En un lugar de la Vall de Gallinera.
Esta tierra es una maravilla, es como el valle del Jerte y la Toscana italiana juntos. Hay muchos cerezos por aquí. El valle está sembrado de pequeños pueblos encantadores, casi todos ellos, según indican sus nombres, de origen árabe. Sus gentes son amables por naturaleza y aman lo que hacen o al menos así lo parece.
En uno de ellos, llamado Benialí, está este pequeño restaurante en el que te reciben como si fueras un cliente habitual.
La sala está decorada con gusto, hasta los caminos de mesa, que cruzan los blancos manteles, son del color de las paredes.
No hay carta, existe un menú degustación por 20 euros, que es más que suficiente. Aunque existe la posibilidad de pedir por encargo alguno de los platos habituales.
La carta de vinos es corta, pero hay donde elegir, con presencia de algunos vinos de las proximidades.
Para esta ocasión se eligió este Quinta de Tarsus 2012, que acompañó bien a la comida.
La comida consta de varios aperitivos o entradas y un plato principal, más el postre. Empezó con un emparedado de berenjena, con rulo de queso de cabra, anchoa y confitura de tomate. La berenjena es el ingrediente que sorprende gratamente dentro de esta clásica combinación.
Pan de pasas, cebolla caramelizada, figatell y tomate rehidratado en aceite y vino blanco. Un figatell excelente, bien especiado y sabroso. Hay que tener en cuenta que es una especialidad de la zona.
Flan de verduras con atún en conserva y crema de boletus. Más ligero de lo que en un principio se podría pensar. Entró muy bien. La crema de boletus, no siendo temporada ya nos imaginamos de donde viene. El plato estaba mejor de lo esperado.
Pastela de pato con naranja. Ya he indicado al principio los orígenes árabes de los nombres de los pueblos de la zona. Esto parece un guiño a la típica pastela de pollo marroquí, pero con una versión propia. Una envoltura de pasta filo que iba cubierta de canela y azúcar. Estaba bastante rica.
De plato principal una exquisita paletilla de cordero al horno que se deshacía en la boca de lo tierna que estaba y un exterior crujiente y sabroso. Materia prima local de primera calidad, según nos explicó Germán. Una obra de arte que demuestra el buen dominio del horno. Parecía mucha comida pero no sobró nada.
De postre, dos elaboraciones caseras, pudin y tarta de galletas. Como las que hacían todas nuestras abuelas.
Si tenéis ocasión de ir a la Vall de Gallinera, que ya por si sólo es un motivo de satisfacción, no dejéis de buscar este restaurante y comer en él.
SABORS. Calle La Font nº 1. BENIALI. Teléfono 966 406 646