Local amplio, con bastante concurrencia para ser lunes, lo cual es un indicativo de que funciona. Habría casi el 50% del local ocupado. Está en la calle Polo y Peyrolón número 5, esquina con la calle Ernesto Ferrer. Valencia. Teléfono 963 606 348.
Las mesas son de un tamaño adecuado, pero la que nos tocó a nosotros fue la peor situada, metida en un rincón y pegada a la pared por uno de los laterales, mi compañero de lado y yo teníamos el respaldo de la silla a cuatro dedos de la pared, lo que implica que para salir tenía que levantarse el de fuera para que pudiese salir el de dentro. Si vuelvo pediré otra mesa, pues había bastantes vacías y muy bien situadas.
El local estaba bien iluminado, estábamos en la zona de no fumadores, no había música ambiente o desde nuestro sitio no se oía.
El servicio bien, con profesionalidad, excepto al principio que se despistó con el vino.
Las mesas "casi" bien vestidas, ya que solo les ponen un camino de mesa y se les ven todas las vergüenzas. Ya he dicho en otras ocasiones que no me gusta este tipo de mantel si no va acompañado de uno completo debajo. De esa forma me gusta mucho el contraste. Vajillas y cuberterías correctas.
Las copas de dos calidades diferentes. El primer vino lo tomamos con las omnipresentes ARC France y curiosamente para el segundo nos pusieron unas Schott, que tienen una calidad mas que aceptable. El detalle de la sustitución de las copas con el cambio de vino excelente. Es lo que se debe hacer, pero se ve con tan poca frecuencia, que cuando alguien lo hace me entusiasmo.
La carta de vinos bastante extensa, con referencias para todos los gustos, incluidos champagnes y algún, poco, vino francés. Una gran representación de todos los rincones de España, hasta los menos conocidos vinos de la tierra. Los precios normales tirando a un poco altos. El servicio del vino se limitó al descorche y la cata. Pedimos cubitera para enfriar los dos tintos y la tuvimos. La primera botella llegó a la mesa cuando ya habíamos terminado el primer plato.
El primer vino que tomamos fue uno de Madrid, el Tagonius crianza 2004 (20 euros), que yo personalmente ya había probado en otras ocasiones, pero mis compañeros de mesa no lo conocían y me apetecía que lo probasen. Elaborado con tempranillo, cabernet sauvignon y syrah. El vino tiene un color espléndido, rojo picota casi negro, con un aroma muy complejo, recuerdos de fruta madura, especias, toffe, chocolate amargo y algo de mineral. Una auténtica sinfonía aromática. En la boca es muy redondo, con unos taninos dulces muy bien integrados, igual que el alcohol, que a pesar de sus 14 grados pasa muy bien. De posgusto largo y retronasal afrutada y de toffe.
El segundo fue el también muy conocido, Juan Gil 2007, de Jumilla. Un vino que gusta a todo el mundo y con una excelente relación calidad precio (17,12 euros). Detalles aquí.
La carta de platos, calificada por la mayoría de los comensales como tradicional, con una vocación de tapeo para la noche y algunos sugerentes platos de caliente, más propios de mediodía. La carta es bastante amplia, se puede consultar aquí, con bastantes platos con materia prima del mar, lo cual suscitó un debate sobre la conveniencia o no de tener cartas tan extensas con materia prima tan perecedera. Bueno, dejo la cuestión planteada.
De primero pedimos cuatro montaditos de steak tartare, que estaban realmente buenos, nos gustó a todos. Bien sazonado y especiado, sabroso, jugoso y tierno. La carne nos pareció muy fresca. El pan tostado de bolsa, para mi gusto, desmerecía un poco para tan exquisito bocado. Sin embargo el que sirvieron en la cesta estaba mejor y algo surtido.
Después tomamos un plato de pulpo seco. Según nos explicaron se utiliza el pulpo secado al sol, se tuesta en la llama y se lonchea y se sirve con aceite. Estaba bueno, a mí no me entusiasmó, pero a los demás les gustó bastante, y tienen mejor paladar que yo.
A continuación una buena ensalada con perdiz escabechada, foie a la plancha, habas tiernas y una buena selección de mezclum de lechugas. Iba bien surtida y aliñada con balsámico de calidad.
El plato fuerte fue un chuletón de un kilo de peso. Venía bien acompañado de patatas fritas, pimientos de padrón y espárragos trigueros. Sazonada con sal gris, exquisita la sal. La carne estaba bien de sabor y en su punto de hechura, pero salió dura. Además los cuchillos que nos dieron para la carne apenas cortaban y la sensación de dureza era mayor. Pero dura y todo nos la terminamos toda, 250 gr por persona aproximadamente.
El tema de los postres fue de lo más debatido, nos empeñamos en pedir los elaborados en el restaurante, pero uno de ellos se había terminado, así que pedimos un combinado de flan de queso mascarpone y tocino de cielo. Bueno y nada empalagoso.
El otro fue el mismo flan de mascarpone pero acompañado de helado de queso. También estuvo muy bueno.
Lo que no me gustó y me tuve que dejar fue el café. Un torrefacto en toda regla, potente, amargo y negro. Todo el mérito es del azúcar que queman en el tostadero junto con el grano de café para que dé ese resultado, no es mérito del café en absoluto. Es una técnica de tostado de café que no se usa en casi ninguna parte del mundo, pero aquí nos tragamos eso como si fuese café y es más que nada azúcar quemada. Para gustos los colores.
Al final unas copas de pedro ximénez, Don PX de Toro Albalá, pero no el gran reserva, este otro que resulta muy dulzón. Tampoco me lo tomé, ya que los vinos tan dulces no me gustan. El Gran reserva Don PX me encanta, pero este otro no.
En conclusión, buen sitio para acudir en grupo, ya que el local lo permite por sus dimensiones. Amplias cartas de platos y vinos, con productos de segura aceptación por la mayoría. La materia prima parece de calidad y la elaboración es muy correcta. Hay que elegir con cabeza sino la cuenta se puede disparar.