Hay sitios que de entrada te dan buena impresión, eso me pasó hace algunos meses la primera vez que estuve en el restaurante Larrén, en la avenida Dr. Tomás Sala, 33, en 46017 Valencia, teléfono 963 771 234. Esto es en el mismo Bulevar Sur, a la altura de San Marcelino. Hoy 20 de abril de 2009, vuelvo para comprobar la evolución.
El local es luminoso, las mesas de dimensiones adecuadas, sin ser grandes, pero suficientes y muy bien vestidas. Las sillas no son todo lo cómodas que sería de desear, pero te levantas sin que te duela nada. Las copas están bien, aunque tienen un poco de exceso de peso, deben ser una gama alta de alguna marca industrial, ponía ARC France.
El local está lleno de botellas y objetos diferentes, como de colección, pero no da ninguna sensación de agobio, a mí me estimula la curiosidad.
Hay buena variedad de aceites de calidad en una pequeña mesa auxiliar, lo cual es un indicador de que se cuida y ofrece calidad.
El primer detalle, al encargar una bebida de aperitivo, pedimos una cerveza, al preguntar por marcas, se nos ofreció las habituales, Cruzcampo A.K. Damm. Voll Damm, etc, pero seguramente por nuestra expresión, enseguida cambio de registro y se nos ofreció una Inédit de Damm, la famosa y polémica cerveza elaborada en colaboración con el taller de Ferrán Adriá. Enseguida accedimos a la propuesta, más que nada por ganas de probar algo diferente. Eso que lleva tiempo en el mercado y que tengo en casa, pero aún no la había probado, no llego a todo.
El servicio de la cerveza fue impecable, en la copa adecuada, a medio llenar, con la altura media para que diese la espuma justa, en su punto de frescor y mantenida la botella en cubitera. Es una cerveza algo turbia, fruto de su segunda fermentación en botella, mantiene la espuma un periodo razonable, con el carbónico bien integrado, tiene un aroma a levaduras, especiado y algo cítrico, en boca es fresca y poco seca, más bien de entrada dulce y un posgusto agradable. Este frescor lo potencia la utilización del trigo junto con la cebada en su elaboración. No me diréis que no fue un buen comienzo.
La carta de platos es bastante variada, con detalles interesantes, entre ellos figuran carnes del valle del Esla en León, con posibilidad de elegir carne de ternera mamona o de pastuenca. Para quien no conozca estas carnes, los propietarios son los mismos que elaboran el vino Vega Sicilia.
El apartado de los pescados también está bien representado, alguno fuera de carta también. Siempre hay algún plato fuera de carta y es bueno dejarse aconsejar.
Nosotros elegimos unas croquetas de marisco, que estaban muy sabrosas, nada de gusto a bechamel ni harinas, un sabor a marisco de verdad. Después unas tostas de Torta de la Serena, con pimientos del piquillo y huevos de codorniz fritos encima. Ya os hacéis una idea ¿no?
De plato principal nos pedimos el entrecot de pastuenca, 400 gramos en canal, que es carne más roja y gustosa que la mamona, por supuesto muy poco hecha. Jugosa y tierna.
Acompañamos la comida con un vino de Madrid, que no es muy frecuente encontrarlos por estas latitudes, la marca Tagonius, un crianza 2004, con 91 puntos Parker, como decía una pegatina adherida en la botella. Elaborado con tempranillo, cabernet sauvignon y syrah. El vino tiene un color espléndido, rojo picota casi negro, con un aroma muy complejo, recuerdos de fruta madura, especias, toffe, chocolate amargo y algo de mineral. Una auténtica sinfonía aromática. En la boca es muy redondo, con unos taninos dulces muy bien integrados, igual que el alcohol, que a pesar de sus 14 grados pasa muy bien. De posgusto largo y retronasal afrutada y de toffe. Me parece un vino para probar muchas más veces. El precio en restaurante 19 euros, muy bien.
El final de la comida con sorpresa, la carta de postres es espectacular, además de los postres típicos, la carta trae vinos dulces, licores, maltas y ginebras.
La tuvimos claro casi enseguida un gin tónic de Blackwood's. La única ginebra que no conocíamos de la docena que había en la carta. Bastante seca para los que estamos acostumbrados a la Bombay Sapphire, pero es algo diferente, me gustó.
Un fin de comida relajado, disfrutando de la bebida y de la amena charla del dueño del restaurante.