Para entrar en el restaurante Rías Gallegas, en Cirilo Amorós número 4 de Valencia, teléfono 963.525.111, hay que estar predispuesto a disfrutar de una experiencia gastronómica de alto nivel. Todo alrededor de la mesa se desarrolla de una manera muy bien orquestada. Todo sucede según lo deseable. Buena atención, buen ritmo, buen ambiente y buen nivel, en todos los sentidos.
El local es amplio, bien iluminado, acústicamente impecable. Buena separación entre mesas. Manteles, copas cubertería y vajillas muy bien. Cambio de platos, cubiertos y copas con cada servicio.
Fuimos tres personas, nos acomodaron en una mesa redonda de dimensiones considerables, estábamos anchos y cómodos.
Decidimos tomar el menú degustación "Rías Gallegas", por un importe de 30 euros más iva, nos sirvieron tres entradas, un plato de cuchara a elegir de la carta, un plato de carne o pescado también elegido de la carta y un postre igual, de la carta.
La primera entrada era un trocito de empanada gallega que estaba deliciosa. La segunda entrada fue pulpo a la gallega, exquisito, tierno y sabroso, con un aroma extraordinario. Pero lo mejor de las entradas fue la tercera un crujiente de vieiras y cocochas al pil-pil acompañado de una salsa muy sabrosa, fue lo mejor de la cena.
Después elegimos los platos de cuchara, cada uno eligió uno diferente, ¡que cosas! Uno de ellos era el típico caldo gallego, otro fue una crema de boletus con queso gamonedo y el tercero unas pochas con anguila. No sabría decir cual estaba mejor de los tres, por que los probamos todos, claro.
Para continuar elegimos un plato de pescado, bueno dos. Uno tomó un plato de merluza con espuma de frutos rojos y los otros dos rodaballo a la gallega. Exquisito todo. Solo una pega, la merluza, que a pesar de presentar un buen punto de cocción, resultaba un poco seca al paladar, seguramente achacable a la conservación en el frigorífico, tal vez por una temperatura excesivamente baja.
De postres volvimos a elegir uno distinto cada uno. Uno se llamaba chocolate infusionado con textura de mandarina y espuma de arbequina, otro era sopa de coco con helado de piña y espuma de maracuyá y el tercero una tarta de castañas con helado de naranja. Muy buenos los tres.
El apartado de los vinos también fue memorable. En primer lugar por el exquisito servicio del mismo, con decantación de las dos botellas, tanto la de blanco como la de tinto. El blanco con el decantador dentro de su cubitera de vino para mantener la temperatura adecuada. El rellenado de las copas, en su justo nivel para que no se calentase el vino y en el momento adecuado.
Para las entradas pedimos un albariño "Pazo de Señorans, Selección de añada 2003", de la D.O. Rias Baixas. Un vino increíble para lo que estamos acostumbrados con los blancos. Vino sin crianza que gracias a su estructura aguanta perfectamente el paso del tiempo. Es pura elegancia en la nariz y en la boca. Sutil, fresco y aromático, como si aun fuese joven. Color amarillo dorado, con aromas florales y de frutas, donde predominan los cítricos. En la boca mantiene una buena acidez y equilibrio.
El otro vino lo pedimos previa sugerencia del restaurante y también nos gustó mucho, aunque no causó la misma impresión que el primero. "Lalama" de Bodega Dominio de Bebei, se elabora con uva mencía, brancellao y garnacha tintorera en la D.O. Ribeira Sacra, Galicia. Ha madurado 16 meses en barricas y 20 en la botella. Es un tinto con buen potencial de guarda. Tiene un color picota, con aromas carnosos y frutales muy maduros. En la boca resulta redondo y franco. Muy bueno.
Un detalle importante, no por lo que supone económicamente, sino por el hecho en sí mismo, no nos cobraron el café, que era bueno, las infusiones, ni el estupendo pan que nos sirvieron.
El precio por persona salió a cincuenta euros. Teniendo en cuenta que los vinos valían 33 y 20 euros, ya con el iva, salen las cuentas, algo más de 32 euros cada uno por la estupenda cena que nos sirvieron.