Este es uno de los locales de la ciudad de Valencia a los que procuro volver de vez en cuando, siempre salgo satisfecho de haber tomado esa decisión. Ya comenté en otras dos ocasiones mis últimas visitas, aquí y aquí.
Está en la calle Sorní número 31 de Valencia CP 46004, teléfono 963 738 170.
Del local me gusta su simplicidad, equilibrio y armonía. El ambiente resulta sereno y acogedor, las mesas amplias y bien vestidas, equipadas con copas Schott. La vajilla que utilizan es de calidad y resulta muy original, siendo diferente para cada plato servido.
La carta ofrece varios menús, dos de trabajo para mediodía y la noche y uno gastronómico, con dos entradas, un plato de pescado, uno de carne y dos postres por 46 euros, con el iva incluído. Los platos del menú gastronómico son de los que existen en la carta. Nosotros nos decantamos por éste último.
Para antes de la cena pedimos unas cervezas y por fin encontramos una oferta diferente a las omnipresentes Heineken, Amstel o Mahou. Pudimos elegir una cerveza belga llamada Belgoo Luppoo. Muy lupulizada, con un toque amargo, no muy floral y refrescante, con 6,5º
La otra que pedimos fue una lager alemana, la Dinkel Acker Privat, tiene aromas suaves de malta y lúpulo y algo de levadura. En boca tiene un final seco y el amargor es moderado, tiene 5,1º.
Los vinos para acompañar el menú fueron, primero un blanco de Venta d’Aubert 2006, elaborado en Cretas (Bajo Aragón) con garnacha blanca, viogníer y chardonnay, fermentado y criado con sus lías en barrica durante más de seis meses. Es un vino muy aromático, con cuerpo, que acompaña muy bien platos diferentes. Su evolución en la copa es sorprendente.
Para los segundos platos pedimos un tinto Arrayán 2005, de la DO Mentrida (Toledo) elaborado 100% con la variedad petit verdot. Criado durante 12 meses en barrica de roble. Un vino expresivo, con buena estructura e intensidad. Buenas elecciones ambas.
Los panes que nos ofrecieron estaban todos elaborados en el propio restaurante, nada de recurrir a precocidos o masas congeladas. Muy buenos y variados. Había de aceite, de cebolla, de hierbas aromáticas, integral, y dos variedades más que no recuerdo.
De aperitivo nos obsequiaron con una sopa fría de melón con una brocheta de bacalao confitado, decorado con una isla de aceite y con brotes de cebolla. Estaban bien armonizados todos los ingredientes, resultó sabrosa y sorprendente. Nos agradó a todos.
La primera entrada que nos sirvieron fue mi cuit de foie envuelto en una hoja de espinaca con crudités y aderezado con aceite de vainilla. Todos los ingredientes del plato tenían su importancia, empezando por las verduritas que llamaron nuestra atención, por su textura y sabor.
La siguiente entrada fue un steak tartar con helado de torta del casar y galleta de parmesano. Buena la carne, bien aderezada y agradable de tomar, muy bien acompañada por el helado de queso.
El plato de pescado consistió en un taco de lomo de atún sobre marmitako acompañado de cebolla caramelizada con unos tallarines falsos de consomé de atún. El punto del atún estaba fantástico, como a mí me gusta jugoso y prácticamente crudo en su interior. Lo disfruté.
El plato de carne fue paletilla de cordero cocinado a baja temperatura, sobre un turrón de patata y pistachos, con guisantes y una emulsión de menta. El cordero se deshacía en la boca y el aire de menta le daba un toque de frescura al plato. Buenos contrastes.
El primer postre consistió en un mojito de gelatina de ron, sorbete de hierbabuena y zumo espumoso de lima y limón. Muy refrescante y original.
Para finalizar un postre premiado, creado por ellos mismos, sorbete de horchata sobre una sopa de canela y un fartón crujiente. Reinterpretación de la popular horchata con fartons. La sopa de canela destacaba por potencia sobre la horchata.
Tres personas pagamos 208 euros, menos de 70 euros por persona. Buena relación calidad precio. El servicio inmejorable, si acaso se echa en falta un previo envinado de las copas antes de servir los vinos, por lo demás perfecto.