Buena técnica y buen producto llevan a la excelencia
Que abra un restaurante es motivo de alegría, pero que lo haga con dos importantes personajes que se han unido para sacar adelante este proyecto, es todavía más ilusionante. Javier y José Vicente o José Vicente y Javier, tanto monta, son dos grandes profesionales, cada uno en su campo, que han emprendido esta aventura en el mismo Cabanyal, frente al mercado municipal. El local es una antigua cervecería, pero ha sufrido una espectacular adaptación con el toque de estos dos expertos. Manteles espléndidos y buena cristalería.
Los detalles de buen gusto están en todas partes, no hay más que ver cómo son las toallas de los aseos.
Para comidas rápidas, tapeo o algo informal dispone de una surtida barra en la que se pueden tomar muchas cosas interesantes. Y el producto que está expuesto no engaña.
A la vista hay una pizarra que canta las tapas de las que se puede hacer comanda, por si no fuera suficiente con ver el producto en la vitrina. Aunque también es verdad que viéndolo escrito a veces es más fácil de pedir.
Para acompañar a las tapas o bien a algunos platos de la comida, hay un buen surtido de vinos por copas. También hay, en otra pizarra aparte, unos cuantos vinos generosos y vermuts que también se pueden pedir por copas.
En una vitrina bien atemperados hay expuesta una selección de quesos de varios lugares del mundo, los cuales se pueden pedir de postre o en cualquier momento.
La oferta de pescado es espectacular, aquí una muestra. Rémol del mediterráneo, el rodaballo gallego en su versión local. Este día había cinco pescados frescos en carta para tomar según la elaboración elegida por el cliente. Además del rémol, este día, había lubina, mero, denton y atún, que yo recuerde.
De los dos menús que he probado la semana pasada, el primero empieza con este aperitivo a base de mantequilla de sardina y encurtidos de alcaparra. La mantequilla estaba espectacular, desapareció del plato enseguida.
En esta primera ocasión elegí un vino para acompañar a toda la comida, en lugar de la opción de maridar cada plato por copas. Este Finca Cortezada 2016, de la Adega Algueira de la DO Ribeira Sacra, elaborado con las variedades godello, albariño y treixadura. Perfecto para el pescado.
Pepino de mar, Espardenya o Llongo. Es un equinodermo que pertenece a la clase de las holoturias. Su carne es muy suculenta y, debido a su escasez y dificultades de pesca, su precio es elevado.
Anémonas u ortiguillas, rebozadas y fritas están exquisitas. Un bocado de sabor totalmente marino. Afortunadamente al freírse pierden su capacidad urticante. Van acompañadas de una mayonesa de alga codium.
Sepionet joven o sepia de bahía. Pequeñas sepias muy tiernas y sabrosas, con su bolsa de tinta en el interior.
Lubina preparada primero a la plancha y terminada en el horno, acompañada de vainas, patata morada y zanahoria cocidas. El pescado estaba muy apetitoso.
De la pieza que se ha mostrado más arriba salió esta ración de rémol o rodaballo mediterráneo. Es un poco menos graso que el del cantábrico pero sigue siendo muy sabroso. Como se aprecia iba acompañado de la misma guarnición que la lubina.
El postre que más me llamó la atención "pan con chocolate" como las meriendas que nos daban de niños. Dos texturas de chocolate, sobre una rebanada de pan tostado y con una teja de chocolate con frutos secos incrustados, ralladura de limón, aceite y sal.
Para acompañar ese postre tan sabroso una copa de riesling Wittmann Auslese 2015, de dulzura frutal en la boca, con fina acidez en el paladar y mineralidad persistente. Una joya de vino. Espectacular.
A las 48 horas volví porque tenía el gusanillo de que quería probar más cosas, sabía de lo que son capaces y no salí nada defraudado, al contrario, fue todo mágico.
Para empezar le pedí a José Vicente Pérez Jiménez que me maridase platos y vinos, lo que fue un gran acierto y a Javier Aznar Gil que me pusiera de comer lo que a su criterio le pareciese. Total un repóker en comida y en bebida. Paso a relatar lo que aconteció.
En esta segunda ocasión el aperitivo era un ajoarriero muy sabroso, para ir haciendo boca.
También de aperitivo, y para acompañar a lo sólido, este estupendo palo cortado de Juan Piñero, de los viñedos de Pago del Hornillo (Sanlúcar de Barrameda). Un palo cortado muy fresco que va muy bien para acompañar a la comida.
Empezó la cosa en serio con este impresionante tataki de atún con emulsión de titaina y berenjena braseada. Aún no había probado el plato y ya me estaba relamiendo de gusto. El atún buenísimo, tierno y sabroso. La emulsión de titaina le hacía justicia y la berejena también. Un plato de 10.
Para estar a la altura del atún no valía cualquier vino, era necesario escoger bien y así sucedió. Un Clos de Saint Yves de la zona de Savennièrres. El Domaine des Baumard está situado en la pequeña localidad de Rochefort sur Loire, en la región de Anjou, en el valle del Loira. Es un monovarietal de chenin blanc, limpio y brillante en el paladar, con una mineralidad elegante y un final limpio
Buñuelos de bacalao con alioli de pimentón de la Vera. Sutiles, etéreos, suaves,muy ligeros y refinados.
El vino fue una sorpresa, de la Bodega Altolandón de la Manchuela, un blanco ecológico elaborado con las variedades chardonnay y petit manseng. Un vino serio, con consistencia en boca y buena acidez. Esta segunda uva es originaria del sur de Francia y poco conocida por aquí, al menos por mí.
Seguimos con el listón bien alto, vieira con alcachofa y su crema. Espléndido este plato, todos sus ingredientes por separado se merecen un protagonismo y juntos suman muchos puntos.
Cuando hay un plato de alcachofa es inevitable pensar en qué bebida servir para que resista las características de esta verdura. En este caso el sumiller salió triunfador con este amoroso, un oloroso de más de veinticinco años de solera y un 10% de Pedro Ximénez. Sin ningún problema, un vino amable que acompañaba a la alcachofa en lugar de pelearse con ella.
Es conocido que la cerveza y la alcachofa se llevan casi bien, hasta el agua adquiere sabor metálico junto con la alcachofa. Pues en este caso también fue una buena solución, esta cerveza de barrica envejecida en roble americano que había contenido bourbon fue muy buena compañera.
Es una cerveza interesante por los matices que le aporta la barrica de bourbon. De color dorado brillante y espuma densa y duradera, tiene un fino dulzor al inicio y un elegante amargor final que contrastan muy bien.
Mollejas de cordero con mayonesa de cigalitas. Al aproximarse el plato el aroma llegó lo primero. Estupendo plato y genial la combinación con la mayonesa.
Para las mollejas un tinto de mencía del Bierzo. Pero no cualquiera, sino una edición especial de Verónica Ortega que es todo potencia y fortaleza con elegancia. Un gran vino que seguro que no deja indiferente a nadie. Lo bueno y lo malo es que solamente se han hecho 6.100 botellas. Evidentemente es un vino muy exclusivo por su escasez.
Denton con un pil pil de alga codium, chips de algas, hinojo de mar y tierra de algas. Preciso el punto del pescado con buenos y originales acompañamientos. Sin duda un buen lugar donde venir a comer pescado fresco bien elaborado.
Para el pescado un chardonnay de Borgoña del Domaine Matrot. Un vino de elaboración clásica, según el estilo francés, fermentado en barricas de roble, con batonage y crianza sobre lías. Un vino afrutado, cremoso, mineral y con una acidez que le aporta frescura sobre todo.
El postre, el mismo del otro día, era preciso repetirlo, esta rico. Mousse de chocolate a la derecha, a la izquierda chocolate guanaja y la teja de chocolate con frutos secos, ralladura de limón, aceite y sal.
El vino para el chocolate, MR un moscatel de alejandría de la Sierra de Málaga, de Telmo Rodríguez. Con frescura, dulzor y acidez frutal. Buen compañero para el postre. La mención "Mountain Wine" es porque procede de la Axarquía malagueña.
Creo que no puedo añadir mucho más, simplemente que hay que ir a disfrutar del buen hacer de estos dos profesionales y dejarse llevar por ellos. Una experiencia muy gratificante.