Tiene encanto, es lo que se suele decir de los sitios que han sabido armonizar una estructura no pensada para el uso final que se le ha dado. Este es el caso, una vivienda residencial, desconozco la época en que fue construida pero calculo que en la primera mitad del siglo pasado. En su día estaría en las afueras del núcleo de población de Burjassot 46100, en lo que hoy es la Avenida Pí i Maragall número 32, teléfonos 963 643 209 – 653 302 003, y que se sigue conociendo como la zona de Les Maries, de ahí toma su nombre este restaurante. Linda con la zona del polideportivo de Godella. Este dato es para los que conocen los alrededores.
Como he dicho el local es un chalet, provisto de pequeños jardines a su alrededor, con posibilidad de comer en una terraza si el tiempo acompaña, el interior de techos muy altos, paredes claras y decorado con muebles de la época. Dispone de varios comedores ubicados en las distintas dependencias de la estructura original, ya que la distribución sigue siendo la de una vivienda familiar.
El servicio de sala atento, con buena disposición y buen ritmo en la presentación de los platos, aunque algo falto de soltura en su cometido, esto se solucionará seguro con un poco de tiempo. El servicio del vino se limita a la presentación y primera cata, aunque personalmente para mí es suficiente, cada día prefiero más esta opción, servirme yo cuanto me apetezca y cuando se me antoje.
La carta de vinos, aunque no es muy extensa es interesante, con algunas referencias poco usuales y muy acertadas para mi gusto. Tomamos un Mas de Leda 2006, el hermano menor de un gran vino que me encanta. Este, sin estar a la altura del titular de las Bodegas Leda, está muy bueno. Elaborado con la variedad tempranillo en la zona de Castilla y León, por los hijos del enólogo Mariano García (Bodegas Mauro), Alberto y Eduardo junto a César Muñoz. Es un vino potente en boca y afrutado, con aromas que recuerdan su crianza en madera. Muy buena la relación calidad precio.
La carta de platos es innovadora, de mercado, con inspiración tradicional, como ejemplo los gazpachos de bogavante, plato que encargamos, el resto lo dejamos en manos de Jaime Plasencia, el joven y experto chef que dirige la cocina.
De aperitivo nos presentaron un chipirón con salsa romesco y huevas de trucha. Nos gustó mucho, el chipirón estaba muy tierno y la presentación nos pareció bastante original.
De primer plato nos sirvieron una ensalada fresca, muy tradicional pero con un producto de buena calidad. Llevaba salmón y queso de cabra. Un buen principio para preparar el paladar, aunque de entrada nos sorprendió la elección de este plato por su sencillez.
El siguiente fue un salteado de setas con crujiente de patata, yema de huevo, jugo de carne pintado en el plato y queso parmesano rallado. Uno de los platos más conseguidos desde mi punto de vista. La yema cruda le da un toque especial.
A continuación sacaron un “envoltini” de vieira con jamón ibérico, espárrago y cebolla confitada, acompañado de una crema de balsámico de Módena con semillas de sésamo. Este plato estaba muy correcto, pero no me sorprendió a pesar de estar bien realizado y estupendamente presentado. Será que la vieira se ha popularizado tanto que ya está omnipresente en todas las cartas de casi todos los restaurantes.
El plato que nos sirvieron después fue un derroche de producto. El gazpacho de bogavante, gambas, rape y setas estaba espectacular, sabroso y abundante. Una originalidad convertir un plato de monte en uno marinero, esta es la segunda vez que lo pruebo pero me sigue pareciendo una gran idea. La base de la cocción de la torta manchega debía ser un suquet de pescado que estaba muy acertado y el bogavante en su punto. Una elaboración destacable.
De postres tomamos una crema quemada de coco y vainilla, que estaba buena, inspirada en una crema catalana.
El otro postre fue una sopa de cítricos con helado de yogurt griego. Una macedonia de frutas con su helado de yogur, bien combinado, refrescante y apetecible.
Para finalizar la comida nos ofrecieron un sorbete de mojito que facilitó bastante la digestión, ya que las cantidades de los platos resultaron abundantes.
En conclusión este me parece un buen lugar que deberán descubrir y conocer aquellos que disfruten con la gastronomía. Buen producto, buena presentación, originalidad, buena atención, un entorno con un cierto romanticismo y a un precio inmejorable. Lo pagado por persona no llegó a los cincuenta euros.