Juanra Aineto y Marta Viana han cogido el relevo de Paco Olivas y Tere Román en el restaurante que estos han regentado durante muchos años en un lugar fuera de los circuitos habituales pero necesario para que el barrio cuente con un local que le dé nivel gastronómico. Los cambios han sido ínfimos de momento, la estructura ha sufrido lo mínimo para adaptarse al estilo de sus nuevos dueños. La carta sigue siendo concisa, buscando ofrecer calidad en la materia prima y elaboraciones que mantienen la trayectoria del establecimiento, pero dándoles el toque personal que ahora le corresponde, como esas gambas al ajillo con salsa kimchi, una genialidad que es un éxito asegurado.
Con respecto a los vinos nada hay que temer, Juanra es un consumado sumiller que te sabrá ofrecer en todo momento el vino que mejor se adapte a tus gustos personales y al menú que hayas elegido.
El pan que se sirve aquí es de hogaza grande, de más calidad que las piezas individuales, uno es pan gallego de masa madre, crujiente y de miga sabrosa, y el otro es una torta de aceite más crujiente todavía.
La degustación de aceite fue con este Dehesa El Molino Tradición de los Montes de Toledo, variedad Cornicabra. Un buen gusto con amargos medios y picor punzante pero agradable.
Nos ofrecieron un aperitivo consistente en un salpicón de pulpo, manzana Grammy Smith y apio. Muy bueno, fresco y sabroso.
En la carta este plato figura como "Almendritas", seguramente en alusión al tamaño que tienen, no son ni más ni menos que unos sepionets de playa con vinagreta de cítricos, frutos secos y ajetes. Exquisitos.
Había croquetas de gambas y era necesario probarlas. Con su buen rebozado de panko, crujiente por fuera y cremosa por dentro.
Ya te digo que cuando vuelva pediré este plato de nuevo, fue el que más me gustó. Gambas al ajillo con kimchi. En su punto, con abundante ajo (ajillo) y una salsa kimchi espectacular. Me enamoré.
Fuera de carta había estas huevas de sepia y como es de sobra conocido, o así debería ser, los platos fuera de carta corresponden a producto recién adquirido en el mercado del día. Éstas así era ya que estaban tiernísimas y ricas.
En la carta actual no se han olvidado del legado de la cocinera de la etapa anterior y han mantenido estos "Boquerones de Tere". El pescado está macerado y tiene un gusto ligeramente acidulado, muy acertado ya que equilibra el sabor de la fritura. Rebozado que a simple vista parece que vaya a ser un mazacote, pero nada de eso, es muy esponjoso y ligero. Me suena que se los han copiado en algún otro restaurante.
De postre tomamos esta tarta de queso Brique de oveja, acompañada de un helado de vainilla. Vale la pena probar esta tarta de queso, no es como las demás. El queso francés le da un sabor especial.
De vino elegimos este Majuelo del Chiviritero de la Bodega Cantalapiedra Viticultores en La Seca (Valladolid), adscrita a "Vino de la Tierra de Castilla y León". Seguramente también te sonará su hermano pequeño Cantayano. El Majuelo es un vino blanco de finca, con barrica, ecológico, elaborado con la variedad Verdejo de la mano de Isaac Cantalapiedra. En nariz es complejo y muy rico, con notas herbáceas, aromas frutales y especias. En boca es elegante, amplio y fresco, con sabores a fruta madura. Final persistente y profundo que invita a seguir bebiendo. Una maravilla, es otro nivel de la uva verdejo. Nos lo sirvieron en unas Copas Riedel 001.
Acabamos la comida con este orujo de café que nos dijo Juanra que elabora él mismo. Una especie de licor de café muy fino y elegante. Buena mano tiene para estas cosas.
El restaurante Pirineos no ha muerto, sigue en la brecha con nuevos bríos. No te lo pierdas.