Como despedida de mi periplo gastronómico por Galicia me pedí mesa en este restaurante para probar su menú gastronómico o degustación.
Ya he descrito el local, su equipamiento y decoración, así como sus cartas, tanto de vinos como de comidas en ésta otra entrada, así que aquí me voy a limitar a contar en que consistió la cena.
La primera cuestión que hay que dilucidar cuando uno se enfrenta a una sucesión de platos bien estudiada y armonizada es ¿con que bebida la vamos a acompañar? Tan importante como la confección del menú es la elección del líquido que le acompaña en la mesa.
Una copa de vino, cerveza o agua, puede realzar o arruinar todo el trabajo que se ha realizado para la confección de cada bocado. Por eso en muchos casos es interesante la posibilidad de cambiar de vino, de ahí la importancia de las cartas de vinos que contemplan la posibilidad de su consumo por copas. Incluso algunos platos con alcachofas o vinagres es mejor acompañarlos con una buena cerveza o agua. Yo siempre tengo agua en la mesa y en algún plato prescindo del vino y tomo solo agua.
En este caso el menú contenía dos platos de pescado. Uno eran las sabrosas vieiras con tocino ibérico que probé tres días antes y el otro era un bacalao que podía sustituirse por rape. Como el resto de platos eran de carne o queso, decidí que lo mejor era elegir un tinto para esa mayoría de platos y con el pescado elegir una copa de blanco adecuado. Pero en esta cuestión estaba hablando con quien atendía mi comanda, cuando me planteó la posibilidad de sustituir las vieiras por mollejas de ternera, ya que las primeras ya las había comido y las mollejas también estaban exquisitas. Con está opción quedó despejado el tema del vino, pues el bacalao armoniza perfectamente con un vino, ya que la gelatina del pescado es buena compañera para los taninos del tinto.
Por tanto, decidida esta cuestión, la siguiente era elegir el compañero ideal.
En la carta empezaron por llamarme la atención los tintos gallegos, tan escasos en otro tiempo y tan desconocidos todavía, habiendo como hay autenticas y gratas sorpresas.
Me tocó en suerte, o elegí yo, que esto a veces no acabo de tenerlo claro si elijo yo el vino o el vino me elige a mí, un Lalama 2005, vino de la DO Ribeira Sacra, elaborado por la bodega Dominio do Bibei, con las variedades autóctonas mencía, brancellao, mouratón y garnacha tintorera. Un vino que nunca defrauda, bien estructurado y armonioso. Con una buena complejidad en boca y unas notas aromáticas muy amplias, que van desde la fruta a los torrefactos, pasando por toques minerales y animales.
Para este vino tenía éste menú, o viceversa.
De aperitivo una ensalada con queso de Cebreriro. Una sutil bolita de queso acompañada de mezclum de lechugas con maíz tostado triturado. Sorprendente combinación del maíz con la lechuga. El queso exquisito.
El siguiente plato fue el que más me gustó de todos con diferencia. Tartar de ternera gallega y parmesano. Solo la vista me cautivó, ya adivinaba lo que tenía delante, tanto es así que se me olvidó hacer la foto, me lo comí y cuando estaba disfrutando con el recuerdo y las sensaciones gustativas que me había dejado, me di cuenta de que no le había hecho la foto. Me estuve planteando si pedía un plato adicional de este, pero me pareció excesivo ya que suponía que cuando terminase con todos los platos no me iban a quedar muchas ganas de uno más.
Después vino una versión del royal de foie de la vez anterior. Foie empanado acompañado de ciruela confiada y vinagreta de mango. Muy bueno también.
Les sucedió el plato de las mollejas de ternera con uvas y queso San Simón. Un plato que, a pesar de los que le precedieron, consiguió salvar su reputación con holgura. Bueno.
Después llegó el bacalao. Hay que destacar el orden en que se sirvieron los platos para entender la contundencia del bacalao y su perfecto acompañamiento con el vino tinto.
Éste bacalao estaba cocinado a baja temperatura, acompañado de tomate confitado y cebolleta asada. Muy bueno de sabor, aunque le encontré un puntito salado, sin llegar a molestar, tal vez requería, por su grosor unas horas más de desalado.
Llegó el último plato, lomo de vaca del país con jugo de su asado y crema de calabaza. Muy buen sabor, en su punto y bien acompañada.
De primer postre un pastel caliente de avellanas. Caliente desde luego que estaba. Se trata de una variación del famoso coulant de chocolate, pero con avellanas. Al partir el pastel surge de su interior una crema de avellanas exquisita. Muy buen postre, original y sabroso. Además de contundente.
Para acabar y refrescar la boca un sorbete de fresa con queso fresco y aceite de vainilla. Muy buen final, fresa auténtica en la boca y un queso estupendo.
Para acompañar el café piruletas de chcolate y tejas o galletas de almendra. Muy ricas ambas.
Un menú de muy buen nivel que ratifica la calidad de los platos de la carta. Cocina creativa de mucha calidad.
Una suerte para Vigo.
PD. El tema del postre está resuelto, al final no me lo quisieron cobrar y además me invitaron al café de esta ocasión.