El local no es muy grande pero suficiente para unas cincuenta personas, aproximadamente. Las mesas son bastante espaciosas, y están a una distancia prudencial unas de otras, aunque el martes no había mucha gente, por lo que no se pudo comprobar cual era la sonoridad del local, sin embargo los comensales de la otra mesa eran numerosos y no se les oía casi nada.
La iluminación es adecuada, pues no recuerdo cómo estaba configurada y sin embargo no noté falta de luz, lo cual me parece una virtud. No recuerdo que hubiese música en el local.
Manteles y servilletas de tela blancos muy correctos. Cambio de cubiertos en cada plato.
Vajilla de loza blanca, me desagradó el bajo plato que había colocado. Un rectángulo de color rojo, de material sintético, tipo melamina, con las orillas derecha e izquierda curvadas hacia arriba, lo cual resultaba un poco incómodo para la colocación de las manos alrededor del plato.
Las copas me parecieron adecuadas. Un amigo comentó que ahora se están utilizando unas copas algo mas alargadas de tulipa. Yo prefiero la copa adecuada al vino, independientemente de las modas. Si técnicamente es mejor una copa diferente, me apunto a ello, pero por moda no, yo quiero disfrutar del vino en las mejores condiciones.
El servicio me pareció muy profesional, muy preparado en todos los aspectos, a la altura de nuestras necesidades y siguiendo nuestros comentarios y opiniones, respondiendo a ellos con conocimiento y mucha educación.
La carta de vinos, casi no tuvimos ocasión de estudiarla, culpa mía. Pedimos consejo y nos pareció tan adecuado que cerramos la carta sin mirar nada más.
Estaba ordenada por cavas y champagnes, blancos, rosados y tintos, dentro de esta clasificación por denominaciones de origen, con una buena representación de vinos valencianos bien escogidos.
Referencias: Era una carta bastante amplia.
Precios. Como los habituales en cualquier restaurante, doble que en tienda especializada.
Tomamos DIDO 2006, vino de la DO Montsant, elaborado por la enóloga Sara Pérez y su marido, de nombre ligado al mundo del vino, René Barbier. Está elaborado con un 50% de Garnacha, un 30% de Cabernet y un 20% de Merlot. Resultó muy adecuado para el menú largo que nos sirvieron. Es un vino agradable de tomar, muy expresivo y equilibrado. Notas frutales y de barrica bien conjuntadas. Una delicia. 22,50 euros en el restaurante, en tienda está entre 11 o 12 euros, nos tomamos dos botellas.
Envinado de copas antes del servicio. Aunque después nos mezclaron el vino de la primera botella con el de la segunda. Lógicamente no hubo cambio de copas.
No existe carta. Sólo hay un menú degustación que, según se nos informó, se cambia con frecuencia.
Al sentarnos a la mesa pedimos una copa de cava, nos sirvieron Dominio de la Vega, brut, en su punto de temperatura y muy estimulante como aperitivo. El rey de los aperitivos.
Siento no ser muy preciso en la descripción de los platos, pero nos abrumaban con tantos detalles al cantarlos que se me olvidan algunas cosas.
Tomamos de aperitivos un turrón de foie, con reducción de px y acompañado de un brioche recién hecho. Exquisito.
El segundo aperitivo fue una especialidad habitual de la casa, servida en copa de Martini, una porrusalda de caldo de jamón, con espuma de patata y chips con sardina. Muy logrado y original presentación.
La primera entrada consistió en una tosta de aceite, con carpaccio de atún, tomate fresco en brunoise y germinado de alfalfa, todo ello sobre una base de huevo al horno. Me encantó.
La segunda entrada fue un crujiente de pasta brie, rellena de pato confitado y pollo con cebolla, mango y salsa de setas. Bien resuelto, pero no nos llamó la atención.
Después de esto nos sirvieron un granizado de gin tónic para limpiar la boca.
De primero nos sirvieron media dorada crujiente con un ravioli de gamba y ajo, sobre una cama de arroz bomba con bullabesa, con un agradable sabor a azafrán. Espléndido, sobre todo el arroz.
De segundo, magret de pato, sobre boletus y una base de patatas panaderas, coronado de queso idiazabal rallado. Le apuntamos al cocinero que el magret había resultado pasado de cocción. Fue la única nota discordante de la cena.
Los postres, de antología, primero un mojito de frutos rojos, después una crema de Baileys, con panna cotta de café y espuma de chocolate blanco. Para finalizar un coulis de chocolate caliente. Que más puedo decir.
Tomamos una copa de tinto dulce de la Bodega Tintoralba de la DO Almansa. Estupendo.
Bueno, el café era ¡¡¡excelente!!!, Para mí es la asignatura pendiente de casi todos los restaurantes empeñados en utilizar café torrefacto, un asesinato para el café. Éste no, éste era un café como pocas veces he tomado.
En conclusión, para volver con frecuencia. Un amigo reservó desde la misma mesa para el día siguiente. Relación calidad precio buena, 230 euros cuatro personas, con aperitivos y copas. El menú son 33 euros por persona.