Armonizar la cocina tradicional con la contemporánea y conseguir un equilibrio gustativo y estético sin perder las virtudes de la una y de la otra es una capacidad que no muchos alcanzan. Paco Aviñó lleva años en esto de dar bien de comer y tiene la suficiente sabiduría para sorprender y complacer a sus clientes con propuestas novedosas y atractivas. Tiene magia, sabe combinar técnicas culinarias tradicionales con tendencias modernas y cocina exótica. Eso lo intentan muchos, pero pocos logran que los resultados sean tan apetitosos como los que él ofrece. En esta ocasión el reto era doble pues este día tenía que dar de comer a cien personas y no hubo ningún indicio de que el nivel se resintiera. Todo perfecto.
La comida se inició con este plato de Cocochas de bacalao, con cardos en salsa de almendras. Me causó una grata impresión, por esa salsa tan bien trabada con los cardos mantecosos y las cocochas sabrosas, no había ningún pero que poner, estaba exquisito.
Seguimos con este Ravioli de quisquilla con salsa Kimchee, ¿a que solo con leer la descripción ya te parece que debe estar bueno? Pues aciertas, riquísimo.
Continuamos con unas Croquetas de setas (sin foto) que estando buenas tenían el listón muy alto por los platos que les precedieron.
El siguiente fueron estos Bombones de foie con chupito de mistela. Había un contraste entre dulces y salado muy interesante, acrecentado por el sorbo de mistela. Sugestiva combinación.
El plato fuerte fue este Arroz de puchero tradicional valenciano. Reparador, gustoso, muy casero. Pocas veces he visto un arroz caldoso con el grano tan conseguido, suelto, entero y bien cocido, además muy sabroso. Una mascletá muy musical.
Si el arroz fue una mascletá, el postre era un castillo de fuegos artificiales. Mira que presentación y que variedad. De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Profiterol de Baileys, Helado de violeta, trufa de Yuzu, tarta de chocolate, naranja (en el centro), tarta de té matcha y lámina de almendra. Espectacular.
Al tratarse de un menú cerrado, con la bebida incluída los vinos los eligió el restaurante. El primero era un blanco de la variedad Sauvignon blanc, que no es de mi gusto, por eso inicié la comida directamente con el tinto. Este Teófilo Reyes de la Ribera del Duero, un vino pleno de fruta y juventud, con un toque de madera por sus 6 meses en barrica bordelesa de roble francés y americano. En nariz es intenso, con aromas de frutos rojos y vainilla propia de una madera bien integrada. En boca es un vino redondo, de taninos maduros, afrutado y con matices balsámicos, sedoso. Una delicia.
Que en una comida del día de Reyes, con el restaurante hasta los topes, con cada grupo distinto, de su padre y de su madre, sean capaces de elaborar un menú tan equilibrado y sugerente, es para quitarse el sombrero. Imagínate lo que hacen cuando vas a comer a la carta en un día normal. No te digo más.