En gastronomía no hay milagros, las cosas se consiguen con planificación y trabajo. El tándem formado por Edu Espejo y Ricardo Espíritu ha llevado en muy poco tiempo a este restaurante a ser considerado de los más deseados de la ciudad. Abierto en diciembre de 2022 se ha convertido en todo un éxito desde el principio. Producto de primera calidad, buena técnica y un equipo que funciona de maravilla hacen que este restaurante sea de los más anhelados y disfrutados por los aficionados a la buena mesa. Un local confortable, moderno y con una capacidad limitada a 30 comensales, una vajilla maravillosa, diseñada por el grupo ceramista Cuit Espai, con sede en Ruzafa, una bodega muy bien pensada y que va creciendo día a día, y un equipo integrado perfectamente gracias a que ya venían trabajando juntos, algunos de ellos durante varios años anteriores, como la jefa de sala Camila Cabrera o la mano derecha de Edu en cocina Marcos Moreno.
La carta resulta muy apetitosa, es un problema tener que elegir, pero cualquier opción es satisfactoria, nosotros nos quedamos con ganas de pedir más platos, pero no nos pareció prudente, es mejor quedarse con ganas de volver.
El festival empezó con esta degustación de aceite Castillo de Canena Reserva de Familia de la variedad picual. Es un aceite de Oliva Virgen Extra de color verde intenso con un frutado de aceituna fresca y toques herbáceos.
Nos obsequiaron con este exquisito buñuelo de bacalao con un all i oli suave como aperitivo.
Empezamos con una de las estrellas de la carta, esta gilda con atún, bonito a la llama y caballa, con una aceituna gordal. Todo un espectáculo, la reinvención y sublimación de un pincho tan tradicional y emblemático, aquí se vuelve todo un acontecimiento que te hace saltar los esquemas. Después de comerte esto ya sabes que vas a volver.
Seguimos con una magnífica anchoa sobre mantequilla de Calaveruela y un pan de focaccia de Jesús Machí. Casi hace olvidar el plato anterior, pero no, la duda se queda en esa situación que a veces nos planteaban ¿A quién quieres más a papá o a mamá? A los dos por igual.
Entra en discordia el tercer plato que te hace replantearte a quién quieres más de nuevo. La tortilla de bacalao está hecha con huevos de corral de la granja Cobardes y Gallinas, aceite de perejil, cocochas de bacalao al pil pil y una brandada de bacalao. Se remata con piel de bacalao crujiente y brotes de borraja. Una locura, se me saltan las lágrimas al recordarla.
Una eficiente señorita nos presenta a nuestros siguientes colaboradores necesarios para seguir rematando esta magnífica faena. Un rodaballo que vendrá después de pasar por la parrilla y unos carabineros que seguirán su mismo camino.
El carabinero aparece enseguida, apenas un ligero paso por las brasas para que llegue hasta nosotros jugoso y grandioso. Tuvimos que pedir una cuchara para poder tomarnos los jugos que dejó en el plato al abrirlo. Un festival de sabor. Exquisito.
Enseguida le tocó el turno al rodaballo, 950 gr. para dos personas. Un punto maravilloso y un sabor excepcional. Había algunas opciones más para pedir pescado, podía haber sido un besugo o virrey o San Pedro y alguno más, pero hoy le tocaba al rodaballo. En la parte izquierda de la foto de la cabecera se pueden ver algunos de los ejemplares.
El postre viene dentro de esta naranja de cerámica recreada por el taller Cuit de Ruzafa, autor de la vajilla del restaurante.
En el interior se acomoda un postre ligero, ni demasiado dulce ni muy ácido, pero sí refrescante, que consiste en una crema pastelera de naranja, gajos de la fruta, un helado de flor de azahar, azúcar caramelizada, ralladura de piel de naranja y brotes. Premio al ingenio.
Ya he anticipado más arriba que la bodega es exquisita, de ahí que pedir un fino para el aperitivo hace que te sirvan algo como este Capataz de la casa Alvear. Una maravilla de vino generoso. Según reza en su etiqueta: Elaborado a partir de la variedad Pedro Ximénez, este vino procede de la Solera de la Bodega de la Casa, donde Alvear conserva los vinos más antiguos. Es el fino con más vejez de los que mantiene Alvear. Después de tener una crianza biológica de 12 años, todavía mantiene vivo el velo de flor. Camina entre la fina línea que separa los “finos” viejos de los “amontillados” más jóvenes. Muy elegante y disfrutón.
La comida la acompañamos con este espectacular cava de Mestres, su Coquet 2019, compuesto de Xarel·lo 45%, Macabeo 30% y Parellada 25%. Con una larga guarda en botella de 42 meses. Fina espuma que se desprende delicadamente, aromas de fruta blanca y cítricos. Estructura en boca y elegancia. Una delicia. Se deja beber de maravilla.
Después de esta experiencia ya estoy buscando una nueva ocasión para ir a Flama. No te lo pierdas.