Daroca de Rioja es el pueblo más pequeño del mundo que cuenta con un restaurante con estrella Michelín.
En un pueblo de tan solo 24 habitantes, según el chef de Venta Moncalvillo, se encuentra ubicado éste restaurante con una estrella Michelín, a tan solo 20 kilómetros de Logroño y a menos de cuarenta y cinco kilómetros de Haro. Pegado a la carretera está el edificio que regentan los hermanos Echapresto, Ignacio en la cocina y Carlos en la sala y bodega. Ambos profesionales de recocido prestigio en el mundo de la gastronomía.
A espaldas del restaurante hay un pequeño huerto donde cultivan algunos de los vegetales que se sirven en sus platos.
El comedor principal es luminoso y está decorado en tonos cálidos. La sonoridad es adecuada, aunque se escuchan con todo detalle las conversaciones de los comensales cercanos. Las mesas están bien vestidas y con la suficiente separación entre ellas. Las copas de la marca Stolzle. El personal de sala impecable y atento.
La carta va variando con las estaciones, ofreciendo secciones temáticas según la temporada: setas, caza menos, verduras, caza mayor, etc. Tiene además un menú gastronómico de cocina actual.
Y otro menú degustación, más corto, basado en los platos más emblemáticos de la carta.
La carta de vinos, muy bien presentada, es un volumen encuadernado, con muchas referencias. Es una carta de esas que requieren la ayuda del sumiller. En este caso tuvimos el asesoramiento de Carlos Echapresto, finalista al Premio Nacional Mejor Sumiller España en 2013, quien una vez expuestas las preferencias recomendó el vino para acompañar el menú gastronómico.
El escogido fue este Finca Valpiedra reserva 2007. Un vino elegante, intenso en nariz y bien equilibrado en la boca.
El pan me pareció muy bueno.
Sirven un aceite ecológico, envasado con la marca del restaurante, elaborado con la variedad arbequina. Se le apreciaba un inconfundible y exquisito aroma de tomate, propio de ésta variedad.
Lo sirven con los ingredientes necesarios para hacer una pequeña cata, tanto en un vaso para beberlo, como en un plato para mojarlo. Un buen detalle.
El menú va precedido de unos pequeños aperitivos, en primer lugar un macarón de morcilla y un bastoncito de aceituna. El macarón salió bastante frío, lo que dificultó la apreciación del sabor, aunque era fundamentalmente dulce, lo cual tampoco me pareció muy acertado para un primer bocado.
Después un surtido compuesto de caramelo de queso de Cameros y miel. Tosta de bacalao con pimiento del piquillo caramelizado, muy bueno. Guindilla en tempura. Se empieza a notar la mano del chef. Tres buenos aperitivos, sencillos pero conseguidos.
Otro aperitivo constaba de una flor crujiente de manzana y foie con semillas de amapola. Crujiente de perdiz escabechada con mostaza. Huevo con crema de edulis. Tres bocados extraordinarios, sobre todo el último, Una crema de edulis muy sabrosa y deliciosa. Para recordar mucho tiempo.
El primer plato del menú. Sardina escabechada con pimiento, pepino y rábano con salsa de ajoblanco. Un bonito juego cromático y una sardina suave y en un punto impecable.
Carpaccio de bonito del norte, crema de aceitunas negras, tomate cherry infusionado con PX, helado de cebolla caramelizada y cebolla encurtida. Una presentación muy cuidada y un bocado exquisito.
Ravioli de calabacín relleno de setas, calamar troceado con cebolla caramelizada y ceniza de calamar, sobre jugo de calabacín. A este plato creo que le falta un poco de chispa, el relleno de setas se percibe demasiado suave. Por lo demás bien.
Salmonete al vapor reposado sobre puerro joven, zanahoria y crema marinera. Buen resultado, aunque yo hubiera preferido el salmonete a la plancha, se obtiene más sabor, aunque tal vez no es el concepto que se buscaba en este plato.
Cocochas de merluza asadas al sarmiento. Otro de los platos para recordar por su textura y sabor. Impecable. Seguramente no es un plato tan sencillo de realizar como parece.
Manitas de lechón con foie gras de pato, Cantharellus (Craterellus) cornucopioides (trompetas de la muerte) y trufa. Exquisito. La mezcla de ingredientes parecía uno solo pero con muchos matices.
Hamburguesa de pato, confitura de tomate, miel, pan crujiente, mostaza, queso, patata frita y rúcula. Este plato no me sedujo, a pesar de que todos sus ingredientes parece que encajen bien. Lleva todos los ingredientes propios de un menú de hamburguesa.
Pichón en tres cocciones (asado, guisado y paté), con paté de sus entrañas, PX, pera y piñones. La pechuga a la plancha en un punto medio sangrante perfecto, las alas guisadas y de las entrañas se confecciona el paté que hay al lado. Un círculo perfecto.
Melón infusionado con cítricos y regaliz, acompañado con helado de hinojo. Muy rico
Torrija de brioche caramelizada, con helado de nata. Un postre espectacular, muy típico de la zona.
Bizcocho, sorbete de Campari, perlas de Campari y Cointreau, aire de Campari, granizado de naranja sanguina. Un postre muy barroco. Menos mal que me gusta el sabor amargo, sobre todo del Campari. Lo disfruté.
En conclusión. Todo un acierto haber ido al restaurante de los hermanos Echapresto, tanto Ignacio como Carlos hacen que disfrutes de su mesa y de sus vinos, en un entrono agradable, donde las prisas están ausentes. Sorprende descubrir un restaurante como este en un lugar tan tranquilo y apacible.
Ctra. de Medrano, 6. Daroca de Rioja. Teléfono 941 444 832 - 680 694 358