Cuando llegas a la puerta de la Bodega Solera te da la impresión de estar en un local con antigüedad, pero está abierta solo desde el verano de 2023. Lo más probable es que hubiera antes otro local similar aquí. Es un híbrido entre taberna andaluza y bar de vinos o bistro. Tiene una decoración apabullante, con objetos muy variopintos y de procedencias singulares probablemente. Lo que sí que tiene espectacular es una gran bodega de vinos.
Al fondo del local hay un bar dentro del bar. En cuanto a su carta, los estudiosos de las tapas ibéricas podrán hacer una inmersión en ellas más allá del típico y manido mollete –que también lo hay, de rabo de toro– y descubrir el caíllo: un montadito de presa ibérica, sofrito y alioli.
Hay una pizarra luminosa, que es solo un resumen de la carta, en la que conviven las marineras murcianas, el salpicón o la gilda, con una ensalada de tomate de Barbastro, y un genuino y catalanísimo fricandó de ternera: un repertorio amplio y versátil, apto para comer algo rápido o para aposentar los codos en el mármol y vivir la vida. Tienen además un cortador de jamón titulado.
El asunto de los vinos aquí se lo toman muy en serio, la carta contiene casi 700 referencias. También ofrecen una selección de vinos por copas que van variando periódicamente.
La decoración del local es muy original, hay una especie de balconcillo en el interior que ofrece unas vistas de la barra muy singulares.
En esta vista se aprecia desde el otro lado.
Como nuestra estancia tenía que ser corta, ya que íbamos de paso, motivo por el que habrá que volver, solo pudimos tomar un par de tapas, pero suficiente para darnos cuenta que el local se merece más de una visita. Empezamos con una marinera, la típica tapa murciana que aquí lleva una anchoa de L'Escala. Buena la ensaladilla y mejor aún el salazón.
Cuando me encuentro un guiso tradicional ofrecido como tapa se me despiertan unas ansias irrefrenables de probarlo. Y más algo tan de esta tierra como el fricandó. Filetes de ternera enharinados y fritos, acompañados de setas, que posteriormente se guisan hasta conseguir la textura melosa que se busca en cualquier estofado. Muy goloso y adictivo. Éste cumplió bien.
De entre los vinos que había disponibles para tomar por copas en ese momento elegimos este "Tiro al blanco", un tinto de la DO Ribeiro, elaborado con la variedades autóctonas gallegas Brancellao, Caíño Tinto, Mencía, Merenzao, Sousón, que dan un vino natural y auténtico, de los que se hacían antes. Matias Michelini en la Bodega O Morto elabora este vino de pueblo como se hacían antes. Es un tinto fluido con aromas de fruta roja fresca, acompañado de toques especiados. En boca es fresco y jugoso. Un vino fácil de beber con una acidez sorprendente. El final es largo y agradable.
En una próxima visita a Barcelona mi estancia en esta Bodega será más larga y provechosa.