En mi primer día de estancia en Salamanca tuve la ocasión de conocer la feria que se organiza por estas fechas. Uno de sus alicientes es la instalación de infinidad de puestos de tapeo por toda la ciudad. Son instalados por los propios restaurantes locales, bastante abundantes, son pocos los que faltan a esta cita, seguramente para tener la oportunidad de darse a conocer entre los estudiantes que van a pasar varios años entre ellos. Si el último censo de población de Salamanca de 2001, hay que tener en cuenta que estos se realizan cada diez años, es de 156.368 habitantes, la llegada de los estudiantes supone un incremento de población repentino de un 25%, aproximadamente, unos 40.000 estudiantes, y eso es un sector de mercado muy importante.
Entre los puestos instalados me llamó la atención el de La Hoja 21, tenía unas tapas nada corrientes. Espuma de morcilla con jugo de pimiento asado, brandada de bacalao con polvo de aceituna negra, etc. Así que decidí hacerles una visita en su local habitual.
Dicho y hecho, el restaurante está en la calle San Pablo 21, en 37002 Salamanca, teléfono 923 264 028.
El local es un antiguo convento, en el que se combina un estilo moderno con un mobiliario clásico muy elegante y con buen gusto. Tiene dos comedores pintados de colores fuertes, rojo uno y verde el otro, pero muy acertados. Abunda la decoración con cristal, empezando por la fachada y continuando en el interior. Las mesas bien equipadas y las sillas cómodas y elegantes.
El servicio es muy correcto, con profesionalidad y saber hacer. Aunque la descripción de los platos al servirlos es algo escueta.
La carta es interesante, estilo moderno a partir de materias primas de calidad sin abandonar los platos tradicionales actualizados y aligerados. Tiene un menú degustación elaborado con platos de la misma carta, por un precio de 33 euros más iva. El que me sirvieron a mí tenia un ligero inconveniente, se repetían el marisco en varias ocasiones y faltaba algún plato más de la tierra.
La carta de vinos bastante interesante, me centré en los de la tierra y elegí un Novellum 2006, de la Bodega Rejadorada. Un vino de la DO Toro, elaborado con tinta de toro, criado durante 12 meses en barricas de roble francés, americano y húngaro.
Con 14,5º. Buen color, bastante oscuro, con intensidad aromática y potencia en boca, manteniendo un equilibrio entre la fruta y los aromad de la crianza. Acompañó muy bien a todos los platos, incluso al marisco, gracias a las suculentas elaboraciones utilizadas en los mismos.
De aperitivo me sirvieron un crujiente de langostino, sabroso pero sobrado de grasa, le faltó un ligero reposo en papel absorbente, la cuchara llevaba un charquito de aceite.
El primer plato fue una ensalada templada de salmón. Muy rico. El salmón envolvía el contenido de la ensalada y venía cubierto de una crema que lo hacía muy apetitoso. Buen plato.
El segundo era una bolsita rellena de queso y gambas. Estaba bien realizada pero resulta un plato bastante conocido y habitual. El queso me encantó, las gambas casi pasaron desapercibidas, tal vez algo menos de cocción habría favorecido que destacase algo su sabor marino.
El plato que continuaba fue un risotto de setas, berenjenas y rúcula. Exquisito. El arroz en su punto, muy equilibrado el sabor del queso en el conjunto y las verduras y las setas estupendas. Me sorprendió agradablemente la utilización de la rúcula en el arroz. Al principio pensé que eran espinacas, pero como dudaba pregunté y me aclararon lo que era.
Continuó la comida con un crep de txangurro (centollo). Sorprendente plato en tierras castellanas, sobre todo con su denominación vasca, pero se explica desde la perspectiva de que el menú no está concebido para forasteros que buscamos cocina con raices autóctonas, sino que también, en su mayor parte, cocinan para residentes que, evidentemente, quieren degustar platos de origen distinto también.
El plato estuvo muy bueno, iba acompañado de una salsa tipo velouté que le daba cierta consistencia, lo digo por el vino.
El último plato de salado fueron unas manitas de cerdo rellenas de langostinos. Estaban correctas pero sin llamar la atención. Incluso la parte baja de ambas tenia unos restos de algún liquido o salsa que se había tostado por exceso de calor.
El postre excepcional. Plátano asado con granizado de cava, jugo de fresas y ralladura de naranja. Exquisito y muy equilibrado. Excelente juego de texturas y sabores. Me llamó tanto la atención que no me dio tiempo ni de hacerle una foto. Lo siento.
Al final un café bien elaborado.
En conclusión un buen sitio para comer en Salamanca, una cocina moderna y bien elaborada en un acogedor entorno, con unos precios asequibles y buena relación calidad precio.