
En el corazón del campo de Cartagena, el restaurante La Cerdanya se alza como un referente del sabor donde tradición e historia se dan la mano. Bajo la dirección del chef Juan Regis, el espacio se convierte en una experiencia sensorial que trasciende lo puramente gastronómico. Cada plato es un homenaje a los sabores olvidados, una travesía por la memoria culinaria de la región, cocinada con mimo, paciencia y respeto por los tiempos. El ambiente rústico y cuidado, unido a un servicio cercano y conocedor, invita al comensal a detenerse y disfrutar de una cocina que emociona tanto por su sencillez como por su profundidad.

Lo que realmente distingue a La Cerdanya es su apuesta decidida por la Arqueococina®, una filosofía que recupera recetas ancestrales sin artificios modernos. Aquí no hay lugar para los aditivos ni los atajos industriales: solo ingredientes naturales, técnicas tradicionales y un profundo conocimiento del legado culinario. Desde un guiso cocinado lentamente hasta un postre elaborado con métodos tradicionales, cada bocado cuenta una historia. Más que un restaurante, La Cerdanya es un espacio donde se saborea el pasado con autenticidad y se revaloriza el acto de cocinar como un arte.

En la carta encontramos platos tradicionales cuya inspiración está arraigada en los orígenes gerundenses del chef, así como un cuidado esmerado por las materias primas del campo de Cartagena. Una muestra de lo primero es este aperitivo de butifarra blanca.

Unas gildas en el aperitivo siempre vienen bien. Y nadie puede negarles que sean un producto muy artesanal y con ingredientes naturales. El salazón y los encurtidos son sin duda técnicas milenarias.

Este canelón de pollo figura en carta como "Los canelones de la yaya África gratinados". Gracias yaya por enseñar a tu nieto esta maravilla.

Este guiso de legumbres no es una fabada, está elaborado con otro tipo de alubias de mayor tamaño, llamadas también fabes, aunque no tiene nada que envidiar a la auténtica asturiana.

Acabamos con esta carrillera guisada con setas de temporada, a la que se le nota que ha estado el tiempo necesario en la olla, cocinada sin prisas. Muy sabrosa y tierna.

Un postre casero de chocolate siempre es un buen final para la comida.

Estando en Cartagena es imperativo pedir un asiático.

Este es el vino que tomamos, una elaboración con las variedades Monastrell, Syrah, Garnacha Tintorera y Tempranillo, con 18 meses en barrica, lo que le aporta su notable paso por barrica, en el que se aprecian los detalles torrefactos, ahumados y de especias que acompañan a una fruta que mantiene la frescura. En boca es goloso, con un tanino bien moldeado y una cierta frescura balsámica. Final con recuerdos avainillados. Perfecto para nuestra comida.

La ambientación ayuda a rememorar tiempos pasados.