Un asunto muy delicado y difícil de llevar bien. El ego es muy poderoso.
Cuando voy a comer a un sitio por primera vez, me siento relajado, porque se que no me conocen y me van a tratar como a cualquiera de vosotros que me leéis y os fiáis de mi criterio cuando hablo de un restaurante. Ya sé que sois unos pocos, pero entráis mucho en ojoalplato, para haber superado el millón y medio de visitas. ¡Gracias!
Cuando en sucesivas ocasiones vuelvo a un mismo restaurante, donde ya saben quien soy, si se han preocupado de seguir lo que se cuenta en internet de su restaurante, ya empiezo a tener cierto recelo, porque entiendo, y me parece muy respetable, que quien sabe que voy a escribir de su cocina y de su sala quiera esmerarse conmigo.
Las primeras veces me dejo llevar por mis sensaciones, soy uno más y eso que veo y pruebo es lo mismo que veréis vosotros. Pero las segundas o terceras veces que voy a un sitio, porque realmente me ha gustado, ya tengo que hacer un ejercicio de abstracción para quedarme con la esencia de lo que hay en el plato y me fijo mucho en lo que hay en las mesas contiguas, no vaya a ser que yo esté comiendo en un restaurante que no es el mismo de los demás.
Confieso que una vez me dejé invitar, por hacer un favor a un amigo, y estoy realmente arrepentido. Acabo de borrar ese comentario de ojoalplato.
En otra ocasión fui a probar la nueva carta de un restaurante, también invitado, pero aquella vez no se publicó nada en ojoalplato, los comentarios se hicieron en directo al chef.
Me declaro vanidoso, cuando entro en algún sitio y saben de mí me siento halagado, pero a la vez turbado, ya no voy a ser un cliente más. En ocasiones alguno de vosotros que me leéis me habéis dicho que el sitio en el que yo he comido de maravilla os ha parecido un desastre, por los platos o por el trato personal. Eso me duele mucho, aunque no dejo fuera de la ecuación que resuelve el grado de satisfacción de una comida, que la actitud del cliente no haya sido la más adecuada para el momento. A veces, cuando no acabo satisfecho pienso si no habré sabido pedir los platos adecuados. Pero ese es otro tema. No me quiero desviar.
Afortunadamente todavía hay sitios donde no me conocen y como muy relajado y tranquilo, pensando en que lo que voy a contar es como si os hubiera pasado a vosotros. Pero cada vez es más difícil, sobre todo ahora que comparto algunas experiencias con unos amigos gourmands que son bastante más conocidos que yo y nos tratan especialmente bien allá donde vamos.
Pero lo que no pienso volver a consentir es que me inviten en ningún sitio. Aunque yo no sea profesional, quiero mantener mi libertad personal sin tener que sentirme agradecido porque me hayan invitado a comer.
¿Cuantos os habéis preguntado muchas veces si los críticos gastronómicos profesionales pagan sus cuentas en los restaurantes? Me consta que los buenos y bien reconocidos lo hacen, pagan su cuenta. Lo que nunca se sabe es si reciben alguna prebenda extra.
Yo desde luego no vivo de esto y no soy nada influyente, pero por higiene mental y ética me seguiré manteniendo al margen de favores a cambio de una buena opinión. Si alguna vez me siento favorecido en el trato, a partir de ahora os digo que, al igual que no hago críticas negativas que no me reportan nada, tampoco voy a hacer criticas o comentarios donde me haya sentido favorecido.
Hay muchos buenos profesionales de la cocina que a pesar de conocerme me tratan tan bien como a vosotros, esos seguirán saliendo en ojoalplato.
Un abrazo y gracias por leer esto.