Hacía tiempo que no venía a este restaurante, pero al conocer a Vicente Romero, en el concurso de habano sumiller, organizado por el Club Pasión Habano, en colaboración con las asociaciones de sumilleres de la Comunidad Valenciana, en el que participó con menos fortuna de la merecida, desde mi punto de vista, me dije que tenía que ir pronto, porque algunas cosas estaba claro que debían haber cambiado y quería conocerlas de propia mano. La que más me llamó la atención es la incorporación de la carta de habanos y la buena preparación de Vicente en esta materia.
Además también ha demostrado sus amplios conocimientos en sumillería general, lo cual hace presagiar la existencia de una buena carta de vinos y un buen nivel en el servicio y la conservación de los mismos.
El local no ha variado de cómo yo lo recordaba. Está en la calle Ciscar número 10 de Valencia, teléfono 963.951.525. Es un edificio típico de L'Eixample, que mantiene su estructura original, o al menos su apariencia. Vigas de madera, paredes con molduras formando marcos. Las mesas amplias, bien vestidas, las sillas de inspiración tradicional. Las copas adecuadas para cada especialidad que se ha de servir.
En esta ocasión no vi la carta de vinos, pues Vicente me ofreció un chenin blanc por copas y acepté sin ver las demás opciones. Prometo que no volverá a pasar.
La carta de platos es bastante extensa, con una gran tendencia por los platos de inspiración mediteránea y un gran repertorio de arroces, a cual más sugerente, carnes y pescados frescos.
Hay posibilidades de tomar un menú degustación, bastante extenso y con un buen recorrido por la carta, por solo 30 euros, bebida aparte.
El servicio es diligente, amable y bien dispuesto, parece que disfruten trabajando, pero sin exagerar.
De primero tomé unos calamares a la plancha con aceite de perejil. Muy tiernos y sabrosos. Me sirvieron de aperitivo unas patatas fritas hechas allí mismo que estaban muy gustosas.
De segundo plato me pedí un arroz meloso de verduras con sepia. Me lo hicieron en un puchero de hierro colado, salió una ración más que generosa. El arroz estaba en un punto perfecto, al principio un poco entero el centro del grano, como a mi me gusta empezar, y al poco tiempo de estar en el plato se igualó. De sabor muy logrado y el punto de grasa perfecto.
De postre tomé naranja preparada, por sugerencia de una camarera, me dijo que la naranja estaba muy buena y así fue. Estaba dulce y jugosa, además de abundante.
El vino, Les Nourrissons, Vignes Centenaires, 2004, A.O.C. Anjou, aunque estaba bueno, creo que había superado su mejor momento. En la boca se notaba bastante redondo y con una acidez todavía presente, pero con falta de viveza. Debió tener su mejor momento hace unos meses. El vino de la última copa estaba demasiado frío, debido a su permanencia en la cubitera más de lo necesario o por un exceso de cubitos de hielo.
El café de tueste natural y bien elaborado estaba bueno, estuve tentado de repetir.
Al final de la comida le llegó el turno al habano, una de las razones por las que tenía interés en venir. Vicente Romero sabe de habanos y lo demostró en el concurso que debió ganar.
Me encendió una vitola Punch Punch, que es una galera corona gorda, con un cepo 46 y 143 milímetros de longitud. Es de fortaleza media, con una capacolor carmelita, buena combustión y ceniza de color gris claro. Me supo a gloria.
Fue acompañado por una copa de oporto Niepoort de 10 años. Un tawny de color marrón-rojizo, con aroma de frutas pasificadas y frutos secos. Ligero y fácil de beber.
El precio por persona, solo de la comida, fue de 40 euros. Descontados el vino, el oporto y el puro.
En conclusión una grata experiencia y un lugar donde ir a disfrutar de un buen habano, después de una estupenda comida, abundante y bien elaborada. Buen sitio para llevar a forasteros para que prueben un buen arroz.
Sobre los vinos opinaré en otra ocasión.