Cuando llegué a la plaza del Duero y vi el traslado que había sufrido el restaurante no pude evitar acordarme del libro "Un viaje de diez metros", maravillosa obra que narra la evolución de un joven chef desde el negocio familiar a uno con estrella Michelin. Aquí ese viaje lo ha hecho todo el restaurante, equipo personal y concepto gastronómico. El nuevo edificio es luminoso, minimalista, con elegancia y espacioso. Hacen una cocina de base mediterránea pero buscando darle un toque original que la haga algo diferente, bien jugando con los ingredientes o añadiéndole un detalle inusitado. Se logra en muchos casos.
Es curioso que generalmente atribuimos el éxito de los restaurantes a la gente que está en la cocina, y cómo puede cambiar una comida cuando encuentras un camarero, un asistente de sala, que te sabe llevar y te orienta, que te escucha y te entiende, que te explica lo que vas a comer y lo justifica, o te dice que eso no va bien con lo que has pedido, por redundante o por exceso, bueno todas esas cosas. Hoy he tenido suerte me ha tocado “el camarero” y hemos conectado. Se llama Antonio. Esto es muy importante, una suerte la de hoy. Pregunta por él.
Como es costumbre, cuando voy a un sitio nuevo elijo este plato que me permite establecer una especie de ranking con respecto a sus competidores. Curiosamente, un plato tan sencillo, a priori, no dió la talla. Estas bravas de patata confitada con alioli y salsa brava de la casa, no estuvieron a la altura de los demás platos. Salieron blandas y faltas de punch. Algo que se debe revisar, esto es como una tarjeta de visita para el restaurante.
El siguiente plato fueron estas alcachofas salteadas con láminas de boletus, ralladura de idiazabal y yema de huevo curada al vacío. Nada que ver con lo anterior, aquí había cocina e imaginación. Excelentes.
Continué con el tartar coreano de salmón marinado en kimchi, jengibre, aceite de sésamo, soja y encurtidos. Sutil el sabor, aunque se aprecia el kimchi respeta el gusto de las demás cosas. Un plato bastante logrado que vale la pena pedir.
Llegamos a una de esas interpretaciones de platos clásicos, con estos carabineros, huevo y patatas versionando un clásico de Formentera. El frito de langosta con patatas, pebrera y huevo. Lo que han hecho aquí es una parmentier de patata con mozzarella, para darle elasticidad, y kimchi que marida genial y suple a la pebrera, la langosta se sustituye por carabineros y el huevo se hace con buena puntilla, bien frito para que se note la textura crujiente. Es una buena versión económica y original muy conseguida.
Aunque no lo había pedido, Antonio quiso que probase este Dim sum, empanadilla cocinada al vapor de lomo entreverado marinado a las cinco especias chinas, en la base una mayonesa de soja. Estaba exquisito, la próxima vez lo tengo que pedir.
Sorbete de mango con espuma de yuzu y coco. Se exprime el yuzu y se mezcla con leche de coco, se emulsiona con nitrógeno para obtener la espuma y se le añade el sorbete de mango. De los postres que me gustan, con un punto ácido y poco dulce. La otra opción es el chocolate ;)
Para beber elegí este Algueira Patrimonio 2018 de Bodega Algueira de la D.O. Ribeira Sacra, elaborado con las variedades Mencía, Sousón y Garnacha. Tiene una crianza en madera de diez meses. Es un vino muy fresco, equilibrado y con taninos pulidos y sabrosos. Aromas de fruta roja sobre fondo especiado. Agradable y muy fácil de disfrutar.
Tengo un buen recuerdo de esta comida, estaba casi todo muy bueno. Estoy seguro que la asistencia de Antonio en la sala mejoró la experiencia. Veremos la próxima vez como va.