Dukala es un restaurante de cocina marroquí, pero bastante occidentalizado. Sirven alcohol y las especias están muy bien dosificadas para el gusto de aquí. “Cocina de la otra orilla” dice su tarjeta. Está en la calle Doctor Sanchis Bergón número 27, en Valencia 46003, teléfono 963926253. Cierra lunes y martes todo el día, y los miércoles y jueves a mediodía.
El local no es muy amplio, aunque dispone de un segundo comedor más pequeño que aporta bastante más intimidad y confort (en la foto), ya que la sala grande no tiene buena acústica y cuando hay gente se nota bastante alboroto. Sobre todo cuando los de al lado son algo escandalosos.
La decoración es muy sencilla, se basa en alfombras colgadas de las paredes blancas. La iluminación es bastante escasa y muy rudimentaria. Las mesas están bien equipadas, las dimensiones son algo justas, aunque suficiente. Hay algún mueble antiguo decorando la sala. El conjunto necesita un retoque para hacerlo más acogedor, parecido al comedor pequeño, donde incluso las sillas se ven de mejor calidad.
La carta no es muy extensa pero resulta atrayente. Además hay siempre platos del día no incluidos. Obviamente son todos platos autóctonos, al menos en el nombre. Ensaladas y cuscús, tajine y carnes de ternera, cordero y pollo en distintas presentaciones.
La carta de vinos corta pero bien escogida, con unos precios muy competitivos. Nosotros elegimos un Inurrieta Cuatrocientos de la DO Navarra, por 12,50 euros. Un vino elaborado con cabernet sauvignos y merlot, cultivado a cuatrocientos metros, que cumple muy bien su cometido. Fragante en nariz y con cuerpo medio en la boca.
Como compartimos platos pudimos pedir varias cosas. Empezamos con un hummus detalle de la casa, que estaba bastante ligero, con sutileza en las especias. Los panes surtidos y apetitosos.
La primera entrada que compartimos fue una ensalada marroquí un poco especiada, a base de tomate, pepino, cebolla y alguna hoja de lechuga. Muy mediterránea.
Después nos sirvieron unas croquetas de pollo “Ras Elhanut”, gustaron bastante. Suaves y ricas.
A continuación compartimos unos platos de lentejas con marisco y verduras. Sorprendente combinación, por lo poco habitual en nuestra cocina, donde siempre se asocia la lenteja a la carne. Estaban sabrosas y bien elaboradas.
El plato siguiente fue un cuscús de verduras. Para mí el plato más próximo a la cocina tradicional marroquí. Plato sencillo, con los sabores de las verduras muy bien integrados en la pasta.
Le siguió un plato de cordero M’Hammer, asado al azafrán, acompañado de una sustanciosa salsa y unas bolitas de dulce de calabaza. La carne muy tierna y agradable de comer.
El último plato de salado ya era casi medio dulce, pastel de pollo y almendras llamado Bastela Azama, recubierto de miel. Una pasta crujiente, en la que el contraste entre la carne del pollo del interior y la miel del exterior le da un toque muy exótico. Buen plato.
Los postres que también eran para compartir fueron bastante surtidos. Por un lado unas trufas con genuino sabor a chocolate. Auténticas.
Después unos canutillos de fruta y frutos secos originales y buenos. El plato llevaba un acompañamiento de naranja preparada que le iba muy bien.
El flan de queso de cabra resultó excelente, para mí el mejor de los postres. De este pedimos dos, intuyendo que nos iba a gustar bastante, como así fue. Al menos en mi caso.
Al final un pestiño, el cual declinamos probar la mayoría, ya que la comida había sido bastante abundante.
Acabamos la comida con café unos y té moruno otros.
En conclusión un buen restaurante para conocer la cocina marroquí, aunque esté algo suavizada para adaptarse al gusto occidental. La realización de los platos atractiva y bien resuelta. Buen precio, amabilidad del personal y buena atención.