto y tuvieron que volver a colocar la carne en las brasas y las verduras en la salamandra (horno especial para mantener los platos calientes), con lo que se pasaron las dos cosas.
Los postres cambiaron la tónica de los platos de carne, pedimos un carpaccio de piña con helado de coco, que estaba muy bueno y un pecado de chocolate, en el que había varias texturas y resultaba también muy apetitoso.
Para final un buen café y 48 euros por persona que tuvimos que pagar.
Conclusión, a pesar de haber comido bastante bien, la presentación de un plato en malas condiciones, como fue el caso del cabrito a la brasa quemado y con unas verduras resecas por el recalentado, ensombrece toda una comida. No obstante los demás platos estuvieron bastante buenos. Estoy convencido de que cuando se pide carne hay que especificar como se quiere, aunque ésta sea labor de los profesionales que atienden las mesas.