Después de transcurrido un tiempo prudencial nos volvemos a pasar por este restaurante, la vez anterior fue en septiembre, recién abierto. Ahora ya instalados y con cierto rodaje vamos a probar las elaboraciones que han preparado para el invierno.
Como dije en la anterior ocasión el local tiene las mesas bien distribuidas, correctamente vestidas y equipadas, con cristalerías Schott Zwiesel y Spiegelau. La música que estuvimos escuchando durante la cena era muy agradable, ideal casi. El oído era el único sentido que no teníamos puesto en los platos.
La carta de vinos sigue siendo amplia y equilibrada, con muy buenas opciones para tomar vinos de otras zonas. En esta ocasión nos decantamos por un Domaine du Colombies 2004 de Crozes-Hermitage. Elaborado al 100% con la variedad marsanne. Un vino fresco, aromático, con cuerpo y agradable de tomar.
Para acompañar el pan nos dieron a elegir entre dos aceites, uno ya lo habíamos probado la vez anterior y optamos por el otro, un Dauro, elaborado por Bodegas Roda en el Ampurdán, con las variedades arbequina, hojiblanca y koroneiki.
Los aperitivos estaban fantásticos, el primero, ya conocido de la anterior ocasión, un mejillón sobre una crema de celeri (raíz de apio) con el jugo de cocción, que no me importó para nada volver a tomar.
El segundo aperitivo una mini ensalada de salmón con huevas de trucha y escarola. El sabor del salmón muy bueno. También lo tomamos la primera vez pero tampoco importa.
El tercer aperitivo una crema fría de “esgarrat” (tiras de pimiento asado acompañado de migas de bacalao, ajo y aceite de oliva) con atún rojo. Una composición espléndida. Imagino que se ha sustituido el bacalao de la receta por el atún y se han triturado el resto de elementos. Una buena reinterpretación.
Como cuarto aperitivo disfrutamos de unos buñuelos de bacalao sobre un “all i oli” ligero, algunos guisantes y habitas repeladas. Muy equilibrado.
Como primera entrada pedimos un foie ahumado frío elaborado por Enrique Medina, chef de Apicius, acompañado de membrillo, melón y cereza.
Junto a él nos sirvieron una rebanada de brioche tostado con mantequilla casera. Exquisito.
Con este plato nos sirvió Yvonne una copa de Karl Pfaffmann Huxelrebe Auslese 2007, que nos recordó a las cortezas de naranja secas. A ella le recordaba a arándanos o grosellas secas, no recuerdo bien. Evidentemente cada uno de nosotros nos hemos criado en lugares diferentes.
Le siguió un plato muy de invierno, huevo de corral escalfado con migas de pastor, chorizo y papada ibérica. Perfecta ejecución y muy suculento.
El plato de pescado fueron dos trozos de lomos de merluza de pincho del Cantábrico y de lubina salvaje de las costas de Castellón, con verduras de invierno, una lámina de tocino y el jugo de su asado. Correcto punto de preparación y buena calidad.
Antes de los postres y para completar la cena nos sugirió continuar con media ración de quesos que consentimos muy gustosamente. La tabla estaba compuesta de valtalegio (italiano) elaborado con leche de vaca de sabor intenso, un queso zamorano, otro de Almedijar, de la quesería Los Corrales y el cuarto un cabrales. Todos estupendos.
De postre nos sirvió una torrija caramelizada de leche merengada con sorbete de melocotón de Calanda y horchata de almendras. Tanto la torrija como el sorbete de melocotón estaban muy buenos, el sabor de ambos marcado y muy conseguido.
Para acompañar los cafés unas galletitas de mantequilla, gominolas de vainilla y trufas de hierbabuena.
Segunda experiencia positiva, para seguir probando.
Fotos realizadas con el teléfono móvil.