Se trata de un pequeño restaurante pero muy acogedor en la Avenida de Campanar, 17, 46009 Valencia 963 402 628?. Regentado por Paco y Tere. Tiene pocas mesas, lo que permite un servicio bastante eficiente y afable. El ambiente es muy sereno y se respira tranquilidad.
Las mesas muy bien vestidas y equipadas adecuadamente, copas de la marca Schott.
Sobre la carta de vinos pocos peros se pueden poner, ya que cuenta con una tienda de vinos a escasos metros, lo que permite tener una gran cantidad de referencias. Incluidas cervezas de calidad, trapenses y de abadía. Por sugerencia de Paco tomamos una botella de Paradigma 2007, de Bodegas Enguera, elaborado por el enólogo Diego Fernández Pons. Es un vino de la variedad monastrell, pero con un estilo afrancesado, es decir, con un carácter suave y una astringencia muy delicada. Si la recomendación no hubiese venido de Paco, creo que hubiera declinado la sugerencia de tomar un monastrell con pescados, pero dio muy buen resultado, precio 20 euros.
Como aperitivo nos sirvieron unos chupitos de caldo de pollo, acompañado de coca de atún con huevo y tomate. Es un buen principio para empezar una comida, un caldito siempre entona, aunque no haga frío.
La carta no está escrita, al menos nosotros no la vimos, de los platos cantados elegimos dos entradas y dos segundos. La primera entrada servida fue un bacalao con boletus, bien de sabor, acompañado de un buen aceite, pero con un exceso de espinas.
La segunda entrada, que yo habría tomado como primera, fueron unos berberechos al vapor. Correcto el punto de cocción, ya que si se pasan demasiado pueden quedar secos. Abundante la ración también.
Uno de los segundos fue una ventresca de atún. Estaba muy buena de sabor, pero como sigue siendo una constante en mi periplo, con un exceso de plancha. Al preguntarnos lo hicimos constar e inmediatamente nos sacaron otra ración mucho mejor de punto, para nuestro gusto. Todo un detalle.
El otro segundo fue un rabo de toro que estaba muy bueno. La salsa muy acertada y la carne tierna.
De postres tomamos primero una torrija con helado de vainilla. Auténtica la torrija. El otro fue una copa de mango y papaya con crema de mascarpone. Una crema bastante densa.
El precio pagado, descontados bebidas y cafés, fue de 54 euros dos personas. Todos los platos fueron compartidos.
Me pareció importante como se cuidan los detalles y el trato recibido. Algo desconcertante es que la carta sea cantada, lo que implica, por un lado, la dificultad para estudiar lo que quieres tomar con tranquilidad y por otro un total desconocimiento de los precios de lo que se pide, aunque la relación calidad precio está muy bien ajustada. Solo encuentro una razón para que no este impresa la carta de platos y es que la oferta se ajuste al mercado del día, pero actualmente es muy fácil imprimir unos folios y darle al cliente la posibilidad de elegir sin prisas lo que quiere comer.