Viernes por la noche, restaurante en el Barrio del Carmen, calle Sogueros número 5, 46003 Valencia, teléfono 963.235.163. Con reserva pues se llena fácilmente. La calle es poco conocida aunque está muy cerca del mercado de Mosén Sorells, esquina del restaurante La Carme.
Es un restaurante de cocina mediterránea, la cocinera es francesa, de ahí su nombre. El nivel de la cocina es bueno, aunque la carta no es muy extensa, hay un surtido suficiente de platos para poder elegir sin problema, hay ocho o diez entradas y otros tantos platos principales. Los postres son exquisitos, al menos los que probamos nosotros.



























De la carta de vinos no puedo hablar, por que no hay, pero es que no hace falta, tienen dos vinos, Viña Zaco de Bodegas Bilbaínas, Rioja y Castro Bergidum, un tinto joven de mencía de la DO Bierzo, 14 euros. Escogimos este segundo por la novedad, pero después de beber la primera botella echamos en falta alguna opción más. Nos dijeron que no tenían más oferta por falta de espacio. Pedimos que nos enfriaran el vino y no hubo ningún problema.
El local es pequeño, con las mesas bastante próximas entre sí, apenas hay siete mesas, de dimensiones adecuadas para dos personas, bien equipadas, excepto por las copas que deberían mejorar. Aunque teniendo en cuenta la política de vinos es difícil que las cambien. Nuestra mesa, que estaba preparada para ocho personas, se movía mucho, seguramente por que tenía un tablero para agrandarla que no estaba bien sujeto.
El local es muy ruidoso, no había música, con buen criterio, pues solo las conversaciones ya eran molestas y obligaban a subir el tono de la voz.
El servicio atento, diligente, amable y próximo, sin excesos.
Como aperitivo, por cuenta de la casa, nos sirvieron unos chupitos de gazpacho andaluz correctamente elaborados.
Elegimos tres entradas para compartir y, con buen criterio, nos dosificaron la cantidad en función de los segundos que encargamos.
La primera entrada fue una ensalada templada de berenjenas con virutas de parmesano. Me pareció muy bien combinada, las berenjenas a la plancha, en su punto, acompañadas de tomate fresco a la brunoise y las lascas de parmesano. Buen principio.
A continuación un revuelto de boletus con foie (¿mi cuit?). Correcto. Después unas alcachofas gratinadas y rellenas, también de foie, mejor dicho mi cuit o crema de foie. Tiernas hasta la última hoja, se comían enteras sin ninguna dificultad. Fuimos conscientes de la repetición del foie, pero ¡nos sacrificamos!. Para las alcachofas quisimos cambiar de bebida, pues es bien sabido que el vino es mal compañero, pero lo único que había era cerveza de grifo Mahou. Y eso que bebimos, por que el agua no entró en nuestra consideración.
De platos principales tomamos brochetas de atún, carrilleras de cerdo, presentadas en una elaboración clásica, y capón relleno. Todo estaba correcto, si acaso el atún algo pasado de punto, y el capón a mí me resultó algo seco, aunque parece que fui el único, los demás lo encontraron en su punto. Es uno de los problemas de las aves, al hornearlas es fácil que queden poco jugosas. Iba acompañado de una buena farsa con los menudillos y pasas.
Los postres brillaron a gran altura, al menos los que tomamos nosotros. Por una parte pedimos tiramisú de fresa, que estaba realmente exquisito, con su bizcocho con sabor a café y el mascarpone con sabor a fresa, una combinación fresca y muy original. Pero el otro postre, la tarta tatín estaba excepcional, es la mejor que he probado nunca.
El café correcto también, lo cual en muchos restaurantes no resulta habitual.
Precio por persona 35 euros.
En conclusión una cocina con potencial que no se merece el local en que se sirve. Si no os importa el ruido y la falta de vinos, este restaurante os gustará.