¡Sorpresa!
Este es uno de esos restaurantes que despista cuando te dicen el nombre. Te imaginas un local antiguo, tipo taberna o bar de barrio, pero cuando llegas te sorprende. La ubicación actual es nueva, se trata de un local moderno, amplio y espacioso, luminoso y con unas mesas muy bien vestidas. Además el personal de sala demuestra una buena empatía y profesionalidad.
Un detalle destacable que demuestra el interés por hacer las cosas bien es la elección de la cristalería, algo que muchos restaurantes todavía no han entendido, no vale cualquier copa. Hay marcas especializadas en crear copas exclusivas para cada tipo de vino, por algo será. Aquí lo tienen claro. Las copas para el vino son de la marca Riedel, la más prestigiosa. La copa de la foto era una Riedel O1, se puede apreciar su tamaño, aunque eso no es lo importante, pero da una idea de la apuesta del restaurante por hacerlo bien.
Al mirar la carta ya se intuye que hay calidad en la materia prima y una elaboración cuidada, lo cual queda confirmado cuando empiezas a probar los primeros platos. Los pescados y la carne se sirven principalmente a la brasa. Hay carnes de distinta procedencia y diferente grado de maduración.
Con las bebidas ocurre algo parecido, aunque con ellas no es intuición, pues cuando ves una colección de whiskies japoneses como ésta, junto a otras bebidas bien conocidas. Y cuando te asomas a las baldas de la bodega acristalada y acondicionada que tienen al fondo del restaurante, sabes que hay seriedad sin ninguna duda.
En la bienvenida te ofrecen un aceite de mucha calidad, de la variedad picual y de origen Úbeda. Es suave, sabroso, aromático y de un color que hace honor a su nombre.
Con el aceite y la primera bandeja de un pan, que está a su altura, ya tienes un gran aperitivo. De hogaza y viene preparado con un poco de aceite y sal negra, lo acompañan con unos grisines. Exquisito. Vuela en minutos.
Nos dijeron que había platos fuera de carta y elegimos alguno de ellos, como estas magníficas zamburiñas a la brasa.
También fuera de carta tenían esta sepia a la plancha con su tinta (bruta), con la cual nos dieron alguna opción para la guarnición y optamos por las primeras alcachofas de la temporada. Ternura en la sepia y las alcachofas.
El tercer entrante fue espectacular. Éste sí estaba en carta, revuelto de patata con jamón de recebo y foie fresco. Cada entrada estaba mejor que la anterior.
Elegimos el chuletón de Black Angus nacional con una maduración de casi veinte días, y nos lo presentan por sorpresa antes de llevarlo al fuego. Así de espectacular se veía. Casi dos kilos de peso.
Después resulta ser una carne muy tierna y sabrosa, perfectamente cocinada a la brasa en su punto y acompañada de una guarnición de verduras también a la brasa.
Hay una selección variada de postres, de entre ellos escogimos este fartón relleno de helado de horchata y chocolate líquido. Muy bueno.
La otra opción, también compartida, fue una pantxineta, hojaldre recién horneado, relleno de crema y almendras, con helado de mango y cereza negra. Se trata de un postre típico del País Vasco. Rico, rico.
La primera parte de la comida la acompañamos de este vino de la DO Ribeiro, que ya nos ha dado alguna satisfacción anteriormente, por eso lo seguimos eligiendo. Está elaborado con Treixadura, Albariño y Godello por la Bodega de su propio nombre, Ramón do Casar. Es un vino afrutado y fresco, con aromas a flores blancas. Muy recomendable.
Para la carne nos decantamos por un característico vino monovarietal de tinta de Toro. Éste Almirez está elaborado por la Familia Eguren (La Rioja) bajo la marca Teso La Monja en la DO Toro. Es un vino complejo, muy especiado, con aromas de fruta roja y ahumados. En la boca es elegante, potente, redondo y equilibrado. Una maravilla para los amantes de los vinos con cuerpo y carácter.
Esta ha sido la primera experiencia en el Restaurante Los Porrones y puedo afirmar que no será la única.
Fotografías: © Paco Palanca / Instagram: @ojoalplato.blog / Facebook: @ojoalplato / Twitter: @ojoalplato /Twitter: @pacopalanca