Si se quiere se puede
Así es, quien quiere hacerlo bien y tiene actitud por mejorar acaba consiguiendo su meta. No sé cuando se planteó el equipo de La Artística de Ayora dar ese paso adelante que distingue a un buen restaurante de los demás, pero cuando pasas por la puerta y te encuentras en el menú de fin de semana arroz de bogavante en el Valle de Ayora, te viene a la mente que allí hay unas personas con inquietudes, que no se conforman con salir del paso con cuatro platos sencillos y corrientes que les permitan mantener el negocio abierto. Con esa buena primera impresión entramos al restaurante.
Hay un test muy básico para hacerse una idea de cual es el nivel de la cocina de un restaurante. Se trata de pedir unas patatas bravas, mientras se encarga la comida. Todo el mundo conoce esa tapa y puede opinar. Sobre todo la fritura de las patatas te indica si se preocupan por hacer bien una cosa tan sencilla. Si están crujientes, tiernas por dentro y el aceite no sabe a nada extraño, puedes confiar. Como salgan acartonadas o chiclosas, huye, esa cocina recalienta casi todo lo que sirve. Las salsas de las bravas ya dan para un debate extenso y similar al de la paella. Salsas bravas hay tantas como cocineros, pero tres son las que podrían englobarlas a casi todas. La del all i oli solo, muy propia de la zona de la Comunidad Valenciana y Cataluña principalmente, la tradicional, que es la que suelen utilizar en el centro de España, que es una velouté con pimentón picante, una especie de bechamel que se hace con caldo en lugar de con leche, y la tercera que lleva como base una salsa de tomate con picante. Para mayor variedad hay quien las combina, all i oli con una de las otras. En el caso de la Artística pasaron el test con notable alto, las patatas perfectas y abundantes, solo falló un poco la salsa, necesita una pequeña revisión, para mi gusto.
Otro detalle muy importante para saber de qué va el local es comprobar que se toman interés en ofrecer un buen pan. A éste se le ve la buena cara que tiene y los ojos.
Como éramos seis comensales y queríamos probar bastantes cosas, optamos por pedir dos menús de fin de semana (17€), porque nos pareció interesante, y el resto cosas de la carta. El primer entrante del menú fue este mi cuit caramelizado, muy digno y sorprendente en un menú de ese precio, como casi todo lo demás.
El otro de los entrantes del menú eran estos medallones de queso frito que estaban muy correctos.
De plato principal del menú elegimos este arroz seco con pulpo y sobrasada. Estaba espectacular, además de muy original. Visto el tamaño de las dos raciones pudimos comer todos un poco de él.
De la carta pedimos estas croquetas, más bien croquetones, unas de jamón y las otras de boletus. Muy correctas también.
Igualmente de la carta era este tartar de atún y aguacate. Estaba muy bueno.
Además éste espectacular entrecot en su punto. Exquisito.
Y un solomillo de ternera con foie, muy rico.
De postres pedimos esta versión de "Goxua", postre típico vasco que lleva capas de nata montada, bizcocho, crema pastelera y azúcar tostada o caramelo en este caso. En euskera significa "dulce, rico", así estaba.
Otro postre, pero este más convencional, aunque no menos rico, fue este coulant de chocolate.
Tampoco podía faltar la tarta de queso. Estuvo al nivel de los demás postres.
Entre los vinos que disponen en la bodega del restaurante elegimos estos dos que siempre salen bien. El primero, Shaya, un blanco de la DO Rueda, elaborado con la variedad verdejo guardado sobre sus lías durante unos meses antes de ser embotellado y comercializado. Me encanta.
El otro, soy un incondicional de todo lo que sale de la bodega de Carmelo Rodero, fue este tinto con una guarda de nueve meses, procedente de la DO Ribera del Duero. Elaborado con la variedad Tinta Fina, característica de esa denominación. Un vino que siempre me enamora.
Este restaurante de la Villa de Ayora me ha resultado una grata sorpresa, ya que con modestia pero con muy buen hacer, ponen a buen nivel la gastronomía de su casa. Volveremos.