Éxito continuo desde su apertura
No te sorprendas si eres de Valencia y no te suena este hotel. Abrió hace menos de un año, concretamente el 16 de diciembre de 2019, y con el confinamiento por la Covid-19, seguro que no has tenido mucho tiempo para visitarlo. Pues aprovecha, porque vale la pena. Está justo en la esquina contigua a la Antigua Universidad de Valencia, ambos están separados por la calle de la Nave. Es un edificio modernista, de color blanco y muy bien conservado o restaurado, de los muchos que hay en esa zona entre las calles de la Paz y Comedias. El restaurante está ubicado en la planta baja del hotel, con dos accesos desde el exterior, por la calle Comedias y por la de la Nave. La cocina está abierta desde las 7:30 de la mañana hasta las 24:00 horas. Su carta no es muy extensa, lo que considero una virtud desde hace bastante tiempo, ya que así la materia prima tiene más rotación y siempre es reciente. Ellos mismos, en su web, la definen como de cocina internacional, la encuentro variada, fresca y sugestiva, al menos para mis gustos.
Con motivo de la situación pandémica, se mantienen algunas mesas inhabilitadas para el servicio, lo que da una sensación de más espacio. Cuando desaparezca esta circunstancia extraordinaria, la sensación será diferente, ya que las mesas están bastante próximas entre sí. El local tiene mucho encanto, lo encuentro acogedor, desenfadado y decorado con mucho acierto.
Mientras examinaba la carta, a través del código QR, pedí un vermut de la tierra. Elaborado por Fernández Pons en la zona de Utiel-Requena. Es un vermut que encuentro muy sabroso y elegante. Tiene unos matices botánicos muy bien ensamblados, que le dan una estructura en la boca suave pero gustosa. Una lástima que no se encuentre con más frecuencia en los restaurantes de la tierra que lo ha visto nacer.
El pedido que hicimos incluía platos orientales, mexicanos y mediterráneos. Empezamos con estos rollitos vietnamitas, envueltos en una lámina fina de arroz y rellenos de gambas y crujientes verduras variadas (brotes de soja, zanahoria, espinaca, calabacín,...). La salsa sweet chili (roja) y la soja que los acompaña ayudan a darle un toque de alegría y sabor punzante.
Continuamos con una muestra típica de la cocina mejicana. Dos tacos. Uno de tortilla de trigo con langostino rebozado, cilantro, cebolla morada, salsa sriracha y pico de gallo. El langostino nada graso y con mucha frescura gracias a las verduras que lo acompañaban. La salsa Sriracha en su justa medida, presente pero nada agresiva. Muy bueno.
El otro taco, un clásico de los clásicos, tortilla de trigo con cochinita Pibil, cebolla morada, cilantro y queso, acompañado de pico de gallo y guacamole. A pesar de la coincidencia de varios ingredientes, el bocado sabe totalmente diferente, el queso y el guacamole, junto con la cochinita pibil lo convierten en algo distinto y muy rico. Estaba fantástico.
Nos venimos hacia el mediterráneo, para disfrutar de unas exquisitas cocas de masa de pan. La primera de berenjena ahumada con queso feta, cebolla confitada y tomate seco. Cuatro ingredientes muy bien armonizados. El ahumado de la berenjena destaca pero no enmascara.
La otra coca era de pisto con manzana y ventresca de atún. Algo más habitual que la anterior pero muy conseguida. Aunque me quedo con la anterior. En la carta van las dos juntas en un mismo plato “Duo de cocas”.
Salen a la mesa las Gyozas. Son unas empanadillas de origen chino que derivan de la palabra Jiǎozi en idioma mandarín y que los japoneses transformaron en gyoza. Pueden ser cocidas al vapor o hechas a la plancha, suelen ir rellenas de carne y verduras, aunque admiten cualquier ingrediente en su interior. Estas estaban al vapor y llevaban carne picada y setas shiitake. Se toman con salsa de soja. No fue de lo que más me llamó la atención.
Curry amarillo de gambas con verduras y arroz cocido estilo oriental. Me gustó, me gustó que picara, por fin alguien se atreve a presentar un plato que debe picar y que pica. Buen sabor, con presencia clara de la leche de coco. Un plato muy reconocible por sus sabores auténticos. Lástima que nos cambiaron las gambas por langostinos. Aún así lo disfruté.
De postre “Biancaneve”. Suave mousse de chocolate blanco con mango y maracuyá, acompañado de un helado de yuzu. Una delicia de exotismo. El chocolate cubierto por el mango y encima de ambos el maracuyá. El helado muy cítrico, refrescante, perfumado y chispeante.
La carta de vinos me pareció muy interesante por lo democrática, ya que solo hay tres riojas tintos, dos riberas y un único rueda. Todos los demás vinos son de otras denominaciones, como Ribeira Sacra, Madrid, Manchuela, Cebreros, Penedés, Ribeiro o Yecla, por ejemplo. Con algo más de peso en la representación de los vinos de Valencia y Utiel-Requena. Con la curiosa e inusual presencia del tinto “Pantxut” de la DO Valencia, elaborado con la variedad bonicaire.
Yo me decidí por este Cunqueiro de la DO Ribeiro, un blanco elaborado con hasta 6 variedades blancas distintas: Treixadura, godello, albariño, palomino, torrontés y otra. Es un vino fresco, con una acidez amable, buen cuerpo, complejo y equilibrado. Me gustó. Es una reciente creación con motivo de la celebración del centenario de la bodega.
Además de todas las bondades que he descrito de este restaurante, un valor muy importante es el equipo, es un personal que te atiende como si le fuese su felicidad en ello, en lugar de la tuya. Siempre con una sonrisa, prontitud, eficacia, profesionalidad y dispuestos a atender los requerimientos del comensal, aunque a veces puedan ser improcedentes (el cliente no siempre tiene razón). Si encima tienes la suerte de que te toque que atienda tu mesa Rodrigo vas a flipar. Es una persona que vale mucho para esta profesión y seguramente para cualquier otra también. Pregunta por él cuando vayas, me lo agradecerás.