Primero fue El Cranc, con formato de chiringuito, en la misma playa, la de l'Olla, a cuatrocientos metros está este nuevo restaurante con un concepto  más gastronómico y con otro esquema, en el primero las elaboraciones son más sencillas, en este hay más cocina, hay evolución de platos tradicionales puestos al día, con un toque diferenciador. La llegada de César Marquiegui, chef que estuvo dirigiendo Nou Manolín y Pópuli Bistró en la ciudad de Alicante, le ha dado un nuevo impulso para que este segundo local sea tan conocido como el primero.

La ubicación es impresionante, abocado al mar y con la vista de la Isla de la Olla o Illeta de l'Olla que es un pequeño islote de Altea que pertenece al Parc Natural de la Serra Gelada. Las instalaciones, con la inmensa terraza al aire libre y los comedores interiores, son espectaculares. Pero lo que más me gustó fue el fenomenal equipo humano que hay trabajando allí. Desde el primero al último te hacen sentir único. La carta es muy interesante, porque sobre la base de platos tradicionales se ha confeccionado una propuesta innovadora que te hace descubrir una nueva faceta de lo que crees conocer. Hay creatividad y autenticidad.

Los detalles son importantes: Manteles, vajilla, cristalería, etc...

Como aperitivo nos ofrecieron una crema de espárragos blancos. Como ya empieza el fresco resulta conveniente templar el cuerpo.

El servicio del pan es más que correcto. Cuando me ofrecen un pan de hogaza ya me han ganado. Éste estaba exquisito.

De entre todas las cosas que nos llamaron la atención de la carta tuvimos que elegir unas pocas, la primera opción fue empezar con estos erizos con gamba y salsa bearnesa. Tengo que puntualizar que yo como más bueno encuentro el erizo es recién abierto y al natural con todo su sabor a mar, pero estos tenían su interés. Erizo, gamba y bearnesa es una buena combinación y estaba deliciosa.

¿A que tiene muy buena pinta este plato? es una Catalana de atún rojo. Lo pedimos pensando en el tomamos aquí. La base es un pan tostado con tomate rallado y encima el atún. Pues lo encontramos insulso, no nos sabía a nada, es decir que no nos gustó, aunque no tenía ningún problema de elaboración, es así y ya está, pero que algo no te guste es una cuestión muy subjetiva. Nos lo dejamos. El jefe de sala vino a preguntarnos que había pasado y le tuvimos que insistir en que lo único que ocurría es que ese tipo de atún no nos gustaba. Su interés por lo que pasaba era auténtico.

La cuestión no quedó ahí, al ver en cocina que no nos había gustado el plato anterior nos ofrecieron estos níscalos (rovellons) con huevo y puntilla frita. Una maravilla. Aquí se evidencia lo que habíamos dicho más arriba, un plato con setas y huevo es bastante habitual, pero si le añades unas puntillas fritas la cosa cambia, es lo de siempre pero con un toque que lo hace distinto. Gracias.

Estamos al principio de la temporada de la mejor flor y hay ganas de tomarla. Por eso incluímos en el menú estas alcachofas fritas y romescu. Nos sorprendió el rebozado, las esperábamos más clásicas, pero ya se sabe, aquí se le da un toque novedoso a las cosas. Es obvio que el rebozado absorbe más aceite, pero no estaban nada grasientas. Tiernas sí, desde luego, y sabrosas. La salsa también ideal.

Y llegamos al plato estrella de la comida, está claro que aquí saben hacer buenos fondos y mejores sofritos (salmorreta). Esta fideuà de rape, gambas, yemas de erizo y ajos tiernos estaba muy buena. Más que eso. El sabor espectacular, los fideos, aunque no eran de los más finos no había nada que objetar, estaban en su punto, enteros pero bien cocidos, algo crujientes en los bordes y melosos en el centro. Está claro que las gambas y el rape están buenos, pero casi pasan desapercibidos entre la pasta. Un 10.

Después de tan fastuosa fideuà la elección del postre era todo un reto. Tenía que ser bueno, eso era bastante probable, pero queríamos que mantuviese al plato anterior en lo alto del podio. La elección acertada fue esta Tarta Tatin. Rica, sabrosa y discreta. Cumplió con lo que se esperaba de ella.

La carta de vinos es seductora, hay mucho donde elegir, porque, sin ser enciclopédica, hay una buena selección de referencias, hay poca paja, lo que aparece allí es interesante. Hay vinos y cavas de la tierra (Alicante y Valencia) pero hay bastantes blancos gallegos y algunos franceses (chablis), igual que champagnes. Entre los tintos se encuentran cosas atractivas, como Macán, Alión, Malleolus o Chateau Margaux. No te asustes también hay vinos desde 20 euros. Nosotros nos decantamos por un blanco, era lo que mejor le iba a nuestro pedido y elegimos este Ossian 2021. Necesita pocas presentaciones. Está elaborado con viñas prefiloxéricas de verdejo situadas en el norte de Segovia, en el entorno de Nieva. Diseñado según las pautas de los grandes borgoñas, tanto por su inteligente manejo de la madera como por su fidelidad al concepto de terruño. Un verdejo que alcanza altas cotas de calidad. Elegante, complejo y de largo final. Se dejó disfrutar mucho.

Por comer en este restaurante está más que justificada una escapada a Altea.