Nuestra llegada a Plasencia, se produjo hacia las 18 horas del lunes 2 de noviembre. Esta ha sido la ciudad escogida de entre las de Extremadura para ser la sede de nuestras correrías por esta tierra, de la que esperamos buenas y abundantes satisfacciones.
Tras descansar un poco y reponernos en el bar del hotel Alfonso VIII, nos encaminamos en busca del restaurante elegido para esa noche.
Nos sorprendió la extensión de la ciudad, pensábamos que estaba todo bastante más cerca, este restaurante se encuentra en las afueras, al menos algo alejado del casco histórico, pero por fin llegamos a la avenida de las Acacias número 1, de 10600 Plasencia, teléfono 927 425 752, en la Urbanización La Mazuela.
Hay una terraza cubierta en el exterior y una barra en la entrada, el comedor está subiendo un pequeño tramo de escaleras. Es un local acogedor, en el que predominan el color salmón y el rosa, tanto en algunas paredes como en los manteles. El vino es motivo de decoración y está presente por toda la sala. La iluminación muy adecuada y suficiente al igual que la música ambiente.
Las mesas están correctamente vestidas, con un doble juego de manteles, el salmón del que ya hemos hablado y uno bajo de color blanco que cubre toda la mesa. El tamaño de la mesa que nos adjudicaron no era el adecuado para tres personas, pues faltaba espacio para las botellas, las copas y los platos. Teniendo en cuenta que solo había otra mesa ocupada no se justifica que nos pusieran tan apretados.
La vajilla y cubertería utilizadas me parecieron correctas, las copas de la marca Schott, de buen tamaño y calidad.
La carta de vinos, con gran peso de tintos, me sorprendió por la existencia de referencias extremeñas, desconocidas en su mayoría para mí. El problema es mío, no de la carta. Ahora, después de una semana por allí, ya estoy un “poco” más enterado. El resto de los vinos mayoritariamente de la Ribera del Duero y la Rioja, con algo del Somontano, Castilla León y poco más. Los precios algo elevados sin justificación, salvo por las copas, ya que el servicio del vino es inexistente, se limita a la presentación y descorche. Tomamos un Arzuaga de la DO Ribera del Duero, crianza del 2006, por 28,50 euros. Me pareció un vino a tener en cuenta, con matices interesantes y un buen paso de boca. Con una buena relación calidad precio en tienda.
La carta de platos basada en productos de la tierra, con propuestas que actualizan algunas elaboraciones tradicionales. De aperitivo nos sirvieron un poco de foie, tipo mi cuit. Nada sorprendente ni original.
De primero pedimos, ya que estábamos recién llegados, un plato de jamón ibérico de bellota. Estaba exquisito. Como no soy experto en la materia no se si sería de bellota, de recebo o de cebo de campo. Desde luego no era de cerdo blanco y estaba bueno.
Como continuación y para seguir ambientándonos, pedimos una selección de quesos extremeños. Había torta del casar, queso ibores, de rulo de cabra y el resto de las explicaciones se limitaron a especificar si el queso era de cabra, en su mayoría, y si era curado o semicurado. Siguen existiendo lagunas en el personal de muchas sala.
De platos principales tomamos carne. Unos solomillo de ternera extremeña con jugo de su propio espinazo. Un plato contundente y abundante. El corte de carne era espectacular. Acompañado de foie, otra vez, aunque no fue como el del aperitivo, y una crema de patata. Salió en su punto, tal y como lo habíamos pedido.
El otro plato fue de solomillo de cerdo ibérico, servido del mismo modo que el de ternera.
De postres, una infusión de frutos rojos, frambuesa, con helado de yogur.
El otro fue una sopa de miel, con helado de yogur también.
Precio medio por persona 47 euros, con cafés, agua y cerveza.
Este restaurante figura como uno de los mejores de Plasencia. La instalación es buena, aunque creo que se aprovecha demasiado cada mesa, al menos en nuestro caso, y eso que éramos tres en una mesa que estaba preparada para cuatro. Buena bodega y buen producto. Si se va a Plasencia hay que visitarlo. Intuyo que una buena opción debe ser comer en la barra.