La sala tiene el aspecto muy informal como de un local industrial sin remozar, suelos y techos dan la sensación de estar inacabados. Se complementa con un mobiliario sencillo y moderno. La carta esta basada en platos del recetario andaluz y algunos otros con influencias de otras cocinas, sobre todo de la vasca.
La dilatada trayectoria del chef Pablo Carrasco le ha llevado a liderar una cocina seductora e imaginativa. Desacato apunta hacia ese arrojo de los empresarios jóvenes que abordan proyectos con ilusión y un punto de rebeldía. Pero, hay un "pero" importante, así como su cocina es motivo suficiente para hacerle una visita, el funcionamiento, el ritmo y la atención necesita una revisión a fondo. Llegamos ocho minutos antes de la hora de la reserva y no nos dejaron entrar, diciendo que estaban montando las mesas ¿Ocho minutos antes no están montadas las mesas? Cuando se hizo la hora ocupamos la del fondo que se ve en la foto de la cabecera, esa foto la hice al intentar entrar al local la primera vez. 

El ritmo fue muy lento, entramos a las 13:30 horas y salimos a las 16:02 sin tomar café ni nada parecido, solo comer. Está fuera de debate o polémica que a un restaurante de este tipo no se viene con prisas, pero la regularidad, el equilibrio y la cadencia de los tiempos entre platos es muy importante (dixit Ferràn Adrià). Lo más llamativo ocurrió entre el último plato y el postre. El sexto plato llegó a la mesa a las 15:02 h. y el postre a las 15:43 h. Las fotos graban la hora.

Pero en fin, lo importante es que el nivel de la cocina es bueno y al final sales un poco desesperado por los tiempos muertos pero satisfecho con lo que ha disfrutado tu paladar.

Tuvieron un buen detalle muy importante. Cuando hicimos el pedido de la comida incluímos una referencia de la carta que era a base de cecina, pero vinieron a informarnos que el chef había previsto ofrecernos un aperitivo con ese ingrediente principal y nos invitaron a cambiar ese plato por otro. Así que tomamos estas flores de cecina como aperitivo. Una cecina de buena calidad distribuida por Discarlux (A buen entendedor...)

El primero de los platos que pedimos estaba fuera de carta, se trataba de una tartaleta con gamba blanca que estaba muy buena. Frescura y mar dulce (abundancia de glicina en los mariscos para equilibrar la salinidad del agua del mar).

El siguiente plato fue esta ensaladilla con Camarón rojo o "chorizo" (Parapasiphae_sulcatifrons), huevas y aceite de coral. El camarón rojo es una especie que se queda a medio camino entre un carabinero y una gamba pero destaca por su intenso color. Una ensaladilla con novedades y exquisita.

Continuamos con el Nido: Yema de huevo a baja temperatura sobre salsa de setas y foie, cubierta de verduras deshidratadas. Una bonita y original presentación, con buenos ingredientes pero del que no me quedó la impresión que me esperaba. Ya se sabe que las altas expectativas son muy traicioneras.

Le llegó el turno a un plato que siempre nos crea inquietud, ya que tomate bueno aparece pocas veces en la mesa, pero éste venía así anunciado en la carta y no defraudó, nos encontramos con un tomate de calidad, maduro en su punto, dulce y sabroso, con aroma, piparras, ventresca de atún y cebolla morada. Satisfacción total.

En quinto lugar nos sacaron los pimientos de Gernika/Guernica fritos aderezados con escamas de sal. Es un poco más grande que el de Padrón y no pica ninguno, su valor gastronómico radica en su sabor y finura. Hasta hace unos años solo se consumía en Vizcaya.

Al final, el sexto plato, sin contar el aperitivo, fue este "Caramelo de cordero burgalés con reducción de Pedro Ximénez". Es uno de los platos más elogiados de la carta. Viene sobre su crema y está decorado con una lámina de obulato, que es un papel comestible muy utilizado en la cocina, hecho a base de almidón de patata. Éste es insípido y se deshace enseguida en la boca. La fama de este plato está plenamente justificada.

En la carta solamente hay dos postres, uno de ellos es esta tarta de queso horneada que estaba rica.

El otro postre que figuraba en carta era esta Pantxineta, típico del País Vasco, un pastel de hojaldre elaborado con mantequilla, crema pastelera en su interior y almendra tostada. Venía acompañada de un helado de vainilla. También bueno.

Para acompañar al aperitivo, recuerda que era la cecina, pedimos una manzanilla y nos sirvieron ésta extraordinaria María del Valle, en rama, de Montilla-Moriles, de la saca de primavera de 2022. Muy interesante la elección por su parte, es de color amarillo oscuro como oro viejo, con aromas intensos a almendras y aceitunas verdes y una boca fina, muy seca y con matices tostados. Una delicia.

Para los primeros platos nos decantamos por este viejo conocido Ramón do Casar, de la DO Ribeiro, elaborado exclusivamente con la variedad Treixadura, fermentado y criado en acero inoxidable. Es un vino armónico, equilibrado, muy persistente, bien estructurado y renueva la frescura de la fruta con un largo recuerdo. Me gusta siempre.

El tinto elegido para el final de la comida también resultó ser un habitual que lleva dándonos muchas satisfacciones. Este BaiGorri, crianza, elaborado con uvas Tempranillo (90%), Garnacha (5%) y pequeñas proporciones de otras variedades autóctonas exclusivamente cultivadas en la Rioja Alavesa y criado durante 14 meses en barricas de roble francés y americano (10%). Destacan los aromas a fruta negra y fruta compotada, especias y lácteos. En boca es elegante, fresco y sedoso y demuestra una larga persistencia. Magnífico.

Una comida con claroscuros que podía haber resultado estupenda y para recordar muy positivamente se vio deslucida por el ritmo. Una cocina que puede enamorar y que está muy bien conceptuada. Un equipo al que le falta un poco de coordinación. Ánimo.