Pocas veces se presta la debida atención al equipo de la sala, sobre todo si funciona bien, si ha transcurrido la comida sin contratiempos o retrasos, si hemos tenido lo que habíamos pedido en su momento y en la forma deseada, entonces nos parece que ha sido una comida “normal”, salimos satisfechos, sin duda, pero sin la suficiente consciencia del esfuerzo que ha hecho un eficiente equipo humano para que nosotros disfrutemos de esa comida. Ahora como nos hubiésemos encontrado el mínimo percance, un retraso principalmente, una equivocación en el pedido o un gesto que nos parezca inapropiado, entonces seguro que la valoración que hacemos de la comida y del restaurante es demoledora.
Todo esto viene a cuento de la última visita al restaurante que encabeza esta reseña, y el recuerdo de una anterior sobre este tema que escribí hace un tiempo. El equipo del comedor hizo un espléndido trabajo, todo fluyó con naturalidad, acometiendo de forma resolutiva y eficiente cualquier posible incidencia que hubiera surgido durante el servicio. Lo que en definitiva redunda en una mayor satisfacción para el cliente. Que es de lo que se trata.
Otro aspecto muy importante para que una comida resulte satisfactoria es saber elegir lo que queremos. Está fuera de discusión que “todo”, “todo” lo que viene en la carta tiene que salir bien y en condiciones a la mesa, pero pensar un momento en el lugar en el que estamos, antes de pedir lo que vamos a tomar, nos ayudará mucho a conseguir un buen resultado y la experiencia será mucho mejor. Como por ejemplo estas gambas al ajillo sobre una parmentier de patata que estaban espléndidas. Perfectamente evisceradas y en su punto.
Las patatas bravas tienen que picar, por eso se llaman así. Eran unas buenas patatas, cremosas por dentro y crujientes y tostadas por fuera, pero flojas de salsa. Sé que mucha gente no tolera el picante, pero me parece una contradicción pedir un plato que debe picar y sacarlo para que todo el mundo se lo pueda comer. Al menos se debería hacer como en los restuarante indios o mexicanos, sacar varios tipos de salsas para que cada uno se dosifique. Eran unas buenas patatas pero no eran "bravas".
Encontrar en un restaurante de cocina con raíces mediterráneas un pequeño apartado de la carta dedicado a cocinas del mundo es una sorpresa muy estimulante. Lo que nos llevó a pedir algunos de esos platos, como estas gyozas crujientes rellenas de cerdo con kimchi y mayonesa de soja.
O este mini brioche de curry rojo de ternera, mayonesa japonesa kewpie y queso idiazabal.
Pan bao con panceta teriyaki, mayonesa de aguacate y cebolla morada.
Vamos a otro extremo del mundo. Tacos mexicanos de oreja de cerdo y mayonesa de chipotle.
Volvemos a casa. Canelón crujiente de pollo a l'ast y bechamel de parmesano.
Para los que optaron por tomar una carne, eligieron estas costillas a la barbacoa japonesa, la cual venía acompañada de tortillas para hacer tacos. Un mix bastante original.
Los que nos inclinamos por el clásico plato de arroz, nos decantamos por el meloso de pato, setas y foie. Es un acierto siempre. Cualquier arroz aquí sale bueno.
En cuanto a las bebidas, empezamos con este verdejo de la DO Rueda, que estaba muy bien. Fresco y aromático. No son nuevos en esto de hacer vino, pertenece a una bodega muy consolidada y conocida en La Rioja.
El segundo vino, también un clásico, esta vez de la Ribera del Duero, tinto fino (tempranillo) con seis meses de barrica. Muy rico. Un buen equilibrio entre la fruta y la madera.
De postres un clásico brownie de chocolate con helado
Y una tarta de manzana.
Como he dicho al principio, la atención en la sala fue exquisita, lo que hizo que la comida se desarrollase todavía mejor.
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