Este restaurante fue el marco en el que se celebró el inicio de curso de la Asociación Valenciana de Sumilleres 2009-2010.
Se trata de un establecimiento con mucha tradición en Valencia, casi treinta años. Gallego por los cuatro costados, donde reina el marisco y los productos de la tierra de primera calidad. Está en la calle Chiva número 40. Valencia 46018. Teléfono 963 842 244. Aconsejo hacer la reserva a través de la web, hay sorpresa.
Michel, hijo de Eladio Rodríguez, dirige la sala, dándole su toque personal y de modernidad, sin renunciar a la esencia de la casa que es la materia prima de primera calidad.
Las mesas bien vestidas y equipadas con gusto y calidad. Las copas adecuadas. El servicio atento, eficiente y con una sonrisa permanente.
Como se trataba de una cena concertada, con el menú cerrado, no hubo posibilidad de ver la carta, tampoco la de vinos. Queda pendiente para una próxima ocasión.
Los vinos que acompañaron a la cena fueron de la gama El Miracle de Bodegas Gandia. El primero de los dos servidos fue El Miracle 120 ,blanco 2008, denominación de origen Valencia, con 60% chardonnay y 40% sauvignon blanc.
En segundo lugar, para acompañar a los platos más consistentes, se sirvió El Miracle Art, con etiqueta de Miquel Navarro. Vino elaborado en la DO Alicante con las variedades monastrell, pinot noir, shiraz, merlot y tempranillo.
La cena se inició con un aperitivo a base de croquetas de marisco, sabrosas y bien elaboradas. La prueba de que estaban buenas es que casi no llego a tiempo de hacer la foto.
La primera entrada era una ensalada de perdiz escabechada, con aguacate. El punto del escabeche muy sutil y acertado, tan correcto estaba que se podía tomar el vino servido sin ningún conflicto de sabores ni acideces.
A continuación llegó a la mesa el lomo de salmonete sobre cama de judías verdes troceadas y brunoise de tomate y cebolla con albahaca. Sutileza del pescado en contraste con los sabores de la judía al ajo y la albahaca con el tomate.
Le siguió el imprescindible pulpo a feira con cachelos. Un plato aparentemente sencillo y popular, con una ejecución muy acertada. Pulpo tierno y patatas sabrosas.
El último plato salado era un magnífico bacalao gratinado con tomate. El bacalao es uno de mis pescados favoritos y con este ha subido algunos puntos más. La salsa de tomate tenía una finura espléndida.
El postre se componía de tocino de cielo, helado de chocolate y un buñuelo relleno de crema. Un buen final para los platos que se sirvieron.
En conclusión, una cena con un nivel muy homogéneo entre todos sus platos, con una buena calidad de la materia prima, esmerada y cuidada presentación de los platos y un servicio que lo hacía todo mas apetecible. Hay que volver.