Después de haber comido en el Celler de Can Roca, era un dilema elegir un segundo establecimiento de Girona para ir al día siguiente, cuando todas las sensaciones y recuerdos estaban tan recientes. El reto recayó en este restaurante, totalmente desconocido para mí, sin más información previa que la que dan algunas de las guías más acreditadas, la cuál en ocasiones es bastante aséptica. Tengo que decir desde el principio de este comentario que el resultado fue bastante satisfactorio.
El local se encuentra en la calle Bonastruc de Porta número 10. En 17001 Girona. Teléfono 972 213 820. Bastante céntrico, como se puede observar por el código postal y muy próximo al casco histórico de la ciudad. Está decorado en tonos cálidos, con mesas de buen tamaño y vestidas con un aire bastante clásico. Las copas excelentes y adecuadas para cada tipo de vino.
Nos decantamos por el menú gastronómico o degustación, maridado con los vinos propuestos por el sumiller, la mejor manera de poder conocer la filosofía de la cocina. Su precio 115 euros más iva. Se aprecia un cuidado especial en el producto, la materia prima es la estrella de los platos y una esmerada presentación.
El personal muy atento y preparado, con respuesta para todas las cuestiones que se nos ocurrió plantear y dispuesto a que nuestra experiencia fuese lo más placentera posible. Lo consiguieron. Nada más sentarnos pedimos que nos cambiasen de mesa y a pesar de estar todo reservado no hubo problema. De todo el personal tengo que destacar la labor del sumiller Fran, hizo un trabajo exquisito, rozando la perfección y con mucha paciencia. Todas las botellas fueron descorchadas para nosotros.
El menú gastronómico se inicia con una selección de tapas. Primero una focaccia de jamón de Jabugo. Llevaba un tomate con la temperatura muy baja, un poco atemperado previamente hubiera resultado más sabroso.
Caramelo de remolacha crujiente y yogurt. Una presentación bastante original pero con demasiado protagonismo del caramelo.
Pequeño tomate cristalizado y queso Idiazabal. Fantástica presentación, pero otra vez exceso de frío para mi gusto.
Bombón de bacalao nacarado, aceite virgen y granizado de tomate. De nuevo la presentación es la protagonista del plato. Vuelve a aparecer el tomate, aunque en esta ocasión la textura y el color son radicalmente distintos.
Ravioli de butifarra negra, crema de calabaza y manzana.
Para finalizar las tapas un buñuelo líquido de boletus. Muy conseguido y con un claro sabor a la seta.
Las tapas fueron acompañadas de unas copas de Henri Abelè Brut Traditionel, AOC Champagne.
El menú propiamente dicho comenzó con unas sardinas marinadas, acompañadas de tartar de tomate y albahaca y un helado de balsámico. Las sardinas geniales, así como el tartar. De tomate de nuevo.
El vino Domaine Weinbach, sylvaner reserva 2009, de la AOC Alsacia. Aromas sutiles de frutas y flores, sabroso en boca con un final ligeramente amargo. Una delicia.
Navajas de las rías, acompañadas de una buena salsa de cítricos y coliflor. Las hubiera preferido con menos tiempo de plancha, más jugosas.
Las navajas fueron acompañadas de un vino que no entendí, ya se me advirtió que podía resultar difícil, y así fue, su aroma no me agradó. Quibia 2009. Bodegas Ánima Negra, vino de la Tierra de Mallorca.
La paletilla de conejo en escabeche tibio y colmenillas resultó uno de los platos más recordados. Una receta clásica muy bien realizada, con unos sabores suaves pero reconocibles en todo momento.
La propuesta para acompañar el plato era la cerveza Inédit.
Yo pude elegir como alternativa una copa de fino Lustau, a sugerencia del sumiller.
Arroz meloso de escórpora (cabracho) y “espardenyes”, con germinado de tirabeques, simplemente magnífico, sabroso y en un punto de cocción perfecto.
Para acompañar al arroz un albariño, Pedralonga 2010, DO Rías Baixas, genial por si mismo y como compañero del arroz.
Lomo de bacalao al pil pil de boletus. Acompañado de un ajo tierno cubierto de pasta filo poco crujiente. Muy bien el pescado, tanto de sabor como de punto.
Un borgoña para el bacalao, Chanson, Côtes de Nuits Village 2006. Con una nota ácido que le venía muy bien al plato.
Tocino de papada, meloso y crujiente, butifarra negra y cítricos. Muy conseguida la textura del cochinillo bien acompañado de la butifarra. Muy sabroso.
El vino para quitarse el sombrero, Gran Claustro 2005, Bodegas Perelada, DO Empordà. Impresionante este vino.
El primer postre una composición de chocolate y hierba luisa. Choco-pasión.
Tomado con un Oporto Graham’s LBV
Después un babá al ron, helado de albaricoque y crumble de té de frutos rojos. Exquisito.
Se acompañó de un moscatel Masia Pairal Can Carreres, DO Empordà.
Pere Massana nos ofreció probar el postre de mandarina en texturas. Un clásico de la carta que en estos momentos no figura incluido en el menú gastronómico. Es un postre extraordinario.
Lo acompañamos de una garnacha dulce INO de Bodegas Masia Serra, DO Empordà. Aromas que recuerdan a un oloroso y con una boca fantástica.
Los petit fours para el café, llevaban por título “Girona temps de flors” como homenaje a la fiesta que en esas fechas se empezaba a celebrar en la ciudad.
Como he dicho al principio resultó una comida para recordar, muy agradable y satisfactoria, bien atendidos y mejor tratados. Los platos en general muy bien realizados, con un predominio del producto que resulta ennoblecido por una esmerada técnica culinaria.