A veces sales de un sitio y no te sientes conforme del todo, tienes la sensación de que las cosas no han rodado bien. Y si encima has pagado un precio que no te parece ajustado a lo recibido, aún se acusa más esa insatisfacción.
Eso me ocurrió en éste restaurante. Está en la Playa de Canet D’En Berenguer, 46529, en el Paseo 9 de octubre, número 27. Teléfono 962607800. Pertenece al hotel del mismo nombre, o viceversa.
Está a orilla de playa, aunque no se ve el mar, debido a la cadena de dunas naturales que existen. Pero aún así es bonito, además era de noche y la luna estaba en su fase llena.
Las mesas de tamaño adecuado, equipadas con buenos manteles y vajillas, pero deficientes las copas, todas iguales, sean para vino o para agua, de pequeño tamaño y de la marca ARC. Estoy seguro de que el capítulo de roturas es importante en un restaurante, pero no creo que eso justifique la utilización de este tipo de cristal, cuando muchos otros sí han apostado por ese cambio en la calidad del servicio. Cambio que queda mucho más justificado cuando el vino lo requiere y el coste del servicio del mismo incluye el margen de posibles roturas.
La carta de platos tiene buenas y suficientes propuestas y la materia prima es de muy buena calidad, como después pude comprobar.
No ocurre lo mismo con la carta de vinos que no es más que un apéndice de la anterior, en la que hay una exigua lista de vinos sin ningún interés, al menos para mí. Tuvimos que recurrir a un albariño de Rias Baixas, el Gran Bazán ámbar. Un vino que no me dijo nada, aunque no hay que culparle a él de todo, ya que la copa es un elemento muy importante para apreciar el vino y en este caso no era ni de lejos la mejor compañía. Precio 17 euros. Hay que decir que fue servido en cubitera.
Éramos dos personas y nos pedimos dos entradas y dos segundos.
Las entradas consistieron en unas almejas a la marinera, que estaban realmente buenas. Pero pedimos una cuchara para poder servírnoslas, cuchara que no llegó nunca y que su ausencia nos obligó a comerlas directamente del plato del centro. Menos mal que había confianza entre los comensales.
La segunda entrada llegó antes de que terminásemos la primera, con lo que el dilema está planteado. ¿Qué dejo enfriar el primero o el segundo?
Nos dimos prisa con las almejas y empezamos lo antes posible con las cigalitas con jamón ibérico. Estaban también muy buenas, jugosas y en su punto, aunque frías. Seis cigalas, que no cigalitas, que eran una muy buena ración. Pero también tuvimos que servirnos a nuestro aire, ya que tampoco nos trajeron cubiertos de servicio.
Después vino el segundo plato, pedimos doradas en dos elaboraciones. Una sencillamente a la espalda y la otra en una brocheta.
De la elaborada a la espalda poco que decir, solo que no llevaba suficiente sal y estaba fría, por lo demás tenía buena calidad.
La otra era una presentación más original, un lomo de dorada ensartado en una brocheta y rellena de gambas, con una salsa con sabor a curri, correcta pero sin mucha originalidad, recordaba a cualquier otra salsa con nata. 18,20 euros cada una.
De postre pedimos un único brownie de café, al que no se le notaba la diferencia con el de chocolate. Era para compartir y no nos lo terminamos, por falta de entusiasmo, no por que no estuviese bueno.
En conclusión, 93,40 euros dos personas, con bastantes altibajos, sobre todo en el orden de salida de los platos ya que unos salieron demasiado pronto y otros salieron fríos. El ritmo es importante, la cocina no puede mandar sobre los comensales. He dicho en muchas ocasiones que prefiero esperar a un plato a que éste me espere a mí, sea en la mesa o en la cocina. La falta de cubiertos para servir también es un detalle a tener en cuenta. Sobre todo cuando los has reclamado.
He pagado cantidades mayores por una cena de este tipo, pero las recuerdo con más satisfacción.