Muy cerca de la plaza Mayor de Salamanca, se encuentra este bonito restaurante. Es un local pequeño, muy íntimo, con una decoración bastante clásica, las sillas están vestidas de blanco con una cinta roja con lazo. Tiene un rincón dedicado a la caza, con una escopeta colgada de la pared. Cortinas rojas y algunas paredes revestidas de madera. Las lámparas no son todas iguales, lo que le da un toque de originalidad, en la iluminación en general predomina un tono verde en toda la sala, el cual se aprecia en las fotos. La música es agradable y se oye en un segundo plano, como debe ser.
Está situado en la calle Espoz y Mina, número 20, paralela al lateral derecho de la plaza Mayor vista desde el ayuntamiento. 37002 Salamanca. Teléfono 923 262 952. Según dice su tarjeta la cocina es de raíces belgas.
El servicio impecable. Correcto, atento y siempre presente sin agobiar.
Las mesas a tono con el resto del local, manteles rojos con un sobre mantel blanco impecable. El equipo de mesa elegante y cuidando todos los detalles, como el bajo plato y el reposa botellas. Las copas también me parecieron muy adecuadas.
La carta no es muy extensa, pero tiene propuestas de temporada que la amplia en cada estación. Hay platos que resultan interesantes, pero la falta de un menú degustación no permite probar más que lo mínimo.
La carta de vinos bastante completa, aunque con predominio de los vinos de la zona. Elegí Dehesa La Granja 2001, un vino de Alejandro Fernández, que también hace Pesquera y Condado de Haza en la Ribera del Duero y El Vinculo en La Mancha. Es un vino elaborado en Vadillo de la Guareña, Zamora, sin denominación de origen, ni falta que le hace, por eso está calificado como vino de mesa.
Es de un color negro intenso, con una capa impenetrable, de intensidad aromática elevada y un sabor pleno y muy agradable en la boca. No se le notan para nada los ocho años transcurridos desde la vendimia, se encuentra pleno de facultades. Un vino para probar más veces. Precio en el restaurante 20,25 euros. Calculo que en la tienda estará entre 10 ó 12 euros. He probado todos los vinos de Alejandro Fernández y este es el que más me ha impresionado. Seguro que es por que no entiendo casi nada, pero me gustó.
El aperitivo, detalle de la casa, consistió en una crema de verduras con hierbas aromáticas y especias. Buen principio para abrir boca, aunque no soy muy partidario de las cremas de verduras y las salsas que no controlo. Esta resultaba bastante exótica gracias a los condimentos que llevaba.
De primer plato pedí el carpaccio de atún. Estaba bueno, bien aliñado y guarnecido, pero no pude evitar acordarme del que tomé en la capital del atún en plena temporada de pesca, Barbate.
El segundo fue el solomillo “Le Sablon”. Cuando a un plato se le da el nombre del establecimiento es de esperar que sea un plato estrella. No me defraudó. Lo pedí poco hecho y así estaba. Sus dimensiones espectaculares, cuatro dedos de solomillo exquisito. Acompañado de verduras al vapor, ensalada, patata cocida, bien salseado y ralladura de trufa, aunque esta ya no tenia los aromas originales que se le pueden apreciar cuando está fresca. Hay que tener en cuenta que no estamos en temporada.
El postre que pedí primeramente fue un helado de queso, pero no estaba acabado de preparar, por lo que, para poder armonizarlo con el vino que tenia en la mesa, opté por pedir un pastel de chocolate. La fama del chocolate belga es bien conocida, pues en un restaurante de raíces belgas no iba a ser menos. Estaba muy bueno, tanto que la ración se me quedó corta.
Al final un petit four también de chocolate, era una espuma o mousse.
Habiendo carta de cafés, me pude pedir un Guatemala, el conocido como Volcán de oro, estaba bueno aunque le faltaba algo de espuma.
Total de la cuenta 68 euros, con una relación calidad precio correcta. La cuenta detallada está en una foto de la galería que hay a continuación.