Hoy salida de Valencia por la A-7 dirección Albacete, para disfrutar un día más de una buena comida en uno de los muchos y buenos restaurantes que hay por toda la geografía española. A este se tarda en llegar poco más de una hora, sin prisas.
En esta ocasión el destino es la ciudad de Almansa, con su emblemático castillo que es la imagen que identifica a la población.
El restaurante elegido se encuentra en la calle Violeta Parra número 5, 02640 Almansa, Albacete, teléfono 967 312 326.
El servicio es impecable y muy profesional, agradable, cercano y simpático. Cristina domina todos los aspectos de la sala y la bodega. Es pura amabilidad, lo mismo que su ayudante.
El local está decorado con muy buen gusto, por lo menos coincide con el mío. Tiene tres salas, una grande y dos más pequeñas, una de ellas de un encanto especial, la de la foto. Ambientadas con música clásica muy popular. La iluminación muy discreta, reforzada con una lámpara en cada una de las mesas.
Las mesas de dimensiones extraordinarias, ya que todas ellas son válidas para cuatro personas, independientemente de que se utilicen por una, como fue mi caso, o dos personas. Cuando llegué la mesa ya estaba preparada para mí, no hubo que retirar copas ni hacer nada, me estaban esperando. También hay una mesa redonda de mayor tamaño. Muy bien vestidas, sin pliegues en los manteles. En pocos restaurantes se cuida este detalle, lo he visto aquí y en Casa Manolo, en Daimús. Allí he visto planchar los manteles sobre la mesa para eliminar esos pliegues, imagino que igual harán aquí.
Vajillas, cubertería y copas muy bien escogidas. Las copas de la marca Schott, cambiadas continuamente para cada vino, y fueron ocho vinos. Las mesas decoradas con piedrecitas y bajoplatos de madera.
La carta recoge, entre otros, una serie de platos de inspiración tradicional, adaptados mediante técnicas modernas, con un toque personal que le da el sello de su autor. Dispone de dos menús, uno de temporada por 38 euros, con la posibilidad de armonizarlo con vinos solo por 12 euros más. Total 50 euros con vino. También un menú sorpresa por 52 euros y con vinos 65 euros. En ambos se puede acabar con una tabla de quesos por 10 euros más.
La carta de vinos es espléndida, extensa y equilibrada. Como decidí tomar el menú de temporada, al cual es imposible asignarle un único vino, opté por acompañarlo con las copas de vinos que ellos proponen. Magnífica elección, por otra parte.
Tuvieron el grandísimo detalle de pasarme todo el menú por escrito, incluidos los vinos, por eso la descripción de los platos es tan minuciosa, yo hubiese sido incapaz de hacerlo tan bien. Cristina, además, tuvo la amabilidad de ayudarme con las fotos de las botellas de vino.
El menú se inicia con seis snacks o aperitivos: Anacardos al curry, chips de boquerones, pan de leña con anchoas del cantábrico (hecho con la masa que se utiliza para la torta del gazpacho en Almansa), ajopringue manchego con pan tostado (algo parecido al morteruelo), cocas crujientes de sobrasada y parmesano, y judías verdes en tempura crujiente. Las judías estaban exquisitas y el ajopringue también, fue lo que más me sorprendió.
Los aperitivos fueron acompañados de una copa de fino “Torres Burgos” etiqueta negra. De intensidad aromática, destacando aromas yodados y de frutos secos. Muy bueno.
A continuación vinieron las tapitas sorpresa. Menudas tapitas, el nombre solo se les puede aplicar por el tamaño, por que la realización era grande. Crema de coliflor con yema de huevo de corral, Caballa en sal y escabechada con escalivada, y sardina marinada con tomate de nuestra conserva. Difícil destacar una tapa sobre las otras dos, me quedo con las tres.
Las tapas las acompañaron de un cava extraordinario, fue la bebida que más me gustó. Burbuja finísima, buen aroma, afrutado (manzana), mantecoso y de levaduras. En boca elegante y fresco. Magnífico. Además este cava lo elabora y etiqueta el productor especialmente para ellos.
El primer plato fue una moluscada de berberechos y mejillones de roca, coco, granizado de albahaca y sopa de melón confitado en aceite de oliva. Un plato que contenía el mar en su interior. El granizado de albahaca espectacular.
Lo acompañaron de un chardonay 2007 de Alvarez Noltíng, DO Utiel Requena, con dos meses de crianza en barrica de roble francés. Yo le encontré aroma de mango, algo de mantequilla y flores blancas. Un vino fresco y muy agradable que armonizó muy bien con los moluscos y la sopa de melón.
El siguiente plato fue un bombón de bacalao ajoarriero con sopa castellana de pan y pimiento asado. Como se ve en la foto iba acompañado de unas migas de bacalao. Estaba exquisito.
Se acompaño de una blanco de la tierra, Hacienda el Espino 1707, chardonay 2006 fermentado en barrica, percibí aromas de miel. Muy buen vino. El número de la etiqueta es lo que resulta algo “espinoso” para los valencianos (Batalla de Almansa, pérdida de los fueros).
El menú continua con un plato de bonito del norte con infusión de hierba luisa, ravioli de melocotón y cibet de pescado. Un gran plato. El pescado en su punto, nada seco y un ravioli original y sabroso.
El vino elegido un albariño Do Ferreiro de Bodegas Gerardo Mendez, aromas cítricos y una espléndida acidez que acompaña al plato de maravilla. Me gustó
El último plato era pollo “colorao” de corral, del terreno, al chocolate. Bocado sabroso de ave, con un toque especial dado por el chocolate, nada dulce por supuesto. Muy conseguido.
El vino Neo, un petit verdot de la Finca Casa Alarcón, un vino elaborado en Caudete. Aroma intenso de violetas, muy complejo en nariz y afrutado en la boca. Al final dejó escapar unas notas de verdor poco agradables. Con el pollo y el chocolate de maravilla.
Los postres fueron, el primero una sopa de manzana con su crema inglesa, helado de romero y galleta de manzana con especias.
El segundo una mousse de chocolate perfumada al cardamomo, helado de chocolate, aceite de oliva virgen y sopa de fresas. Con unas escamas de sal maldon como contrapunto. Dos magníficos postres, el de chocolate me gustó más, pero solo por mi devoción por el chocolate.
Tomé con los postres una copa de PX “Torres Burgos” igual que el fino del principio, con unos aromas de ciruelas pasas y frutos secos muy selectos. En boca no resulta empalagoso. Buen producto.
Al final opté por la tabla de quesos. Son mi debilidad. Se quedaron un poco sorprendidos de que después del menú degustación quisiese tomar los quesos, pero no me puedo resistir. La tabla contenía un suizo Tomes, Tetilla gallego, dos manchegos curados, un manchego Campo de Belmonte, Idiazabal, el francés Comté, Picón de Tresviso, Roquefort y Cabra a la ceniza. Impresionantes. Perfectos de temperatura.
Acompañados de tres aceites, el primero por la izquierda de arbequinas, el segundo de arbequinas y picual, y el tercero de arbequias y cornicabra. Muy buenos los tres. En la galería de fotos al final están las botellas fotografiadas.
El vino para el queso lo elegí yo, un blanco con madera. Me sirvieron un rioja de viura fermentado en barrica, Abel Mendoza 2006. Me pareció muy bueno y buen compañero de los quesos.
Al final un buen café. Afrutado y suave. Me gustó.
Acompañando al café unos petit fours a la altura de todo lo demás: Bombón de higo seco y chocolate, Gominola de frutos rojos con pétalos de rosa, Pan de Calatrava, Kikos de chocolate negro bañado en cacao, Infusión de té rojo con cousse de yogurt, y Chocolate blanco con pipa helada y salada. ¡que os voy a contar de esto!
Un restaurante que sorprende, aun cuando yo iba preparado, ya sabía de su alta calidad.
Estaré pendiente de las actividades que organizan, tanto alrededor del vino, con las cenas de maridajes, como las épocas de la trufa y otros eventos. Supongo que habrá jornadas de setas y de caza, eso espero.
Hasta pronto.
Nota añadida: Ha obtenido su primera estrella Michelín en la edición de 2012