Los restaurantes de La Cayada no están todos en la calle 29, hay vida más allá de esa calle, la cual se ha convertido en una de las arterias comerciales más importantes de esta zona residencial. Si al llegar a la rotonda que hay antes de cruzar el paso a nivel giras a la izquierda, entrando en la calle 30, en la que está el restaurante El Vaixell, pasas por delante de él y tres bocacalles después a la derecha te encuentras indefectiblemente con el Restaurante La Vía. Ubicado en una antigua vivienda tipo chalet que se ha convertido en un acogedor local con el único defecto de una molesta acústica, al menos en el pequeño comedor en que nosotros estábamos, imagino que los más grandes serán más confortables en este sentido.
Es, sin ninguna duda, un restaurante de concepción clásica, en su ambientación y en su carta. Elaboraciones sencillas, con mucho respeto a la buena materia prima que utilizan, pero con una propuesta poco innovadora, que hace las delicias de los que no quieren arriesgar. El restaurante estaba lleno y ese es el mejor indicio de que funciona bien tal cual está concebido, con su cocina imperecedera.
Nos ofrecieron fuera de carta unas croquetas de jamón que pensamos que había que probar. Estaban sabrosas, con gusto a jamón, bien de fritura, nada grasientas, pero algo compactas, se hubiera agradecido algo más de ligereza en la bechamel.
La tosta de queso de cabra con sobrasada, miel y cebolla caramelizada era un montadito con un generoso trozo de queso a la plancha, sobre un poco de sobrasada y una gran cantidad de cebolla caramelizada. Correcta y sabrosa, pero habría que revisar las proporciones de los ingredientes.
El “Bacalao La Vía” es un lomo de bacalao desalado rebozado cubierto de pisto casero. El aspecto del pisto era tentador, parecía caramelizado. Este plato está rico.
Atún fresco a la brasa. Una generosa cortada de atún blanco que, según el comentario de su destinatario, estaba bastante bueno.
Solomillo de vaca vieja a la piedra. Fabuloso corte de solomillo que salió sobre una pieza de cerámica refractaria, lo que permitió hacerlo al punto justo del comensal. Magnífica esta carne, tierna y gustosa. Un gran acierto.
Solomillo con foie fresco y PX. Una variante del plato anterior pero enriquecido con unas lonchas de foie y el aroma del Pedro Ximénez.
Hay una docena de postres en la carta, bastante interesantes. Uno de los que probamos fue la tarta de zanahoria.
Otro de los postres fue este semifrío de mandarina y chocolate
Y el tercero otro semifrío, pero este de leche merengada
La carta de vinos está bien concebida, para mi gusto, una buena representación de vino y cava valenciano, junto a una escogida selección de referencias de otras denominaciones, incluso champagne. Empezamos con este Paco García, crianza 2017, elaborado con tempranillo principalmente y algo de garnacha (10%), con 12 meses de guarda en barrica y de la DO Rioja. Es uno de los riojas modernos, de los que mantiene las características de todas sus etapas, fruta y ligeros recuerdos de su paso por barrica. Es ligero y sabroso. Con un final largo y persistente. Una delicia.
El segundo vino es uno de mis preferidos. Carmelo Rodero crianza 2018. Elaborado con una base de tinta fina (tempranillo) y cabernet sauvignon (10%), en la DO Ribera del Duero. Es un vino que ha pasado 15 meses en barricas de roble francés y americano. Una vez embotellado reposa en botella durante al menos 12 meses. Aromas frutales y un torrefacto suave lo hacen embriagador, estructurado y aterciopelado en boca, con una fantástica retronasal que acaba de redondear todas las sensaciones que nos aporta este vino. Magnífico.
Una grata experiencia la vivida en este pequeño restaurante, salvo la acústica, en el que se puede disfrutar de una cocina honesta, basada en la sabia manipulación de una buena materia prima.
Fotografías: © Paco Palanca / Instagram: @ojoalplato.blog / Facebook: @ojoalplato /Twitter: @ojoalplato /Twitter: @pacopalanca