Éste es un restaurante pequeño, en el que predomina el color blanco, con una decoración a base de fotografías sobre escenas del mundo del vino. La iluminación es tenue, por eso las fotografías no tienen la calidad deseable, la música suave. Al fondo del local se encuentra una enorme cava de vinos acristalada, frente a la barra y la cocina, que está abierta y a la vista de los clientes.
Está en la calle San Vicente 209, (cruce con Avenida Giorgeta) de Valencia, teléfono 963423236.
Sus mesas son pequeñas, aptas para solo dos personas. Las copas muy adecuadas y variadas según el tipo de vino, como corresponde a un local donde se le trata muy bien. Raúl es un gran especialista.
La carta de vinos, que es muy extensa, está organizada por variedades de uva, lo cual resulta muy original, aunque supongo que algo complicada para los no iniciados. No obstante con el asesoramiento del personal no hay problemas para acertar con el vino adecuado. En lugar de detallar su contenido, se puede ver directamente aquí
La carta de platos no es muy amplia, pero bastante sugerente. Con un cuerpo principal de tapas y algunos otros de más consistencia, bacalao, chuletas, etc, para tomar como principales. Actualmente tienen un menú de mediodía y otro de noche, ambos de martes a jueves, que cambian semanalmente, a precios muy competitivos. El primero a 12,80, a elegir entre tres primeros y tres segundos, postre o café, y el de la noche, cuatro platos y postre o café, a 19 euros. Bebidas aparte, con posibilidad de maridar cada uno de los platos con un vino diferente.
Actualmente (año 2023) ofrecen tres tipos de menú que varía en el número de platos, de dos a cuatro.
El tema de los vinos por copas es el fuerte de la Cepa Vieja, tiene una variedad bastante amplia para ofrecer por este sistema. Incluso puede vender a precio de tienda algunos de sus vinos de la carta.
Yo fui por la noche y escogí el menú “picaeta”, consistió en una ensalada de salmón con fresas y aguacate, aliñada con mostaza y miel. Un juego de sabores muy bien ensamblado.
De segundo unas croquetas caseras de pescado blanco, bacalao y piñones que estaban muy correctas.
Después el plato que más me gustó, un “strudel” de morcilla y manzana con sirope de moscatel. El strudel es un tipo de postre alemán, elaborado con hojaldre o pasta filo, relleno generalmente de manzana. En este caso se le ha añadido al interior la morcilla, convirtiendo el postre en un plato salado. La masa estaba estupenda, crujiente y sabrosa. El interior muy equilibrado y el sirope de moscatel era el contrapunto que sorprendía en la boca. Iba acompañado de una perfecta guarnición de puerro y zanahoria fritos. Las guarniciones es un asunto muy descuidado por muchos restaurantes, se olvidan a veces que tiene que estar a la altura del alimento que acompañan. Con facilidad se recurre a unas patatas grasientas o acartonadas, o peor aún a vegetales de dudosa procedencia.
Como había un plato de queso en el menú, solicité que me lo uniesen con el postre, a sabiendas de que salirse de lo programado supone la posibilidad de perder el ventajoso precio establecido de antemano.
La tabla de quesos compuesta por Cecilia me hizo feliz, soy un gran aficionado a los quesos. El primero fue de oveja al vino tinto, pero no en la corteza como los de Murcia, sino en su interior, era de Tembleque, Toledo. El mas suave de todos.
El segundo, Tofio canario, un queso de cabra al pimentón. A éste ya le noté un ligero picor en la lengua. Después vino el gamero ahumado, un queso de cabra de la isla canaria de Gomera. Para mí el mejor de todos. Le siguió otro queso canario, del Valle de la Orotava, también de leche de cabra.
A continuación le llegó el turno al queso valenciano Heretat de Pere, de Quatretonda. Éste lo he probado en otras ocasiones menos curado y me gusta más, estaba bueno pero gana en matices y sabor si está algo más tierno. A mí me gusta más.
Luego otro queso canario, de la isla de La Palma, un impresionante sabor animal, procedente de la leche de cabra. Fantástico también.
Para acabar dos quesos de Almedijar, Castellón. Estos son los más conocidos por mí, de la quesería Los Corrales. El primero el Peñas Blancas, elaborado con leche cruda de oveja, con un intenso sabor y un final picante. El último fue un tronchón añejo, elaborado con leche cruda de cabra. Nada que ver con el típico que habitualmente consumimos.
Todos los platos fueron acompañados por los vinos sugeridos por Raúl. Para la ensalada un blanco de Villarrobledo, de Bodegas Aresan. Elaborado con seis variedades blancas. Muy adecuado para la ensalada.
Para las croquetas me sirvió un Pouilly-Fume del Loira, no recuerdo la bodega. Muy rico. Con el strudel vino la bomba de la noche, un tinto de Chinchilla, Palarea, elaborado con Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah. Una explosión de aromas en nariz y mucha consistencia en la boca. Creo que es el primer vino elaborado por esta Bodega. Compré una botella para casa y así beberlo muy pausadamente.
Con los quesos tomé un Gewutztraminer de vendimia tardía de Bodegas Adam de Alsacia. Un vino ideal para acompañar a los quesos.
El café bueno, pero cápsula de Nespresso. Pero es bueno, aunque me pese.
Precio final, 19 euros por el menú picaeta, y 14 euros por los vinos y el café.
PD. Como estoy adherido al código cocina, y en atención al principio cuarto del mismo, tengo que declarar que el establecimiento conocía mi condición de usuario de un blog. Aunque el menú que tomé y su precio era el establecido y fue el mismo que tomaron otros usuarios esa noche.