Lo más llamativo de este restaurante es la manera de acceder a él. Se encuentra en la Urbanización Albatros, que está en el kilómetro 4 de la carretera de Les Marines en Dénia. Teléfono 965 787 067. Digo lo de la curiosidad del acceso porque la urbanización se encuentra cerrada por unas puertas automáticas y, en las horas en que está abierto el restaurante, en la puerta hay un señor sentado en una carrito de golf que te abre la puerta y te acompaña hasta las inmediaciones del restaurante, que se encuentra en la parte trasera del recinto, cerca del mar.
El comedor es muy luminoso, ya que sus laterales están construidos totalmente de cristal. En el exterior hay jardín y en la parte delantera el mar. Las mesas son espaciosas y están bastante separadas entre sí, con buena vajilla, mantel y cristalería (Schott). Hubo que pedir que bajasen un poco el volumen de la música, aunque la sonoridad del local es buena y no molestaban las conversaciones de otros clientes.
El tipo de cocina es mediterránea. La carta de vinos, con bastantes referencias y opciones poco habituales con relación a otras cartas más clásicas. Se acompañó la comida con un vino de Alicante, el Puerto Salinas, de las Bodegas Sierra Salinas, elaborado con monastrell, cabernet sauvignon y garnacha tintorera. Un vino que no defrauda.
De aperitivo nos pedimos unos vermuts.
Nos ofrecieron para acompañarlo unas cortadas de mojama, típico salazón de la costa blanca, decorada con unas láminas de rábano.
Ensalada de ahumados, con mojama de nuevo, bacalao, merluza, pez espada (marlin) y hueva de atún. Hubiera estado bien si no hubiesen aparecido algunas hojas de espinaca muy pasadas, algo inaudito.
Las croquetas de pollo faltas de sabor, no despertaron nuestro interés.
Lo que si despertó nuestro interés fueron las coquitas de tomate confitado, mozzarela y pisto y la de morcilla con manzana caramelizada. Estaban realmente buenas.
La fideuà de pato, setas y foie, que había generado cierta expectación entre nosotros, resultó algo decepcionante, ya que vino excesivamente agarrada en el fondo de la paella, vamos quemada toda la capa inferior. De esto tuvieron que ser conscientes en la cocina, ya que al acercarla a la mesa se percibía el olor a quemado. Ahora creo que debía haberla devuelto, pero en aquel momento pensé que tal vez se podía salvar, esperando que fuese solo el agarrado que tanto gusta a veces.
El postre un coulant de chocolate, bueno de sabor pero demasiado pasado de horno, ya que el interior estaba completamente solidificado.
Local atractivo, si no te fijas mucho en los cactus gigantes de plástico que hay repartidos por todo el comedor, me recordaba una tasca mejicana. Buen servicio y atento, pero con unos altibajos en cocina demasiado evidentes. Precio dos personas 84,02 euros.