Para alguien que viene de fuera resulta extraño acabar comiendo en un asador, cuando la gastronomía malagueña tiene tanta fama por los espetos, los mariscos, los pescados y sus frituras. Pero cuando tienes varios días por delante y eres consciente de que la diversidad es un lujo, aprovechas la ocasión y te permites venir a conocer este templo de las brasas y alguna de sus especialidades.
Las carnes se han convertido en una experiencia de sabores por la pluralidad de razas, tipo de cuidados, maduraciones y fuegos que hoy nos podemos encontrar en la restauración especializada. La clase de carbón, los aromas que se impregnan en las carnes y el tipo de corte son los que marcan la diferencia entre unos y otros. Lo que nos vamos a encontrar en la mayoría de los establecimientos dedicados a esta cocina son piezas y costillares de vaca, ternera, cerdo ibérico, cordero, actualmente también wagyu, y en algunas ocasiones, difícilmente, carne de buey.
Si el grupo de comensales no es muy numeroso o no son grandes comedores hay que tener cuidado con la chuleta que se elige, pues las medidas y peso en ocasiones son impresionantes, ya que el tamaño del animal determina la proporción de los cortes, que pueden ser de varios kilos por pieza.
Si vas acompañando a unos carnívoros pero tú no lo eres no te preocupes, tienes varias opciones para comer a la brasa productos del mar. O incluso alternar algún plato de aquí y el resto de carne, como hicimos nosotros.
Después de ver y asombrarnos con la exhibición de las distintas opciones, nos dejaron para que meditáramos y viesemos la carta, porque además de la gran variedad de carne hay muchas otras cosas. Mientras tanto nos ofrecieron un vermut muy interesante. Es un coupage de Oloroso viejo y Moscatel. Esta mezcla envejece en toneles de Oloroso Valdespino que aportan profundidad e intensidad a este vermú de corte elegante y cálido. En nariz es especiado, intenso, donde predominan las notas de oloroso. En boca es cítrico, con especias, que se redondea al final con un amargor elegante. Muy rico.
Para acompañar al vermut nos obsequiaron con esta tapa de chistorra con pimientos que nos encantó. No resultaba nada grasienta y el sabor era muy fino y equilibrado.
Empezamos con una opción que aparece en casi todas las cartas de Málaga, el "tomate picao". Se trata de un producto de temporada, cambia en función de la variedad que esté en el mercado en cada momento, se trocea y se adereza con ajo y perejil desmenuzados, aceite y sal. Cuando el tomate está bueno es un plato exquisito y refrescante. Éste lo era.
Ésta fue la sorpresa del día. Carpaccio de Wagyu, con parmesano, rúcula y vinagreta suave de cítricos. Se trata de una carne aromática, muy sabrosa y jugosa, cuando la introduces en tu boca cada bocado se funde en el paladar como si se tratara de mantequilla. Estaba deliciosa.
A pesar de que la especialidad de la casa es la carne, el pulpo a la brasa tiene mucha tirada aquí. Estaba muy tierno y el aroma de la madera de encina, según indican en la carta, le daba un sabor especial. Buena opción.
La carne elegida fue esta pieza de 700 gramos de lomo alto de "Vaca Finlandia Premium" de la raza Hereford, con 40 días de maduración, (Cube-roll) carne limpia sin nada de merma, ni hueso, ni espinazo, ni tapa, solo el centro del lomo. Hereford es un condado inglés, de donde son originarias estas reses, pero la raza se ha extendido por muchos países que las crían por sus buenos rendimientos y excelente carne.
Del trinchado de la carne se encarga el personal de la sala, ya que la experiencia les permite cortar la pieza de la mejor manera para aprovechar las óptimas características de cada trozo. Por eso el centro va en filetes y la orilla, más tostada, se corta en trozos pequeños como si fuera churrasco. Este lomo estaba impresionante. Tierno, jugoso, gustoso, exquisito.
Venía acompañado de unas patatas fritas doraditas y crujientes y unos pimientos asados deliciosos.
De postre tomamos este pastel Goxua. Dulce típico de Vitoria. Se elabora con un bizcocho embebido en ron, se le añade nata y queso, crema pastelera y por encima azúcar flambeado en la mesa. Delicioso y nada empalagoso, pero con su punto justo de dulzor.
Como no podía ser de otra manera para un establecimiento de estas características, hay una amplia y bien escogida carta de vinos. Con una aplastante pero lógica mayor presencia de tintos y con representación de muchas Denominaciones de Origen españolas y también de procedencia internacional.
La ocasión requería un vino como El Puntido 2018, que es uno de los grandes vinos de Rioja. La bodega Viñedos de Págano se encuentra esculpida en la piedra, en las mismas entrañas del viñedo. Despliega una nariz sutil con notas minerales, de fruta madura y chocolate. En el paladar es potente, con un buen balance entre la fruta y la madera, con taninos redondos. Final seco y serio. Un vino fresco y elegante. Elaborado con uva Tempranillo procedente de la Finca El Puntido. Con una crianza de 16 meses en barrica nueva de roble francés. Siempre convence y entusiasma.
Como se puede apreciar este vino tiene un color picota precioso, es una gozada beberlo, está tan bueno que puedes tomarlo con lo que más te apetezca. Incluso solo.
En esta ocasión fue ideal, comida y bebida estaban a gran altura. Fue un acierto hacer un paréntesis con la cocina marinera de la zona, pues así me llevo un recuerdo que no me imaginaba. Hay que estar abierto a casi todas las experiencias gastronómicas. Hay excepciones ;)